Crónicas del Sr
Crónicas del Sr
Por: Sra. F.J
Capitulo 1

                                                             PRESENTE

¡Sr!... ¡Sr!... ¡joder! ¡Nikolay, Abre los malditos ojos! —mis parpados se levantaron alarmado viendo el panorama que teníamos, el fuego se llevaba todo a su paso haciendo crujir la madera de las vigas, del suelo y todo lo que conformaba aquella cabaña. El sudor recorría mi frente llena de hollín y tierra, las llamas ondeaban en cámara lenta por todo el lugar subiendo un humo negro, parecía aquellas pinturas del recentismo, plagadas de detalles y simbolismos. Ares apareció en mi campo de visión rompiendo el bullicio de mi mente que trataba de calmarme hasta en los peores momentos. Disparo hacia el pasillo empujándome para que nos ocultáramos detrás de una de las cornisas del lugar, recargo su arma mientras los estridentes disparos de los camaradas de Tommaso nos acorralaban, mi pecho subía y bajaba agitado por la sangre que perdía a cada segundo que pasaba, goteaba por mis dedos cubriendo mi mano de un rojo carmín, y el arma que sujetaba como mi boleta de vida. Sostuve con fuerza mi brazo impidiendo que la sangre de aquel balazo se vertiera más, incliné mi cabeza hacia atrás presionando con fuerza mi quijada y respirando hondo. De repente, una bala voló por completo la orilla de la carniza donde me mantenía oculto, maldije entre labios cerrando los ojos, para luego tomar mi pistola con decisión. Salí de improvisto disparando con una certera puntería, el lugar se quedó en un silencio sepulcral cesando los disparos, solté todo el oxígeno entre mis dientes, sintiendo como mi brazo caía débilmente al lado de mi cuerpo, mis latidos se avivan tan rápido que podía escucharlo con tanta claridad, era de nuevo esa sensación… la adrenalina avisándome del peligro inminente. Tal vez este era mi final, pero antes me llevaría al hijo de p**a de Tommaso conmigo.

—¡No nos queda más tiempo… esta casa se caerá encima de nosotros!, ¡Tenemos que irnos! —negué con una sonrisa en mi rostro para luego soltar.

—Vete, tu… no me iré hasta quitarme esta lapida de la espalda, ese hijo de p**a tiene que morir —sin más arranque un pedazo de mi camisa tosiendo por el humo que empezaba a concentrarse en el lugar, até el pedazo de tela alrededor de mi brazo prácticamente dejándolo sin circulación.

—Sr… no digas tonterías, yo… —puse mi mano en su hombro mirándolo a los ojos casi al punto de desfallecer.

—Alguien te espera… y estoy seguro que ahora mismo debe estar llorando el idiota pretencioso de Calipso, dale la vida que tanto quiere —un silencio lleno aquel salón envuelto en llamas, un fuerte ruido de una columna nos alertó avisándonos que el tiempo era limitado, corrí hacia las escaleras para dejarlo atrás.

—¡Nikolay, Tienes que regresar… o juro por Dios que te saco yo mismo de la tumba! —¿volver? Acaso tenía algún lugar al cual volver, lo había perdido todo, pero aún existía aquella vocecita en mi cabeza que no me dejaba desistir. Recargue el arma contando cada bala mientras las acomodaba en el cargador, cada paso que daba era una bala que colocaba en el cargador, como una extraña manera de darle mi bendición, una de estas balas tenía que ser la que lo matara y por fin acabara con su vida. Aunque el humo espeso me quitaba visibilidad, sabia el camino de su habitación recordando los planos que meses atrás habíamos memorizado con Ares. Al llegar a la puerta la encontré entre abierta, me asome lentamente con el arma entre mis manos, recibiendo de bienvenida el impacto de un disparo departe de Tommaso, una emoción me embargo, por fin tenía a la rata entre las cuerdas, visualice un vidrio en el suelo, lo empuje con el pie para ver el reflejo de donde se encontraba exactamente. esperaba pacientemente apuntando a la puerta con una mirada llena de preocupación, sonreí de lado y solté.

—No sabía que tenías tan pocos modales. Tommaso… ni una copa nos ofreciste —solté alejándome lentamente sin darle pista de lo que haría. Tommaso maldijo entre dientes para soltar aun con el arma entre sus dos manos.

— figlio di puttana… Mataste a mi hija y ahora tienes los huevos de venir a mi p**a casa, ¡Volé tu p**a base dejándote en la m****a… deberías estar arrastrándote para pedir clemencia por tu existencia! —increpo dando algunos pasos atrás mientras apuntaba a la puerta, sin darle respuesta, di una fuerte patada a la puerta que provoco que disparar como loco gastando todo el cargador. Al ver que su arma solo emitía click, maldijo entre dientes lanzándome el arma que esquive con rapidez, le apunto con agilidad con una sonrisa saboreando mi victoria. De repente me lanzo la sabana encima que quite de un manotazo, y apuntando a su pierna dispare en su pie provocando que gritara y trastabillara en el suelo.

