Hambre y desesperación
—Gracias por traernos, Nick —abro la puerta de casa y como una bala perdida entra Mikeila ignorando completamente al hombre que ha sido tan amable con nosotras.—De nada, Mikeila, tú también ten una muy bonita noche —dice Nick en un tono totalmente sarcástico dirigiéndose a Mikeila.
—¡Que te peten, Nick! Yo quería un taxi —responde borde subiendo las escaleras, frunzo el ceño enojada y grito.
—¡Por dios, Mikeila esa boca! ¿Qué diablos pasa por su cabeza? —suelto mirándola, ella se detiene en las escaleras se cruza de brazos y camina hasta mí.
—Le prometí al Sr que te diría la verdad sobre lo que paso esa noche… No me ha acosté con él, solo lo drogué y no tuve el valor de hacer nada —explico alzando sus ojos con soberbia. Parecí
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—Sorpréndame… mi Sr —tome el cinturón de mi pantalón acercándome a ella completamente desnudo, descargaría toda mi frustración en aquel cuerpo libidinoso que llamaba mis perversos deseos. Una y otra vez con fuertes latigazos golpee en su trasero mientras ella gemía con placer exigiéndome más, pidiendo que descargara todo en ella, sacando en mi… algo que ya no deseaba ser. Cuando su trasero ya estaba rojo como un fosforito y ella sudorosa con una respiración rápida, se irguió con rapidez y me empujo en el sillón pidiendo deseosa de mas. —Se muy malo conmigo… mafiosito —se puso el cinturón en su cuello, se sentó a horcajadas de mis piernas metiendo mi erección dentro de ella lentamente, jadee con dureza mirándola con intensidad. —¡Ahórcame como un loco, saca aquella vena despiadada que me pone cuando hablas! —esta mujer estaba completamente loca, pero quien era yo para caer en moralismos baratos, y actitudes hipócritas. Yo era peor que ella… Y mi pasado
La ley del amor La puerta se abrió de sopetón, cuando ya dispuesta a irme. De aquel yate salió una mujer subida en unos tacones negros de aguja con un traje de empresaria ejecutiva de alguna corporación, paso su mirada en mi con una sonrisa ladina, la mujer era más alta que yo con un cabello negro largo y una piel canela preciosa, se dispuso a recogerse el cabello en una coleta alta y elegante, me miro ladeando su cabeza, puso su mano en su barbilla mirándome como si me estuviera analizando. ¿Quién esta mujer? Que pregunta tan tonta lucia, quien más iba a ser, el ligue de Nikoly, y pensar que dijo aquellas palabras, será idiota. —Espera… no me lo digas, me gustan las adivinanzas —d
¶ Me escabullí fuera de las sábanas mientras el sol salía con pequeños rayos, me quedé mirando a Calipso que había llegado días atrás, hasta en eso me aguantaba el tonto, aun no entendía por qué seguía conmigo, con lo cabrón que era con él. Me puse mis pantalones en silencio mientras guardaba mi celular en la casaca, puse mi reloj en mi mano izquierda cuando oí resonar su voz en la habitación. —Otra vez te largas como una rata —alce mi mirada en él, viéndolo moverse hacia mí. —Tengo que salir… —Sí, no me digas el porqué, tu amo el sr te llamo —suspire con dureza terminando de poner mi camisa, me levante de la silla, y lo mire directo a los ojos. —El necesita de mi ayuda
Dios sabe cuan poco quería volver a inmiscuirme en esta m****a de mundo, no creía en un todo poderoso que nos manejara a su antojo, pero si existía estaba seguro que me veía con una sonrisa en sus labios. Él sabía que había sido un hijo de p**a, y me lo merecía…. Ares me tiro una chaqueta rota a la cara, lo mire con molestia y él sonrió. —¿Que? ¿quieres un abrazo? No me tienes muy contento. —¡Que te peten, imbécil! —soltó una carcajada alta y rebosante de energía. Habíamos aparcado en un callejo del distrito del Bronx, era aquí donde se movía más la droga, en donde los Yonkis venían por un poco de su droga favorita. Los camellos también tenían lugares estratégicos en los que ponerse a vender su mercancía, un solo gramo perdido y el hombre a cargo de sus productos te quitaría un dedo, era así como lo hacían para que hubiera una disciplina en el grupo. Jamás pude rosar la línea de vender droga, tal vez porque tenía la doble moral de creer
