Mason esperó paciente a que Nancy llegara a su cita, era en lo alto de la colina y se podía apreciar los campos de los alrededores bajo el hermoso manto del atardecer.Se sentía inquieto y muy nervioso y no lograba entender por qué pedir su mano lo ponía ansioso, pero tampoco iba a pensar demasiado o terminaría arrepintiéndose. Su corazón latía fuerte y rápido, una señal clara que anticipaba la respuesta de la chica.Observó el panorama dándole la espalda a la mesa, tratando de ordenar sus pensamientos y de calmar su inquieto corazón. Si Nancy le decía que sí sería el hombre más feliz del mundo, pero si le decía que no, no sabía cómo reaccionar ante ello y su corazón dolía nada más con imaginar la negativa. ¿Se estaba precipitando? Se volvió a hacer la misma pregunta por milésima vez, pero como respuesta se dijo así mismo; ¿por qué esperar más si es a ella a quien amo tanto? ¿Por qué ocultar que deseo una vida a su lado? Suspiró con pesadez, alegando sus pensamientos contradictorios
Tres meses pasaron demasiado rápidos para la pareja que vivía en un idilio de amor. Tanto Nancy como Mason no querían que el fin de las vacaciones del hombre llegaran, pero la realidad reventó su burbuja y los hizo pensar una vez más en la angustia que de nuevo sentirían al momento que se alejaran.Pero ahora había promesas de por medio y era por ellas que la ilusión de un pronto reencuentro les golpeaba el pecho con fuerza y los hacía anhelar con un todo.Durante los tres meses que pasaron se amaron tanto, se juraron un amor que no sería derrocado por nada ni por nadie, pese a que ellos sabían que el futuro era incierto e impredecible. No obstante, sus corazones latían en la misma sincronía y solo la muerte podría quebrantar ese amor tan bonito y sincero que se tenían.Se encontraban envueltos en un abrazo que ninguno de los dos quería romper. Se despedían una segunda vez, pero el sentimiento de Nancy de no dejarlo ir de sus brazos se arraigó en su ser. Así que se sujetó de su novio
Mason estaba acostumbrado a sus duros entrenamientos, a cumplir estrictamente con cada orden que su superior le dictara, después de todo, llevaba muchos años sirviendo a su país y acatando órdenes sin rechistar. Pero esa vez era diferente, y no se trataba de su entrenamiento, sino de esa sensación que lo agobia y no le permitía concentrarse por completo.Nancy estaba en su mente a cualquier hora del día. Su dulce sonrisa, sus carnosos labios, su piel canela, sus ojos marrones y grandes lo ponían bajo tensión. Podía palparla en sueños, como si se tratara de una realidad alterna, pero no era más que un espejismo que le trataba de decir que ahí estaba con él y para él.La extrañaba con gran locura y no había pasado más que unas cuantas semanas desde la última vez que la vio. Nunca había extrañado tanto a una persona, lo que le dejaba en claro que era la mujer correcta de su vida, con la que anhelaba formar una familia y ser feliz por el resto de sus días.Sonrió al recordar la promesa qu
La joven que se encontraba realizando algunas cuentas en el restaurante, levantó la mirada al televisor que estaba encendido cuando una noticia resonó en sus oídos y captó toda su atención. Hizo un gesto de compasión al ver cómo las personas corrían y eran atacadas, mostrando el caos que toda guerra traía consigo. No entendía cómo podía existir tanto mal en el mundo y que cayeran justos por pecadores, niños inocentes que apenas estaban empezando a vivir y familias enteras que no podían escapar de un infierno que no merecían vivir. La reciente guerra que se había desatado en Siria le daba vuelta al mundo. —¿Qué haces? —su amiga la interrumpió.—Estoy haciendo cuentas ya que Liam no puede hacerse cargo de ellas —Nancy hizo un gesto gracioso que le sacó una sonrisa a su mejor amiga. aun sin apartar la mirada del televisor—. Aun se me dificultan las matemáticas. —¿Necesitas ayuda en algo?—De hecho...—El gobierno de los Estados Unidos ha dispuesto miles de hombres para apoyar la actu