—Bastar…do….

—Enterarte que solo vivo para verte morir, tenemos distintos objetivos en la vida, Tommaso —solté caminando hacia él apuntando a su cabeza, me miro con una expresión de dolor para luego sonreír, rápidamente mi sonrisa se borró y con fuerza tiro una pequeña latita que exploto esparciendo un humo blanco denso en toda la habitación, me aleje con rapidez tosiendo con mi ojos entre cerrados, tape mi boca y nariz con el dorso de mi brazo para verlo susurrar un «Arrivederci» corrió hacia la ventana rompiéndola en miles de pedazos para subir sobre el techo, dispare con rapidez tratando de detener su escape, pero la rata aun podía correr lo suficientemente rápido dejando una hilera de sangre, maldije en alto sintiendo la debilidad y la vista cada vez más borrosa, había perdido mucha sangre mientras las oportunidades que el cabronaso de Tommaso muriera se volvían más improbable. ¿Cuándo podría ser capaz de salir de este maldito infierno? Saque el cargador y solo quedaban cinco balas, el tiempo tampoco estaba jugando a mi favor, veía como mi cuerpo me pedía un pare mientras mi mente me recordaba una y otra vez lo que significaría el dejarle ir de nuevo.

Corrí hacia la ventana subiéndome en la cornisa del techo, desde esta altura podía oír los vidrios explotar y la madera rompiéndose, seguramente ya no existía un primer piso al cual llegar el humo ascendía hacia el cielo mientras escuchaba en la lejanía las sirenas de ambulancias y demás grupos de emergencia. Las chispas del fuego volaban como pequeñas partículas destellantes, dispare unas cuantas veces hacia Tommaso que arrastraba su pierna herida con dificultad mientras escapaba por los tejados, trastabille cansado respirando a duras penas, cuando llegamos a la terraza aun intacta, apunte a Tommaso con dificultad que se encontraba contra las cuerdas sin salida alguna.

—Te divertiste lo suficiente escapando, que te parece si me dejas matarte para largarme de esta barbacoa viviente —solté sintiendo como temblaba mi muñeca y mi vista se teñía de un negro focal. Cuando apreté el gatillo sin contemplación casi al punto de caer al suelo, sonó aquel famoso clic que conocía de años viviendo en estas aguas, me había quedado sin una sola p**a bala en el cargador, esto era un maldito error de principiante. Tommaso sonrió a gusto viendo como mi arma dejaba de apuntarle para luego caer al suelo, esto no me habría pasado si no estuviera a punto de caer al suelo desmayado por una hemorragia, sostuve mi brazo tambaleándome, la observe y estaba cubierta de una capa de sangre rojiza, ¿este iba ser mi final?

—Que pasa, Sr… te vez cansado, tal vez ya estás muy viejo para estas mierdas. Voy a enseñarte como se hace —soltó con sorna mientras una luz se acercaba en el cielo y el ruido de las hélices llenaban nuestros oídos, mire al cielo y era un helicóptero que recogería a Tommaso. Se acercó lentamente hacia mi apuntando su arma a mi cabeza mientras el helicóptero se acercaba levantando todo el polvo y saturándolo todo con su estridente ruido, caí al suelo de rodillas oyendo su voz con dificultad, ¿era esto lo último que verían mis ojos? Pero no podía terminar así, no si aún no la había visto de nuevo, quería verla a ella, a mi Lucia…. quería oír su voz de nuevo, ver su sonrisa y acariciar su piel, sentí aquel metal en mi frente para oír perfectamente como soltó Tommaso.

—A esto se reduce tu tiempo sr… ¿era esto lo que ansiabas? O seguramente piensas en aquella chica… ¿cómo se llamaba?... —alce mis ojos llenos de desprecio y cólera para soltar.

—L-u-c-i-a… —dije sin dejar de mirarlo, él sonrió de lado soltando una carcajada seca.

—¡Es cierto!, Lucia… aquella zorra que me arrebato la vida de mi hija, que básico puedes llegar hacer, Sr. Escoger una cualquiera en vez de una mujer que te lo hubiera dado todo. —Mientras Tommaso hablaba, su voz se empezó a pagar para volverse un ruido casi sordo, algo en el suelo empezó crujir debajo de Tommaso, mi seño se frunció y pude ver como el fuego trataba de llegar hacia las alturas, sonreí para luego alzar mi semblante hacia él.

—¿Te importaría si la mato? Al fin y al cavo… tiene culpa en todo ello. Tal vez, haga eso cuando termine contigo —solté una carcajada sonora que borro su sonrisa en un parpadeo.

