Mia Redford Ático de los Redford Las puertas del elevador se abrieron y me encontré con Michael, tenía la mirada oscura y llena de furia. Vestía elegante como siempre con su pantalón de vestir recto en color negro, su camisa blanca y tenía las mangas recogidas, las venas de su cuello y la sien, resaltó. —Buenas noches, señora Redford. —dijo en un tono cargado de frialdad, eso me recordó que desde hace un mes, éramos como unos compañeros de casa, aunque me trataba con indiferencia, mis sentimientos aún no cambiaban por él. —Buenas noches, pensé que estarías en el casino. —dije cruzando las puertas con mi bolso. — ¿Dónde has estado desde las nueve?—me detuve delante de él, aspiré discretamente su aroma. Entonces si se dieron cuenta de que me había marchado y exactamente a las nueve… ¿Cómo fue que dieron con mi hora de salida si nadie estaba aquí presente cuando me marché? —Salí. —luego lo esquivé para seguir mi camino, miré el reloj y marcaba la una de la madrugada, ¿Tan rápido
Mia Redford Abrí mis ojos poco a poco al sentir un poco de frío, recordé que estaba totalmente desnuda y que la sábana debió de haberse caído al suelo, repasé por un momento todo lo que pasó horas atrás, Michael por primera vez me había hecho el amor, por primera vez nos entregamos totalmente de una manera única, habíamos susurrado palabras de amor, de deseo y lo mucho que nos queríamos. Fue casi al amanecer cuando nos quedamos abrazados y acurrucados en la cama, hasta que cerré los ojos y me dejé llevar por los brazos de Morfeo. Tenté torpemente a mis lados en busca de la sábana para cubrirme, pero me detuve al sentir vacío el espacio de Michael, me giré y así era, él no estaba en la cama. Poco a poco me empecé a despertar y activar el resto de mis sentidos, me estiré y sonreí por la gran noche que tuvimos. Miré el reloj de la mesa de noche y anunció que eran las ocho de la mañana, entonces recordé que dijo que saldría temprano, él ya debió de haberse marchado al casino. Me levant
Mia Redford Ahora decirlo en voz alta, me hizo sentir que realmente lo deseaba. Tener una familia a lado de Michael, una versión suya y mía, cuidarla y protegerla. Escuchar sus primeras palabras, verlo dar sus primeros pasos. No podía imaginar que tanto lo deseaba. Pero lo quería. —Verás que en un futuro tendrás tu propia familia. —salí de mis pensamientos al escuchar las palabras de Erick. —Quizás y Michael cambie de idea un día, ¿No?—pregunté con una sonrisa irónica. —Puede ser, Michael ha cambiado mucho desde que está contigo. —Sí, me lo han dicho mucho. —entonces vi más allá de Erick y mis ojos se abrieron de par en par al ver que la camioneta era de Michael. —Mierda. —Erick siguió mi mirada y repitió lo mismo que yo. —Mierda. —miró hacia mí. —¿Te metí en problemas? —No. Tengo derecho de salir a tomar un café. —tomé mis cosas y miré a Erick. —Te veo luego. —él me entregó una hoja de papel, cuando lo miré decía «E» y un número. —Es mi número de celular, cuando quieras pla
Michael Redford Casino Redford, Atlantic City, Jersey Caminé de un lado a otro pensando en esta situación que necesita un arreglo de inmediato, necesitaba quitarme esta sensación, no quería sentirme así, ya no. —Señor, tenemos un problema. —me detuve al escuchar a Alek hablar, me volví a él. —¿Y ahora qué, Alek? ¿Cuándo no tendremos problemas?—pregunté irritado. —Dime. —La señora Redford no llevó a su personal. —alcé mis cejas. —Sabía que esto pasaría, ella es terca, ¿La están siguiendo de todos modos?—él asintió. —Bien, esto lo vamos a solucionar esta noche. —dije seguro de mí mismo, necesitaba quitar esta opresión en mi pecho, quería volver a sentirme bien, tranquilo, seguro de mis acciones, sin dudas. Mia merecía lo mejor de todo, ella merecía ser feliz lejos de mí. Después de hacer mis pendientes en el casino, estaba llegando a New York. Era casi la una de la tarde, no tardaba en salir Mia de la universidad, la llevaría al ático y tendríamos esa conversación que estaba
