Damián había estado posponiendo la visita a la casa de Amaya, para darle tiempo de asimilar su nueva situación. Sin embargo, la última información recabada por el investigador privado de su madre hizo que saliera disparado de su oficina con dirección a dicho lugar. Maldijo mientras apretaba el acelerador del auto y miraba su teléfono celular, dónde varias fotografías de las niñas se mostraban insistentemente. Esto era más de lo que estaba dispuesto a tolerar. No permitiría una cosa así. Al llegar a la casucha dónde Amaya se había llevado a las niñas, no paró de llamar y gritar, pero nadie le atendía. Uno de los vecinos se acercó, informándole que no había nadie en la casa. —¿Sabe dónde puedo encontrar a la mujer que vive aquí? —Ella está trabajando en una panadería cercana —le indicó la dirección. Y Damián llegó en menos de cinco minutos a dicho lugar. Amaya llevaba puesto un delantal y se encontraba limpiando algunas mesas que habían sido recién desocupadas, cuando alzó la mirad
Amaya pasó toda la noche llorando. Sentía el deseo de decirle a su madre que se fuera de la casa, después de todo, o era ella o eran sus hijas. Las alternativas para convivir todas juntas eran escasas. No podía aceptarla con su adicción, era peligrosa. Sin embargo, allí estaba Isaura, durmiendo en el sillón como si horas antes no hubiese amenazado con quitarse la vida delante de sus ojos. No sabía qué hacer para ayudarla. Pero lo único que tenía claro era que no podía abandonarla…Lastimosamente, las consecuencias de acarrear con una madre drogadicta eran demasiado altas. Y Amaya lo descubriría ese mismo día, cuando una citación del tribunal llegaría hasta la puerta de su casa.Al leer el papel, rápidamente se asomó a la puerta, mirando en todas direcciones. Se sentía paranoica, acababa de mudarse y ya la fiscalía estaba al tanto de su nueva dirección. No tenía sentido. Pero sin importar qué, no podía permitir que Damián le quitara a las niñas. La fecha para la primera audiencia
—Se levanta la sesión—el golpe del mazo resonó en la sala—. Nos reuniremos mañana a esta misma hora para la deliberación. El sonido de pasos y asientos rodarse fue todo lo que se escuchó, mientras Amaya se quedaba sentada en su puesto, demasiado aturdida como para procesar lo que acababa de pasar. Tenía veinticuatro horas para hacer que ocurriera un milagro y así poder poner a aquel tribunal a su favor. «¿Pero cómo?», se preguntó volteando a ver a su abogado, quien aparentemente ya había tirado la toalla y le regalaba una mirada cargada de disculpas. —Señor González… debe haber una manera —suplicó, su voz sonó demasiado débil y angustiada. La expresión del abogado se tornó más decaída, dándole a entender que ya no había nada más que hacer, las cartas estaban echadas. Amaya sintió que sus ojos se llenaban de más lágrimas y se negó ante la posibilidad de esperar a que le arrebataran a sus hijas. De repente, una idea cruzó su mente y se levantó rápidamente, mientras corría de f
Amaya llegó a casa, despidió a la niñera y comenzó a hacer la maleta. Su madre no estaba, como cosa rara había desaparecido y no tenía idea de a dónde se encontraba. Pero no tenía tiempo para pensar en Isaura, necesitaba hacer esto rápido. Las niñas siguieron cada uno de sus movimientos en silencio, con sus ojitos grises expectantes. —Todo estará bien, mis pequeñas —les aseguró—. Nadie las alejará de mi lado. Dicho esto, terminó de empacar y llamó a un taxi. Sacando cuentas mentales, tenía lo justo para un boleto de avión a un destino cercano. Una vez llegarán a Dinamarca, se establecerían un tiempo en algún suburbio, mientras reunían algo de dinero para marcharse a tierras más lejanas. En una ciudad repleta de gente, esperaba que no la encontrarán. Sin embargo, lamentablemente nada saldría como ella lo estaba planeando. Al llegar al aeropuerto, se dirigió rápidamente a la taquilla para comprar el vuelo. No podía evitarlo, su pie izquierdo no dejaba de temblar con visibles nervi
