El viento soplaba suavemente por la ventana, el Nefilim entra a la habitación para contemplar a Renata dormir, sintió una gran urgencia de besarla cuando se giró boca arriba estirándose, ver esos suaves labios y su rostro tan relajado, sin la tensión del miedo o del peligro en ella, la luz que emitían las farolas de keroseno la hacía ver casi angelical, se aferró más a las mantas y farfulló algo que a Darién le causó algo de gracia, vio como ese maldito anillo brillaba en su dedo, tendrían que buscar un espejo o un cristal lo suficientemente grande para entrar a la casa de Aracne o hacer para que ella entrara, frunció el ceño y salió de la habitación sin hacer ruido. Renata soñaba, soñaba con Darién y todas aquellas cosas que él le mostró, y otras cosas más que no recordaba, pero le eran conocidas, vio como se sumergían en un beso profundo bajo el cielo estrellado, ella siendo amada por Darién, sus labios recorriendo su piel hasta hacerla gemir de placer, y… ─ Mátalo ─. Rena
Esa noche todos celebraron en casa en casa de Adara, Steffany, Adara, Grace y… Elaine, elevaron un brindis por Steffany y el ascenso de Adara. ─ Hermana Adara ─. Llamó Elaine cortando con la celebración. ─ ¿Si? ─ No quiero ser pesimista, pero…─ Pensemos en eso más tarde ─ ¿Qué quieres decir Elaine? ─. Preguntó Steffany intrigada, tomando una rebanada de pizza. ─ Ahora es cuando tus pasos como novicia incrementan, serán más exigentes, debido a que eres Nefilim ─ Aclaró Adara. ─ Eso es lo que quería saber, ¿Por qué a los Nefilim se les exige más? ─ No quiero sonar clasicista pero, es debido a que somos como una especie de seres superiores ─. Aclaró Adara. ─ ¿Por qué a los humanos no? ─ Debido a que son demasiado vulnerables, sus mentes son inestables, delicadas por decir lo menos, hay que tratarlos con más cuidado ─ ¿Tu eres Nefilim, Elaine? ─. Preguntó Steffany. ─ No, soy humana ─. Steffany parpadea en asombro. ─ Humana y ¿Dijiste que tenías cuanto? ─. La conversación se int
La mañana siguiente se despertó, feliz, libre, sobre todo libre, no había sortija, ni peso en su dedo, solo un pequeño ardor que fácilmente se podía ignorar, su mente estaba más clara y se lo debía a él, al extraño de ojos plateados. ─ Buenos días ─. Canturreó Darién suavemente, Renata le sonríe cariñosamente con unos ojos somnolientos, ella no quería levantarse de su pecho, se sentía tan cómoda allí. ─ Tenemos que viajar ─. Anunció Darién acariciando el cabello de Renata. ─ Cinco minutos ─. Gimió Renata acomodándose más a gusto sobre Darién. ─ Solo tenemos un par de semanas ─ ¿Un par de semanas? ¿Para qué?, ¿Para donde? ─ Tenemos que viajar a España ─ ¿Para qué? ─. Pensándolo mejor, Darién consideró en llevarla primero a casa de Aracne, pero dadas las circunstancias. ─ Dame un momento ─. Dijo Darién adentrándose al baño, Renata se quedó sentada en la cama con hombros caídos, algo desanimada, no quería levantarse, latidos después escuchó al Nefilim hablar con alguien, Renata
Los alrededores de la granja se encontraban en pleno silencio, ni una pizca de brisa se sentía afuera, Darién sale con cautela mirando a todos lados. ─ ¿Escuchas algo? ─. Susurró Darién. ─ No oigo nada ─. Contestó susurrando. ─ Ese es el punto ─ ¿Y por qué estamos susurrando? ─ Ni las aves cantan, todo está tan… callado, será mejor salir de aquí, ahora ─. Un brillo, un trueno, Darién coloca su espada, una bala impacta con ella, la bala iba directo a la cabeza de Renata, él la toma entre sus brazos y en un parpadeo convoca sus alas y despega, por el fuerte despegue Renata ahoga un grito apretando sus dientes, Darién zigzaguea provocando que el tirador no tenga buena puntería, mientras que el estómago de Renata se revuelve con Darién haciendo piruetas en el aire. Sofía tiritaba acurrucada en un rincón de la celda, sollozando, una parte de ella se sentía tan miserable por haber cometido semejante traición, pero otro lado no sentía remordimiento alguno, aquella confusión la esta