Mia Davis Los Ángeles, California. Tres meses se cumplían hoy desde que Michael y yo habíamos firmado el divorcio, tres meses sin saber de él, sin saber si estaba bien, su familia no había roto comunicación conmigo, al contrario, querían estar al pendiente de mí y yo se los permití. Decían que era parte de su familia aunque no estuviera con él. La abuela, era un amor. Ella era quien me preocupaba más, su salud se había empezado a deteriorar y ahora viajaba menos. Lo más sorprendente de ella fue que había comprado una casa en Los Ángeles para estar cerca de mí, simplemente era una persona excepcional, siempre aconsejándome y apoyándome a pesar de ya no ser parte de los Redford decía que para ella era su nieta. —¿Te gusta?—preguntó la abuela de Michael, me mostró una de tantas habitaciones vacías, pero esta, era hermosa, entraba mucha luz y estaba alfombrada. —¿Para qué crees que pueda usar esta habitación? —Ya tienes seis para huéspedes, una más, ¿No es mucho?—ella sonrió. —Sí,
Michael RedfordHabía despertado escuchando la voz de Mia a lo lejos, al abrir un ojo, ella no estaba a mi lado, incluso su ropa y su celular no estaban en el lugar que los dejé horas atrás, el corazón comenzó a latir tan rápido que pensé que era ridículo sentir pánico en este momento, pero mi cuerpo era quien había reaccionado mientras que mi cerebro siguió dormido, al darme cuenta estaba caminando a la puerta envuelto en la sábana blanca a la cintura. Al abrirla lentamente sin hacer mucho ruido, vi a Mia a unos pasos de la entrada y estaba en el celular hablando con alguien. —Bien, estate tranquilo, cuando vaya, hablaremos. —dijo para después terminar la llamada, ella se giró y me miró sorprendida bajo el marco de la entrada a la habitación. —¿A dónde cree que va sin mí, mi futura señora Redford? —pregunté intentando despertar del todo, quería estar despierto para saber qué era lo que estaba pasando. Ella cortó la distancia entre los dos, y luego me rodeó con sus brazos, hizo la c
Mia Davis, futura señora de Redford. Casa de la abuela Redford, Los Ángeles, California. Me alisé de nuevo el vestido de mis costados, pero era señal de nervios, estaba sola en la habitación esperando que llegara O´Kelly con un encargo para después ser llamada para bajar y casarme con Michael. Me llevé las manos a mi vientre, bajé la mirada y algo no estaba bien, era algo extraño, entonces me invadió la duda. «¿Será?» Imposible. Pero las dos tallas que había subido, el dolor de pezones, la libido que tenía por el cielo, luego el comer dos veces más, debe de ser por algo, ¿No? Tocaron a la puerta y me volví. —Adelante—apareció O´Kelly con una pequeña bolsa blanca. —Lo tengo, —me lo extendió y pude notar emoción en su mirada. —¿Está nerviosa? —asentí rápidamente sacando la caja del interior de la bolsa. —Que nadie entre hasta que te diga, por favor. —ella asintió decidida a cumplir mi orden. Tomé aire y lo solté bruscamente, entré al baño armándome de valor y descubrir una verdad
Meses después, Napa Valley, California. Los viñedos «Bella Vita» Mia dormía finalmente después de haberse sentido incómoda durante la noche, Michael estaba sentado de su lado de la cama, recargado contra el respaldo con la cabeza baja, dormido. Había estado al pendiente de ella durante toda la noche, había quedado en shock cuando notó el movimiento de su vientre muy abultado lleno de estrías por el estiramiento de la piel, impresionado se quedaba corto. De un respingo, despertó. Buscó a Mia y la vio dormir, una sonrisa apareció en sus labios y se estiró, bostezó y decidió levantarse sin despertarla para avisarle a Akira que preparara el desayuno. —No te muevas, bebé, me duele…—susurró Mia acariciando su gran barriga de casi treinta y siete semanas. Michael miró alertado a su esposa, aún faltaba tiempo para que naciera, el doctor había dicho que aproximadamente cuando era un bebé, un embarazo típico duraba cuarenta semanas, pero empezó a preocuparle que Mia estaba más inquieta de l