—¿Cómo has estado? —le inquirió la mujer de mediana edad a la chica, mientras tomaban juntas una taza de café y comían algunos panecillos de queso. Nancy miró su taza de café por largo rato sin decir ni una sola palabra. Desde hacía unos meses se había convertido en una chica de pocas palabras y mirada ausente.No se encontraba nada bien si era completamente honesta, pero no le iba a decir a la madre de su novio que estaba mal y que sentía morir de una manera muy lenta y agónica. Así que fingió una sonrisa que la mujer supo interpretar de inmediato y la miró a los ojos, —He estado muy bien —respondió finalmente—. ¿Cómo están las cosas en la granja? Lamento no haber podido venir antes a visitarlas, pero había tenido mucho trabajo en la universidad y en el restaurante.—No te preocupes, entiendo a la perfección que tienes tus cosas que hacer en casa. Nosotras estamos bien, aunque ya sabes... —la tomó de la mano y el corazón de Nancy se arrugó—. Nos hace falta Mason, al menos saber
Carla se mordía las uñas mientras veía a su mejor amiga dar vueltas en la habitación y apoyar la frente en la puerta de su baño. La ansiedad, el miedo y los nervios la tenía hecha pánico y a punto de volarse la cabeza.Llevaba dando vueltas con una ansiedad crónica por más de veinte minutos, indecisa de entrar de nuevo al baño, negándose a que estuviera pasando una situación de esas justo en ese punto de su vida. —¡Esta angustia va a matarme, Nancy! —exclamó la rubia, poniéndose de pie de un salto—. Si no entras tú, lo haré yo.—No puedo... Tengo miedo, Carla.Su amiga se acercó a ella y la tomó por los hombros, mirándola fijamente a los ojos. Debía admitir que se sentía igual de nerviosa y temerosa, pero tampoco era como si una prueba de embarazo casera fuese una bomba.—Es mejor si sabemos la respuesta de una vez por todas. Quizás solo se trata de un susto, ya sabes, Andrés suele hacer de las suyas y pegarnos sustos para que seamos más precavidas y responsables. Nancy suspiró, baj
El tiempo parecía haberse detenido para Nancy a pesar de que los días pasaban con suma rapidez ante sus ojos. Las horas parecían que se habían convertido en segundos, nada más era parpadear y ya estaba volviendo a amanecer. Nunca se le había pasado el tiempo tan rápido y a la vez tan lento y agónico.Su mirada brillaba diferente y cientos de emociones la invadían desde hacía un tiempo. Se sentía feliz y emocionada, pero también triste y melancólica. Durante su embarazo sus sentimientos y emociones se habían agudizado de una manera que no podía entender. Había días en los que solía llorar por los recuerdos y la distancia de su amor, encerrarse en un caparazón de soledad y tristeza, y otros, simplemente reír y hacerse ilusiones tras tocar su abultado vientre.Ya había perdido la cuenta de cuántos meses habían pasado desde la última vez que había visto Mason, pero eran muchos desde su punto de vista. Su embarazo estaba sumamente avanzado y sentía temor de que no pudiera darle la noticia
La sonrisa en el rostro de Nancy no podía ser más sincera y brillante. Por largos meses vivió llena de miedo y angustia, pero nada más con escuchar su voz, la esperanza creció en su pecho con gran fuerza e hizo que todos esos temores menguaran considerablemente. Se encontraba dejando todo listo para la universidad cuando su mejor amiga llegó con toda clase de cosas para el bebé. Algunos de sus profesores le habían dado tiempo para presentar los trabajos, ya que pronto daría a luz y tendría que ausentarse por un par de meses de sus clases. Quería dejar todo organizado para que no se le acumulara tanto trabajo después luego del nacimiento.—El director te dio el permiso, no entiendo por qué debes hacer trabajos que son para después. —Porque después será mucho más complicado dividirme en dos. Si puedo adelantar algo ahora, no tengo problema con ello —miró los paquetes que había dejado sobre su cama—. ¿Qué compraste?—Ropa, zapatos y cositas que mi sobri necesita —dijo mientras dejaba b