El tiempo parecía haberse detenido para Nancy a pesar de que los días pasaban con suma rapidez ante sus ojos. Las horas parecían que se habían convertido en segundos, nada más era parpadear y ya estaba volviendo a amanecer. Nunca se le había pasado el tiempo tan rápido y a la vez tan lento y agónico.Su mirada brillaba diferente y cientos de emociones la invadían desde hacía un tiempo. Se sentía feliz y emocionada, pero también triste y melancólica. Durante su embarazo sus sentimientos y emociones se habían agudizado de una manera que no podía entender. Había días en los que solía llorar por los recuerdos y la distancia de su amor, encerrarse en un caparazón de soledad y tristeza, y otros, simplemente reír y hacerse ilusiones tras tocar su abultado vientre.Ya había perdido la cuenta de cuántos meses habían pasado desde la última vez que había visto Mason, pero eran muchos desde su punto de vista. Su embarazo estaba sumamente avanzado y sentía temor de que no pudiera darle la noticia
La sonrisa en el rostro de Nancy no podía ser más sincera y brillante. Por largos meses vivió llena de miedo y angustia, pero nada más con escuchar su voz, la esperanza creció en su pecho con gran fuerza e hizo que todos esos temores menguaran considerablemente. Se encontraba dejando todo listo para la universidad cuando su mejor amiga llegó con toda clase de cosas para el bebé. Algunos de sus profesores le habían dado tiempo para presentar los trabajos, ya que pronto daría a luz y tendría que ausentarse por un par de meses de sus clases. Quería dejar todo organizado para que no se le acumulara tanto trabajo después luego del nacimiento.—El director te dio el permiso, no entiendo por qué debes hacer trabajos que son para después. —Porque después será mucho más complicado dividirme en dos. Si puedo adelantar algo ahora, no tengo problema con ello —miró los paquetes que había dejado sobre su cama—. ¿Qué compraste?—Ropa, zapatos y cositas que mi sobri necesita —dijo mientras dejaba b
Estallidos, balas y gritos rezumbaban en los oídos de la mujer que estaba dando a luz, como un eco lejano de una realidad lejana de sí misma, pero no era más que el recuerdo de lo que había visto horas antes en las noticias y se había quedado grabado en su mente.Nancy cerró los ojos llenos de lágrimas, dando el último aliento de su cuerpo antes de que el llanto de un bebé inundara la sala de partos y el doctor gritara "Es un niño", disipando todo ese mal recuerdo que no podía sacar de su cabeza. Cayó sudorosa y cansada, tratando de normalizar su respiración y la fuerza y rapidez con la que su corazón latía. Veía las enfermeras ir y venir de un lado a otro y al doctor darle una breve felicitación.Sus lágrimas salieron a borbotones de sus ojos al ver a lo lejos cómo una enfermera acercaba a su hijo y lo ponía sobre su pecho. Todo imaginó esa mañana cuando despertó, menos que ese día al fin conocería la cara de su bebé. Cientos de emociones la dominaban, desde la felicidad absoluta h
Meses después—¿Puedo comer helado, tía Nan? —la pregunta de la pequeña Vicky trajo a la mujer a la realidad y le recordó el día en que conoció a Mason. —Por supuesto que sí —le sonrió con el corazón afligido ante el recuerdo—. ¿Qué sabor quieres? —¡Chocolate!Se levantaron de la banca del parque y caminaron por el sendero hasta llegar al semáforo. La mente y el corazón de Nancy se llenaba de recuerdos, de cuando Vicky se perdió de su vista y conoció la mirada más hermosa y atrayente que ha podido tener el gusto de admirar en su vida.El tiempo había pasado tan rápido y ella sentía que no había disfrutado lo suficiente a su lado, que aún tenía mucho que darle, así como él entregarle. Pero su esperanza de que pudieran cumplir sus promesas moría con el paso de los días. Ahora, tiempo después y en diferentes circunstancias, se sentía tan sola como en aquel tiempo cuando sus caminos se cruzaron, caminando por un laberinto sin salida. Meses de incertidumbre, de dolor, de llanto, de so