—Creo que esta vez no se podrá, Tommaso. La suerte es una m*****a desgraciada, y hoy me sigue a mí. Seguramente mi chica aun reza por mí —me tire hacia la única pierna que apoyaba en el suelo cayendo los dos hacia aquel suelo que tenía toda la pinta abrirse en cualquier momento, el arma de Tommaso cayo aun lado mientras forcejeábamos como meros salvajes por la supervivencia del más fuerte. Lo solté con rapidez al oír como empezó a crujir el suelo bajo nosotros, me miro con extrañeza deteniendo sus forcejeos, pero ya era demasiado tarde porque me había tirado a un lado rodando por el piso lleno de pequeñas rocas que se enterraban en mi brazo, un fuerte traqueteo empezó a escucharse hasta que de la nada un hueco se abrió engullendo a Tommaso, sin darle oportunidad a dar siquiera un paso mientras sus gritos de sufrimiento llegaron a mis oídos. Al oír aquellos gritos tan desgarradores lo único que pude imaginar fue el grillete de mi libertad rompiéndose por fin, mi cuerpo lo sintió cayendo al suelo como un bulto sin vida, empecé a toser con agonía sintiendo la sangre surcar mi boca, mientras lo único que podía visualizar era las estrellas de aquella noche, aquel cielo nocturno totalmente despejado mientras el humo lo cubría todo, las sirenas de las ambulancia y el ruido del helicóptero deteniendo sus hélices se iban disipado poco a poco, imágenes de Lucia vinieron a mi mente como un atardecer en Venecia, una sonrisa se manifestó haciendo que mis ojos se cerraran lentamente visualice como bajaban personas del helicóptero corriendo hacia mí para escuchar mi nombre en un grito cayendo en una vasta oscuridad.

—Por favor dios… sé que no soy la mejor creyente en ti, pero si existes… protégelo. Solo quiero que siga vivo, aunque no lo vuelve a ver jamás, por favor… por favor….

*

—Señor Volkova, dejo de hablar ¿Se encuentra bien? —alce mis ojos hacia él sentado frente a mí, para luego rebuscar en mis bolsillos aquella cajetilla que había comprado antes de venir a este lugar. ¿Ni siquiera sabía que cojones hacia aquí?

—¿Señor Volkova?

—La historia termina ahí, siento no ser hombre de finales felices. —Prendí aquel cigarrillo recostándome en el sillón mientras cerraba mis ojos.

—No ansiaba un final feliz, solo que la historia parecía terminar muy inconclusa, tampoco entendí muy bien si aclaro que esa voz la escucho de verdad o fue producto de un delirio al ver la muerte en sus ojos. Y por favor… creí haberle dicho que no fumara en nuestras consultas —suspiré con cansancio irguiéndome de nuevo mientras habría la cajetilla ofreciéndole uno.

—Tal vez así no se sienta apartado si usted también lo hace —dije viéndolo atreves de la estela que soltaba mi cigarro. El hombre suspiro, se levantó de su silla tomando mi cigarrillo y tirándolo en un vaso de agua.

—Ese no es el punto, señor Volkova. Fumar ya de por si no será la solución de sus problemas, no me gusta que mis clientes tomen lo que es malo como algo que yo vea permisivo. Claramente es un efecto placebo para acallar a sus demonios, quiero que entienda que eso no lo ayudara —dijo aquel hombre tan formal, que hasta me estaba dándome ganas de golpearlo y m****r toda esta pantomima a la m****a, eso sonaba también en mi cabeza sino fuera porque llevo cuatros días sin poder dormir.

—¡De que cojones me habla, no vine para que me analizara!, ¡Vine porque quería que me escuchara alguien que pueda contradecir mis estúpidas malas ideas! Usted no sabe ni la cuarta parte de lo que yo he vivido, se cagaría en los malditos pantalones si supiera lo que soy y lo que he hecho, le daría ansiedad toda una p**a noche, para luego rogarme un valioso cigarrillo y detener aquellas voces de mi cabeza —aquel hombre al cual no conocía su nombre y era mejor así. Le contaba mis problemas a un extraño, que no vería nunca más esa era la magia de toda esta m****a.

—Entonces cuéntamelo, lo escuchara atentamente. Soy un amante de las historias fascinantes —dijo acomodándose de nuevo en aquel sillón de cuero café.

—¿Como sé que esto se quedara aquí, en estas cuatro paredes? —El hombre sonrió y dijo.

—Mi código de psicólogo me impide desvelar lo que pase en mis consultas, si le sirve de consuelo soy una tumba, además… confesarse puede ser que le traiga paz. Puede empezar por el principio, señor Nikolay… —soltó arreglando sus gafas, tomando lápiz y papel. ¿Una confesión? Tal vez lo era, desahogarme era algo que pedía agritos mi mente, y yo se la daría, le daría la paz que jamás tuve en todos estos años de deambular por el mismísimo infierno.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo