—¿Pero lo has cumplido?—¿Te divertiste en el baile? ¿En el mercado nocturno? ¿En el arcade? ¿De qué derechos sociales hablas? —Andrés soltó otra risa suave— Sonia, ¿realmente crees que eres irremplazable?En todos sus años de conocerse, esta era quizás la vez que más palabras le había dirigido. Pero cada una era como una daga que se clavaba directamente en su pecho.Sonia siempre supo que él era elegante y distante, pero antes al menos lo disimulaba. Ahora, incluso esa mínima cortesía había desaparecido. Su mirada de desdén y... disgusto, le recordaba a Sonia que su relación nunca había sido de iguales. Nunca lo fue, desde el principio hasta ahora.Por eso ella no tenía ningún derecho a hacer amigos. Era solo un objeto que le pertenecía. Y ahora que ese objeto estaba "sucio", naturalmente ya no lo quería.—Bájate, no me hagas repetirlo por cuarta vez —ordenó Andrés.Después de sostenerle la mirada un momento, Sonia soltó una risa y asintió.—Tienes razón —dijo— Gracias, señor Campos,
Era la primera vez que Sonia veía a Andrés así. Irónicamente, su expresión actual era mucho más... viva que cuando mantenía su habitual compostura fría y serena.Fue entonces cuando Sonia descubrió que sus emociones sí podían alterarse por ella. Qué novedad. Aunque claro, cualquier hombre se enfurecería al escuchar lo que acababa de decir.Sin embargo, en contraste con su furia, Sonia se sentía extrañamente tranquila. Después de sostenerle la mirada un momento, contraatacó: —¿No fui lo suficientemente clara? Dije...No pudo terminar. Andrés levantó la mano bruscamente.Era un gesto que Sonia conocía demasiado bien. Lo había experimentado tantas veces desde pequeña que sus ojos se cerraron por instinto, esperando el impacto de la bofetada.Pero el dolor anticipado nunca llegó. Lentamente, abrió los ojos.La mano de Andrés seguía suspendida en el aire. Su ceño permanecía fruncido, una vena palpitaba visiblemente en su sien bajo la mirada de Sonia.Ella sonrió: —¿Por qué no lo haces? Golp
Andrés normalmente despreciaba usar tales tácticas, y menos aún por Sonia... ella no lo merecía.Pero al ver su reacción, de repente le pareció fascinante. ¿Cuánto tiempo hacía que conocía a Diego? Si su información era correcta, el baile había sido su primer encuentro.¿Y ya tenían sentimientos tan profundos? ¿Qué había dicho antes? ¿Que Diego era más atento y considerado que él?Realmente... ridículo.Andrés jamás imaginó que en su vida, alguien lo compararía así. ¿Diego? Honestamente, ni siquiera se había dignado a mirarlo dos veces en la comisaría.Pero ahora, Sonia decía que no estaba a su altura.En ese momento, Sonia parecía una conejita acorralada, lista para morderlo. Y la persona que defendía... era Diego.A Andrés le parecía cada vez más absurdo.En ese momento, el teléfono de Sonia sonó. Ambos miraron la pantalla y sus expresiones cambiaron al ver el nombre.Sonia extendió la mano para colgar, pero Andrés fue más rápido, tomó el teléfono y contestó, activando el altavoz.—¿
—Discúlpeme señor Navarro, ella no puede atender su llamada ahora —Andrés ya había retirado su mano de bajo su falda.Mientras se desabrochaba el cinturón con una mano y sostenía el teléfono con la otra, añadió: —Pero no se preocupe, ella está... muy bien en este momento.Mientras hablaba, Andrés mantenía sus ojos fijos en Sonia. Después de aquel gemido, ella parecía haber abandonado toda resistencia y miraba fijamente el techo del auto.No respondía a la mirada de Andrés ni escuchaba lo que Diego decía al otro lado de la línea.Tras esas últimas palabras, Andrés colgó el teléfono y se inclinó sobre Sonia sin dudarlo.Sus cuerpos se ajustaban perfectamente, como siempre. Incluso la mirada antes amenazante de Andrés mostraba ahora placer, sus ojos ligeramente enrojecidos por el deseo que solo aparecía en estos momentos.Sonia ya no luchaba, sus manos, antes sujetadas por Andrés, caían lánguidamente. Andrés se inclinó para besarla, pero ella giró rápidamente la cabeza.Este gesto congeló
