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Capítulo 5 Decidida

Lautaro y Julieta apenas podían creer lo que Verónica les estaba diciendo.

_ Lo siento, he tratado de convencerla de que lo piense bien, pero parece decidida a hacer sus maletas e irse _ les dijo la mujer simulando tristeza _ No es para menos, es una gran humillación por todo esto que está pasando y gracias a ese hombre. ¡Te dije que lo había visto con otra mujer y tú preferiste hacer silencio en lugar de decírselo!_ Le reprochó a su hermana.

Lautaro apretó los dientes con fuerza.

_ ¡No voy a avalar esta locura! Ella tiene una vida aquí. Si alguien tiene que desaparecer de aquí es ese maldito canalla. _ miró a Julieta _ ¿Porqué no te tomas unos días y te vas a Nueva York con ella ? O a cualquier lugar que más les guste, hasta que todo esto pase.

Julieta asintió. Verónica iba a decir algo, pero fue la propia Aitana quien le respondió a su padre.

_ Me iré sola papá. Ya me han cuidado lo suficiente _ le dijo la joven firmemente, parándose frente a él _ Basta de protegerme tanto, necesito hacer esto por mí.

Su tono era tan vehemente y frío que su padre se quedó impávido. Esa joven que le hablaba de esa manera, no era su pequeña niña dulce y amable de siempre, era como si de repente toda aquella situación, le hubiese robado su ingenuidad y dulzura.

_ Aitana, escúchame. No te estoy diciendo que no te vayas, solo hazlo pero hasta que esto se calme... tú madre te acompañará _ fue hasta ella y la abrazó _ te prometo que en unos días cuando regreses, todo esto habrá pasado.

Quizás para los demás, si. Pero para ella,no. Había demasiados recuerdos en ese lugar como para superar un desengaño tan grande.

No, su tía tenía razón. Basta de ser la Aitana sobreprotegida y mimada de siempre. Tenía que aprender de una vez y para siempre lo que realmente era la vida y dejar de permitir que sus padres decidieran por ella.

_ Lo siento papá, ya está decidido _ le dijo ella soltandose del amarre de Lautaro _ Y antes que me digas que no vas a darme dinero para esta locura, tengo el mío y me moveré con eso.

Lautaro sintió algo parecido a un gran golpe en el pecho. Le costaba asumir que su hija, era lo suficientemente adulta como para tomar esa clase de decisiones sin que él o su madre pudiera interferir.

_ Vale, haz lo que quieras _ le dijo sin poner objeciones, mientras Julieta lo miraba como suplicando que no cediera tan fácil.

_ Lautaro..._ susurró su esposa _ no... no...

El la miró fríamente. Sabía muy bien que cuanto más le insistieran, su hija más se empecinaria en hacer lo contrario a lo que le pidieran.

_ Gracias papá _ le dijo ella dándole un beso _ prefiero irme sin discutir contigo...

Julieta comenzó a llorar, mientras Verónica trataba de disimular su alegría y satisfacción.

¡Al fin les tocaba sufrir un poco a ellos!

_ Madre, por favor no hagas de esto un drama. Confía en la educación que me han dado. Quiero hacerlo y ya no soy una niña _ le dijo inconmovible _ ¿Además, para qué me quieren aquí? ¿Para ser el hazmerreír de todo el mundo?

_ Si, es por eso _ le dijo Lautaro enojado _ déjame hacer lo que tengo que hacer con ese maldito y veremos de quien se ríen después. Su padre ya me ha llamado rogándome que no corte los negocios que tengo con ellos. ¡No pienso seguir trabajando con gente que ha educado a semejante estúpido!

_ Papá, no te ensucies las manos por alguien como Marcos... ya no me importa. Por mí, se puede morir ahora mismo _ le dijo dándose vueltas para ir a su habitación.

_ Hija... ¿Cúanto tiempo piensas irte? _ le dijo Julieta angustiada.

_ No lo sé mamá _ la miró seria y determinante _ ¡Lo único que sé es que quiero irme de esta condenada ciudad!

Los padres vieron la estilizada figura de su hija yéndose rápidamente hacia su habitación.

Verónica suspiró hondo y fue hasta su hermana tratando de consolarla. Julieta la abrazó angustiada, mientras la otra le acariciaba el cabello en modo de consuelo.

_ ¡Ay hermanita... cuanto lo siento! Pero ella es grande, ya sabe lo que hace.

Lautaro la miró fijamente. ¿Porqué no le creía ni una sola palabra a esa mujer?. Estaba convencido de que ella tenía mucho que ver en la decisión de su hija, pero como no tenía pruebas, no podía acusarla, además no quería discutir con su esposa. Nunca importaba lo que hiciera Verónica, ella siempre la defendería.

Si Julieta hubiera sabido lo que su hermana realmente sentía por ella y todo lo que podía llegar a hacerle impulsada por los celos y la envidia, moriría de tristeza.

_ ¿Puedes dejarnos solos Verónica? Necesito hablar con mi esposa_ le ordenó Lautaro.

Ella asintió y salió. Pero se quedó lo suficientemente cerca para oír lo que decían.

_ Mi amor, no llores... _ le dijo él secándole las lágrimas a su esposa _ Mira, Aitana jamás se ha separado de nosotros, volverá en poco tiempo... serán unos días, unas semanas como mucho. La conoces... Ya no llores más, sabes que no puedo verte así.

Verónica apretó los labios de rabia. Ella no soportaba que Lautaro amara tanto a su hermana, ese amor era inquebrantable, no importaba cuantos años pasarán, siempre la amaría profundamente. Jamás habría otra mujer más que Julieta para él.

《 Siempre ella, ella y ella. Y sino es mi hermana es la idiota de su hija 》pensó celosa.

Ahí yacía el gran problema de Verónica: Amaba a Lautaro desde siempre, pero el hombre ni siquiera la miraba.

_ Estás muy equivocado Lautaro... de mi cuenta corre que no veas a tu hija por mucho tiempo _ musitó con odio _ ¡Te vas a arrepentir por haberme rechazado!

Se fue de allí sigilosamente. Como la serpiente que era.

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