Las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos a medida que más se acercaba a su nueva dirección. Su pecho le dolía y sentía una sensación de ahogo. No podía respirar. Pensar en Ben, recordar el día en que lo conoció, lo feliz y dulce que se mostró siempre. Sin duda había sido un ángel en su camino, pero ella lo contaminó con sus engaños y mentiras. Y por eso no tenía perdón. La idea de que Ben ya no estuviera en este mundo era insoportable, no sabía si podría vivir con eso. Amaya llegó a la casa deseando ver a sus niñas, abrazarlas y conseguir un poco de consuelo en sus pequeños cuerpecitos, pero en su lugar, se encontró con una casa sola y con las niñas llorando, mientras deambulaban por el piso sin saber muy bien qué hacer. Eran apenas unas bebés de poco más de un año, así que no deberían estar solas. Sin embargo, Isaura se había ido. —¿Dónde está su abuela? —les preguntó viendo en todas direcciones, mientras las cargaba y arrullaba, tratando de que se calmaran. Se notaban muy
El día había pasado increíblemente rápido, luego de pescar en compañía de sus hermanos, era el momento de conseguir un poco de leña para cocinar los peces. Necesitaba preparar la cena antes de que oscureciera. Lara se encontraba recolectando ramas secas, cuando el recuerdo de lo ocurrido seis meses atrás atravesó su mente de repente. Su cuerpo se quedó inmóvil durante unos segundos que le parecieron horas, y su cabeza se llenó con el dolor de aquel momento que cambió su vida para siempre. —¡Mamá, mamá, ¿cuándo volveremos al parque de diversiones?! —la voz animada de Liam inundó el auto familiar. Lara y su familia, venían de regreso del parque de diversiones, lugar al que habían acudido para celebrar el decimonoveno cumpleaños de la joven. —Pronto, cariño. Para tu cumpleaños podría ser —le acarició los cabellos con ternura. Lara sonrió, mientras miraba por la ventanilla y se llenaba de la plenitud que representaba estar al lado de su familia. Había iniciado la universidad hacía
—Estoy bien, mamá. Estoy bien —aseguró Ben, por enésima vez, a una Roussa muy agitada. —Gracias al cielo —dijo la mujer con lágrimas en los ojos, mientras lo abrazaba al punto de casi asfixiarlo—. Ahora cuéntame, ¿qué pasó? ¿Cómo es que lograste salir del auto antes de que cayera al río? —Supongo que ha sido un milagro, mamá —contestó recordando a Lara y a la llamada que había hecho a servicios sociales esa misma tarde. Para ese momento estaba seguro de que Lara y sus hermanos se encontraban en un mejor lugar. O, al menos, eso era lo que esperaba.—Estoy tan feliz de que así haya sido —sonrió la mujer por primera vez en varios días. —Regresa a casa, mamá. Yo alquilaré otro lugar donde quedarme —le explicó sus planes para que se fuera más tranquila. —¿Eso quiere decir que no volverás a la mansión?—¿Qué me queda ahí? Roussa hizo una mueca, recordando lo mal que estaban las cosas, pero aun así contestó: —Supongo que yo —se señaló. —Si me quedas solamente tú. Te aprecio, mamá, per
Damián había estado posponiendo la visita a la casa de Amaya, para darle tiempo de asimilar su nueva situación. Sin embargo, la última información recabada por el investigador privado de su madre hizo que saliera disparado de su oficina con dirección a dicho lugar. Maldijo mientras apretaba el acelerador del auto y miraba su teléfono celular, dónde varias fotografías de las niñas se mostraban insistentemente. Esto era más de lo que estaba dispuesto a tolerar. No permitiría una cosa así. Al llegar a la casucha dónde Amaya se había llevado a las niñas, no paró de llamar y gritar, pero nadie le atendía. Uno de los vecinos se acercó, informándole que no había nadie en la casa. —¿Sabe dónde puedo encontrar a la mujer que vive aquí? —Ella está trabajando en una panadería cercana —le indicó la dirección. Y Damián llegó en menos de cinco minutos a dicho lugar. Amaya llevaba puesto un delantal y se encontraba limpiando algunas mesas que habían sido recién desocupadas, cuando alzó la mirad