Después de tantas noches en vela y días verdaderamente infernales, deseando estar en casa y no en medio de un campo de guerra donde veía morir a personas inocentes y compañeros, el mundo que Mason conocía dio un vuelco al escuchar cuatro palabras que lo dejaron tan sorprendido como en una muerte súbita.Era imposible, pero a la vez era de esperarse ya que en sus últimos encuentros había olvidado por completo usar protección. ¿Acaso lo había hecho adrede? Se vio preguntando mientras sus ojos claros y con un nuevo brillo se enfocaban fijamente en su hijo. Su hijo, esa verdad detonó a su corazón. Si al ver a Nancy después de tanto y cuando pensó que iba a morir su corazón latía como un loco, saber que tenía un hijo con ella, desató el caos en su interior. No lo podía creer, quizás porque pensaba que estaba en uno de sus tantos sueños, pero el firme agarre de su hijo en sus dedos le decía que sí estaba pasando, que sí era muy real y no una ilusión como las que tuvo durante la guerra. Vi
Mientras Nancy reemplazaba el vendaje manchado de sangre del brazo de Mason por uno nuevo, el hombre ante ella la miraba con evidente diversión y picardía. Él, más que nadie, sabía que no podía hacer mucho movimiento ni grandes esfuerzos debido a su reciente operación, pero le fue imposible resistirse a la dulce miel que emanaba de su amada.—Te dije que esperáramos hasta que te recuperaras —siseó ella, molesta y avergonzada a iguales proporciones.—Anoche mientras gemías y estaba dentro de ti no me dijiste nada de eso. Estabas muy a gusto y complacida entre mis brazos. Nancy ajustó la venda con más fuerza de la debida, haciéndolo quejar y reír por igual. Cuando estaba avergonzada era simplemente hermosa ante los ojos del hombre. —Fueron muchas noches extrañándote, mi amor. Deberías saber que no podía contenerme tanto tiempo —le acarició la cadera con la mano libre y su sangre palpitó bajo su piel al verla morderse los labios—. Fue mucho tiempo el que estuvimos lejos. No puedo resi
Por la cabeza de la rubia pasaban mil cosas, unas más malas que otras, sin sentido alguno y que hacían que su corazón crepitara con fuerza. Trataba de reunir la fuerza suficiente para estar cara a cara de Roque después de tanto tiempo sin verlo. Aun podía recordar las últimas palabras que le dijo antes de marcharse, sembrando una ilusión que jamás pensó sentir en su interior. Debía admitir que al principio todo era diversión. Saldrían juntos un par de veces, la pasarían bien y cada uno se iría a su casa cuando todo acabara. Pero el tiempo empezó a pasar con lentitud entre cada encuentro y los sentimientos se involucraron irremediablemente entre ellos. No culpaba a su corazón por haberse enamorado, pues todo había sido mágico y casi perfecto hasta el momento en que tuvo que marcharse a una guerra. Pensó que lo soportaría. Era una chica fuerte y optimista, pero en el silencio y la soledad de su habitación se permitía romperse, temer y llorar su ausencia. Cada noche se rompía en mil pe
Mientras Carla cumplía uno de sus mayores sueños junto al hombre que, de una forma inusual y hermosa le había propuesto matrimonio en New York, Nancy y Mason buscaban con anhelo una casa para formalizar su hogar. Durante cinco días visitaron varias casas y se encantaron por tres de ellas, dubitativos por tener que elegir una que se ajustara a todas sus necesidades. La primera quedaba cerca de la universidad y del centro de la ciudad, algo que favorecía a Nancy. La segunda casa quedaba cerca de la de su abuela, en un sector más tranquilo, pero la casa contaba con solo dos habitaciones y no era tan grande como la quería, pero les gustaba que quedara cerca de la familia de la joven. La tercera quedaba a las afueras de la ciudad, era de dos plantas y cuatro habitaciones en total, con un hermoso jardín y un patio amplio para que Andrew pudiese jugar sin problema alguno. Mason ya tenía su elección, pero estaría de acuerdo con la que Nancy eligiera. Él prefería el silencio y la lejanía de