Para finalizar, les explicó que Wyatt se encargaría en conjunto con Grace y los soldados en guiar a su pueblo al punto de encuentro y buscaría de contactar lo más pronto posible con Darlen y Caroline, el pecho de Steffany se llenó de orgullo y amor por su madre, tan tremendo honor ser tomada en cuenta para liderar los ejércitos de la reina, ¡una general suplente!, la segunda al mando de los ejércitos de su majestad. Las novicias, ante sus nuevas tareas, todas asienten, asignadas con sus respectivas Eternas maestras. Obviamente Steffany, fue asignada con Adara y Adara con Flora al igual que el resto de sus chicas, Adara era responsable de Steffany y de Elaine, cada una le asignaron una sección de la ciudad subterránea, ellas liderarían la organización de mantener a todos los ciudadanos seguros, trabajarían en conjunto con algunos Nefilims guerreros, Lenaya encabezó la marcha levantando su mano agitándola al aire, en invitación a seguirla, todas la imitaron, pero en Lenaya aparece
Para seguirla escrutando, hizo su siguiente pregunta. ─ ¿Qué es lo que lo hace tan especial? ─ Un regalo que le di ─ ¿Cuál regalo? ─ Eso te lo tiene que decir él ─ Esta mierda no me lleva a ninguna parte ─. Gruñó Rosa. ─ Eres tú quien no hace las preguntas correctas, además, tu hermana debe saberlo ─ No lo creo ─ Ellos… ellos… ─. Aquella admisión de saber que Renata y Darién estaban juntos le hizo sentir como una daga de hielo traspasaba su pecho, cruda, lenta y dolorosamente, directo al corazón. ─ (suspiro profundo) Se aman lo suficiente, he de suponer que le ha contado muchas de sus cosas ─ ¿Alguna otra cosa relevante? ─ Su razón para trabajar con Arthax ─ ¿Qué otra razón puede ser que solo dinero?, (bufido), es un mercenario ─. Señaló Rosa mostrando sus manos ante lo obvio. ─ ¿Quién sabe? ─. Contestó Aracne, luego agregó. ─ Ni yo misma lo sé, tal vez hay algo más, una carga quizás, o una promesa ─ ¿Por qué trabajar con Arthax?, ¿Cómo te conoció? ─ El por qué no te lo…─ Si
Renata no supo cuanto habían caminado, tampoco le importaba, tanto que ver, muchos parajes y paisajes remotos muy hermosos, lástima que no tenía una buena cámara, echó un vistazo al sable que le había dado Darién antes de salir aquella granja, ahora colgando de su cintura, en el instante que la pudo ver bien quedó fascinada cuando caminaban entre los bosques apreciando el silencio y el calor de su mano, soltó de su mano solo para apreciar la espada aun más, la detalló con mucho cuidado, el acabado de la vaina y la empuñadura, sus ornamentos y brocados únicos, entre negro y dorado, cuando la sacó de su vaina quedó boquiabierta, la hoja negra muy similar a un cristal, brillante, y tan delgada, parecía que se rompería con un ligero golpe, probó su dureza, tan dura como debía ser una espada, con un tallado en la hoja, unos símbolos que parecían ser antiguos, no entendía nada de lo que decía, pero le daban un estilo exquisito. Deslizó un dedo en la hoja. ─ ¿De quién es? ─. Pregun
─ Escúchame por favor, solo… presta atención, por ahora no puedo explicarlo todo…─ No puede ser…─ Mónica escúchame ─ Tu, yo… jugaba contigo… en Florencia ─. Mónica desviaba su mirada a todas partes, pero a ningún lugar a la vez, como si miles de imágenes pasaran delante de ella, su respiración pesada y acelerada crecía conforme esas imágenes avanzaban, razón suficiente para que Lenaya se preocupara. ─ Mónica, estás híper ventilando ─. Decía tendiendo una mano con cautela hacia su hermana. ─ Éramos amigas de niñas, lo sabía… pero… ─ Respira por favor ─ Pero…─. Mónica se coloca una mano en el pecho, le costaba respirar, buscó a su alrededor, para aferrarse a algo, algo o a alguien. No supo, pero necesitaba espacio, aquel lugar de pronto se volvió estrecho, las paredes se le venían encima, se ahogaba, recuerdos tras recuerdos golpearon su mente, recuerdos de una infancia con su mejor amiga, su hermana, Mónica se sujeta la cabeza con fuerza y gruñe de dolor cayendo de rodillas,