Amaya pasó toda la noche llorando. Sentía el deseo de decirle a su madre que se fuera de la casa, después de todo, o era ella o eran sus hijas. Las alternativas para convivir todas juntas eran escasas. No podía aceptarla con su adicción, era peligrosa. Sin embargo, allí estaba Isaura, durmiendo en el sillón como si horas antes no hubiese amenazado con quitarse la vida delante de sus ojos. No sabía qué hacer para ayudarla. Pero lo único que tenía claro era que no podía abandonarla…Lastimosamente, las consecuencias de acarrear con una madre drogadicta eran demasiado altas. Y Amaya lo descubriría ese mismo día, cuando una citación del tribunal llegaría hasta la puerta de su casa.Al leer el papel, rápidamente se asomó a la puerta, mirando en todas direcciones. Se sentía paranoica, acababa de mudarse y ya la fiscalía estaba al tanto de su nueva dirección. No tenía sentido. Pero sin importar qué, no podía permitir que Damián le quitara a las niñas. La fecha para la primera audiencia
—Se levanta la sesión—el golpe del mazo resonó en la sala—. Nos reuniremos mañana a esta misma hora para la deliberación. El sonido de pasos y asientos rodarse fue todo lo que se escuchó, mientras Amaya se quedaba sentada en su puesto, demasiado aturdida como para procesar lo que acababa de pasar. Tenía veinticuatro horas para hacer que ocurriera un milagro y así poder poner a aquel tribunal a su favor. «¿Pero cómo?», se preguntó volteando a ver a su abogado, quien aparentemente ya había tirado la toalla y le regalaba una mirada cargada de disculpas. —Señor González… debe haber una manera —suplicó, su voz sonó demasiado débil y angustiada. La expresión del abogado se tornó más decaída, dándole a entender que ya no había nada más que hacer, las cartas estaban echadas. Amaya sintió que sus ojos se llenaban de más lágrimas y se negó ante la posibilidad de esperar a que le arrebataran a sus hijas. De repente, una idea cruzó su mente y se levantó rápidamente, mientras corría de f
Amaya llegó a casa, despidió a la niñera y comenzó a hacer la maleta. Su madre no estaba, como cosa rara había desaparecido y no tenía idea de a dónde se encontraba. Pero no tenía tiempo para pensar en Isaura, necesitaba hacer esto rápido. Las niñas siguieron cada uno de sus movimientos en silencio, con sus ojitos grises expectantes. —Todo estará bien, mis pequeñas —les aseguró—. Nadie las alejará de mi lado. Dicho esto, terminó de empacar y llamó a un taxi. Sacando cuentas mentales, tenía lo justo para un boleto de avión a un destino cercano. Una vez llegarán a Dinamarca, se establecerían un tiempo en algún suburbio, mientras reunían algo de dinero para marcharse a tierras más lejanas. En una ciudad repleta de gente, esperaba que no la encontrarán. Sin embargo, lamentablemente nada saldría como ella lo estaba planeando. Al llegar al aeropuerto, se dirigió rápidamente a la taquilla para comprar el vuelo. No podía evitarlo, su pie izquierdo no dejaba de temblar con visibles nervi
Ben no quería estar en esa oficina, pero su madre había insistido tanto que no le quedó más alternativa que acceder a regresar al trabajo.Esa última semana, Aníbal había hecho hasta lo imposible para que Roussa lo perdonara y, obviamente, eso incluía disculparse con él. —Regresa al trabajo. Tú muy bien lo dijiste el otro día, sin importar que, seguirás siendo un Greiner —fueron sus palabras. A aquella declaración le faltó sentimientos y convicción, pero no tenía ánimos de discutir con Aníbal. Al igual que tampoco tenía ánimos de estar en dicha empresa, sin embargo, aquí se encontraba, en la oficina que le había sido asignada hacía unos meses atrás.Había escuchado sobre el juicio de Amaya, también había escuchado sobre el veredicto dictado por el juez y no pudo hacer otra cosa que pensar en lo mal que seguramente la estaba pasando. Seguía siendo su esposa y se suponía que su corazón seguía queriéndola, no se dejaba de amar en un solo día. Pero a pesar de eso, no se sentía con el d