Ben no quería estar en esa oficina, pero su madre había insistido tanto que no le quedó más alternativa que acceder a regresar al trabajo.Esa última semana, Aníbal había hecho hasta lo imposible para que Roussa lo perdonara y, obviamente, eso incluía disculparse con él. —Regresa al trabajo. Tú muy bien lo dijiste el otro día, sin importar que, seguirás siendo un Greiner —fueron sus palabras. A aquella declaración le faltó sentimientos y convicción, pero no tenía ánimos de discutir con Aníbal. Al igual que tampoco tenía ánimos de estar en dicha empresa, sin embargo, aquí se encontraba, en la oficina que le había sido asignada hacía unos meses atrás.Había escuchado sobre el juicio de Amaya, también había escuchado sobre el veredicto dictado por el juez y no pudo hacer otra cosa que pensar en lo mal que seguramente la estaba pasando. Seguía siendo su esposa y se suponía que su corazón seguía queriéndola, no se dejaba de amar en un solo día. Pero a pesar de eso, no se sentía con el d
Sus latidos aumentaron en tempo, mientras se quedaba perdida en los ojos amables del hombre que tenía al frente. La calidez del tacto de Ben hizo que su mente recordara momentos más cálidos y agradables, momentos que creía ya olvidados. Por ejemplo, recordó cuando estaba al lado de su familia, cuando sus padres aún vivían, cuando sus hermanos la perseguían por toda la casa. Todo era felicidad y risas, antes de que se convirtiera en soledad y lágrimas…La verdad era que no tenía idea de por qué el contacto de un desconocido provocaba esta reacción en ella, quizás era debido a su falta de cariño, a la desesperanza de no volver a ver a sus hermanos, no lo sabía. Pero en silencio lo agradecía. Sin embargo, a pesar de lo reconfortante que se sentía, seguía estando muy enojada con Ben, quien había defraudado su confianza luego de que se la otorgara aquel primer día. Lara se alejó de su suave toque y lo miró fieramente. Sus ojos demostraron toda su determinación y deseo de venganza. Quería
Desde que salió de su departamento supo que esto era una pésima idea, pero lo cierto era que necesitaba dar por finalizado este capítulo en su vida. Amaya seguía siendo su esposa y aunque la quisiera evitar, hasta que no firmarán los benditos papeles, seguía siendo parte de su responsabilidad. Solamente necesitaban acordar el lugar y la fecha para firmar el divorcio. —Ben —susurró ella, al verlo llegar. —Amaya, es tarde. Hay mejores horas y lugares para hablar sobre esto —le contestó secamente—. Pero bueno ya estamos aquí, entonces te agradezco que seas breve. —Yo… sé que mi presencia te incomoda, Ben, pero necesito que me escuches —comenzó, su voz temblorosa producto de los nervios y la posibilidad de un rechazo—. Me comporté muy mal, lo sé, herí tu corazón e hice cosas de las que me arrepentiré siempre, pero por favor, no me juzgues tan duramente. Dame una oportunidad, dame la oportunidad para recuperar lo bonito que nos unió en el pasado.—¿Y qué se supone que fue eso exactamen
Amaya no supo qué sentir cuando regresó a aquella pequeña casa y la encontró completamente vacía, la oscuridad lo bañaba todo y sus ojos se humedecieron al recordar la ausencia de sus hijas. Sus pasos vacilantes hicieron eco en la diminuta estancia, mientras las palabras de Ben se repetían como un mantra. “Tú y yo no tenemos nada más de qué hablar, a menos que el tema en cuestión sea referente al divorcio. Pero te ahorraré la molestia, mis abogados se encargarán de contactarte muy pronto”Ahora sí, de manera oficial, estaba completamente sola. Lo peor del caso era que hasta Isaura se había marchado, no sabía si eso le alegraba o le preocupaba, su madre estaba en un grave estado de drogadicción y no tenía a nadie más a quien recurrir. Lamentablemente, tuvo que reconocer que no podía hacer nada, no se podía ayudar a quien no quería ser ayudado. Con eso en mente se dejó de caer en el suelo, no sin antes haber tomado una botella de licor que Isaura había olvidado. Destapó aquello y