En una noche, había perdido toda su compostura y autocontrol.Sonia tampoco se quedó. Ni siquiera se arregló la ropa, simplemente salió abrazándose a sí misma.La puerta se cerró y Andrés pisó el acelerador. El Maserati negro pronto desapareció en la noche, y Sonia supo que probablemente sería... la última vez que se verían....Andrés regresó directamente a Villa Azulejo. Hacía mucho que no vivía allí.Durante estos dos meses, aunque Sonia no iba, él se había acostumbrado a vivir en Valle Verde.Daniela naturalmente se alegró de verlo volver.—¿Ha cenado? ¿Quiere que le...?—No es necesario —respondió Andrés rápidamente, subiendo las escaleras a grandes pasos.Al llegar arriba, descubrió que la puerta al final del pasillo estaba abierta. Era la antigua habitación de Sonia.Cuando se divorció, solo se llevó sus pertenencias personales, dejando casi todas las joyas y la ropa. Andrés no había hecho que la limpiaran, solo cerró la puerta con llave.Pero hoy...Daniela, que lo seguía, notó
—Sí.—Le he preparado un regalo, llévalo tú también —dijo Magdalena— El chico de los Flores... su posición social no es muy alta, pero es asunto de los Fuentes. Esperemos que sean felices.Mientras hablaba, Magdalena parecía observar a Andrés, esperando su reacción. Pero él permanecía impasible, respondiendo solo con un leve asentimiento.—¿Sonia estará en la fiesta de compromiso? —preguntó repentinamente Fabiola, que había permanecido en silencio.Este nombre rara vez se mencionaba ya entre los Campos. Cuando Fabiola lo pronunció, los otros dos fruncieron ligeramente el ceño.—¿No se ha desvinculado de los Fuentes? —preguntó Magdalena, mirando de reojo a Andrés.Él continuaba comiendo tranquilamente, su ceño ya relajado, como si ese momento de tensión hubiera sido imaginario.—Habrá muchos medios presentes —respondió Fabiola— Los Fuentes, sea como sea, mantendrán las apariencias.—Sí, es cierto.—Por eso creo que Andrés no debería ir —sugirió Fabiola— Yo puedo llevar el regalo.Miró a
—Andrés.Ana lo llamó con una voz llena de reproche, pero Andrés seguía sin mirarla. Sus ojos recorrieron primero el salón, frunciendo ligeramente el ceño.—Andrés —repitió Ana, incapaz de contener su angustia.Solo entonces Andrés pareció reaccionar. La miró brevemente mientras le entregaba su regalo: —Felicidades."Felicidades". Ana nunca imaginó que esto sería todo lo que recibiría, tan ligero y vacío. Sus manos se tensaron y, después de un momento, como si apenas despertara, extendió lentamente los brazos para recibir el regalo: —Gracias.La caja roja de terciopelo cambió de manos, y Ana rozó intencionadamente sus dedos. Estaban... fríos. Levantó la mirada, pero el rostro de Andrés permanecía impasible mientras retiraba su mano.En ese momento, Santiago se acercó.—Señor Campos, bienvenido —extendió su mano para saludar a Andrés.—En un día tan importante, ¿dónde está el señor Flores? —preguntó Paula repentinamente.—Está de viaje —explicó Santiago sonriendo— La empresa tiene un pr
Durante el viaje a Calle América, Andrés vio la publicación de Manuel en redes sociales.La ubicación era Costa Serena, pero no había ido solo. En una esquina de la foto, ¿quién más podría ser esa persona con abrigo blanco sino Sonia?Andrés frunció inmediatamente el ceño y ordenó: —Pare.El taxista lo miró extrañado, pero antes de que pudiera decir algo, Andrés ya había cerrado su teléfono: —Dé la vuelta, al edificio CUMBRE.Como el taxi iba por taxímetro, el conductor solo murmuró algo y cambió silenciosamente de dirección.Andrés permaneció sentado, mirando por la ventana inexpresivamente. Después de teclear varias veces en su teléfono, finalmente llamó a su asistente.—Consígueme un billete a Costa Serena....Sonia estaba ahora en Costa Serena. La película era una adaptación de su obra, aunque su participación como guionista no era significativa. No era imprescindible que viniera.Pero coincidía con la fiesta de compromiso de Ana.Así que no dudó en venir. Sin embargo, no esperaba