Pastelito

Aiden

Han sido días complicados. Quería quedarme con Rachel, pero tampoco puedo desatender a mis pacientes. Además, ella no ha tenido su espacio durante estas semanas, pues he estado buscando la manera de mantenerla concentrada en otras cosas y no en las situaciones difíciles a las que actualmente se está enfrentando.

Durante mi jornada de trabajo, Nitza entró a mi despacho y me señaló el teléfono.

—Su mujer está en la línea tres, doctor.

—¿Mi mujer?

—Sí.

Me fue sumamente extraño, aun así, respondí la llamada. ¿Cómo podría ser Rachel, si jamás le he contado sobre esto?

—¿Estás muy ocupado?

—No. ¿Sucedió algo en la casa, duendecilla?

—No.

—¿Cómo sabes el número de mi clínica?

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