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Capítulo ochenta y uno

— ¿De qué diablos hablas? — No entiendo lo que quiere decir, esto es muy pegajoso y creo que debo irme a casa a darme una ducha.

— Chicas… — Escucho levemente la voz de Aisha, aunque solo me interesa la respuesta de la idiota de Litia.

— Siempre me has tenido envidia, mi vida era increíble hasta que interviniste, ahora puedes ser feliz porque has logrado lo que querías — La miro como si se estuviera enloqueciendo.

— Chicas…

— Nunca te he tenido envidia, si vives como si tuvieras un palo atravesado en el culo todo el tiempo. Eso no va conmigo, la señorita perfecta es lo último que quisiera ser, siempre me has parecido una entrometida, sabelotodo, que se cree mejor que los demás. Así que lo siento, no te tengo envidia, por el contrario, me das lástima — Los ojos de Litia se humedecen y veo como las lágrimas descienden por

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