—Ares, estoy siguiendo aun tipo por todo Grop Steet, necesito que lo interceptes por la salida sur de la calle, ¡Ya! —exclame con rapidez sin darle tiempo a responder, casi lo perdía de vista, se movía con mucha agilidad entre el tumulto de gente borracha y música alta. Tiro una torre de cajas bloqueando mi camino, lo esquive con rapidez tomando uno de los puentes para bicicletas que tenía cada calle, podía verlo corre debajo del puente, cuando salió me subí a la barandilla del puente y salte quedando a unos pocos metros de él. Corrí con rapidez apuntándole con el arma, el tipo me miro asustado alejándose de mí en zancadas cansadas y lentas, cuando estuvo a punto de pasar la otra calle las luces de un auto lo iluminaron, el tipo se giró un micro segundo, pero antes de que lo pudiera evitar, el auto lo levanto con fuerza hacia al aire lanzándolo a unas calles. El tipo soltó un quejido grueso de dolor revolviéndose en el suelo, miré hacia el auto y dije. —Joder,
Como dos almas gemelas Los caprichos de la vida podían llegar a ser realmente molestos, pero más caprichosa podía ser una persona que se había guardado tantas cosas por tanto tiempo. Solté un fuerte y sonoro suspiro recordando el horrible día de ayer, había sido un día completamente de m****a y lo peor fue que tuve que trabajar de mal humor… doble turno y sala repleta de personas. Amaba mi profesión, pero hasta la persona más paciente se le acababa la calma. —Hola, papá. ¿Cómo estás? —dije sentada en la cama apunto de alistarme para ir a trabajar, tenía que hablar con el sobre la situación de Mikeila. —Bueno, cariño… no me puedo quejar, unos cuantos dolores
Esto era risible, ridículo, incoherente… Mikeila había perdido todo tipo de pensamiento lógico en su cabeza, ¡irse a vivir con el sr! Yo ya no sabía si era una broma, o Nikolay y ella revolcaban mis días apropósito, pero ¿qué pasaba en la cabeza de esa niña? Entre en la sala de espera como alma que llevaba el diablo, estaba tan enojada que quería darle patadas a ese desgraciado, los saludos de amabilidad no se hicieron de esperar, sonreí levemente con toda la cólera que llevaba por dentro devolviéndoselos mientras las camillas y enfermeras entraban y salían con rapidez de un lado a otro. El trabajo nunca acababa, llegué al ascensor y con fuerza apreté los botones, hervía por dentro. —¿Estas bien, señorita Lucia? —me gire para mirar a una de las doctoras del área de maternidad que también subía a la sala de emergencias, respire hondo y solté con firmeza. —Completamente bien—sonrió forzadamente, y despué
Seamos como dos extraños Levante mis ojos hacia ella con una sonrisa entre mis labios, ver su expresión de sorpresa tan natural… Joder como había olvidado lo mucho que me gustaba observarla reaccionar, su mano entre mis dedos, ese sentir… esa calidez, como extrañaba su piel suave. Déjame volver a sentirte de nuevo otra vez… Retiro con rapidez su mirada de mis ojos con molestia, el momento de sorpresa había pasado a una expresión fría y desdeñosa, y no era para más, la había tratado como una basura aquel día tan nefasto. —Como le decía, señor Nikolay… para nosotros es un gusto inmenso que usted quiera donarnos para ser nuestro benefactor, el hospital siempre recibe estas ayudas con gusto —aquel hombre hablaba y hablaba, simpleme