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Capítulo sesenta y ocho

Intento quedarme tranquila, no quiero discusiones, ni que se me suba la ira a la cabeza y menos cuando debo dar el seno a las niñas muy pronto.

— ¿Qué estás diciendo, querida? Si esta muchacha se la pasaba metida aquí, y te aseguro que no venía a consultas ginecológicas y con tanto grito y quejido, antes estoy impresionada de que solo hubiesen sido tres — Observo como Milo cierra su mano libre en un puño, intentando contenerse, yo no sé si podré lograrlo, solo quiero salir de este ascensor.

— Señora Anne, le agradezco que se guarde para usted sus comentarios personales sobre mi vida íntima — Le dice Milo, forzando un poco la salida del ascensor — Imagino que conoce el concepto de vida íntima, ¿verdad? — Sonríe intentando no perder el control.

— Eres un chico muy sensible, siempre lo he dicho — ¡Qué señora tan entrometida y desagradable! — ¿Y cómo se llaman? — Pregunta la viejita chismosa, no entiendo por qué tenemos que encontrárnosla todo el tiempo.

— No

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