Aiden sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar y reconocer esa voz. Sin embargo, ya no era la muchacha ingenua del pasado. Se armó de valor, se dio la vuelta y miró directamente a los ojos de Liam. Lo que vio la sorprendió y entristeció a la vez. Liam era un reflejo de lo que alguna vez fue, pero ahora estaba deteriorado, con el cabello desaliñado y la ropa arrugada, evidenciando el paso de los años y los errores cometidos. Sin embargo, detrás de ese aspecto desaliñado, aún podía percibir al hombre que alguna vez había amado, lo que le provocó una punzada de nostalgia y dolor.
Liam, por su parte, apenas reconoció a Aiden. Había cambiado, y no solo en apariencia. Su figura era más esbelta y tonificada, y sus ojos verdes ya no mostraban la misma vulnerabilidad de antes, sino una mezcla de determinación y tristeza que lo desconcertó. Pero, a pesar de los años y los malentendidos, una parte de él no pudo evitar sentir una atracción visceral, un eco de lo que alguna vez fue su amor por ella.
—Soy Aiden —respondió ella con firmeza—. Y estoy aquí para reclamar la finca que Edward me dejó.
Liam sintió una punzada de sorpresa y dolor al escuchar el nombre de Edward. Su voz se quebró un poco, pero trató de mantener su compostura. En su interior, un torbellino de emociones lo sacudía, pero se esforzó por no mostrarlo.
—¿Aiden? ¿Tú... aquí? —murmuró, sin saber cómo manejar el torbellino de emociones que lo invadía—. ¿De qué demonios estás hablando?
Aiden no estaba dispuesta a mostrar debilidad. Mantuvo su mirada fija en la de Liam y respondió con frialdad:
—Sí, Liam. Estoy aquí para reclamar lo que me pertenece. ¿Qué haces tú en esta finca?
Liam se enderezó, intentando recuperar algo de la arrogancia que lo había caracterizado en el pasado. Pero detrás de esa fachada, sentía un dolor sordo al verla de nuevo, mezclado con la culpa por lo que había sucedido entre ellos.
—Esta finca es mía. Siempre lo ha sido —respondió, aunque sabía que la verdad era más complicada. Sabía que Edward se aprovechó en su momento de la amistad que los unía para quedarse con la mitad de la finca, pero había guardado silencio durante años para no romper su amistad y porque en su momento pensó que Aiden jamás volvería.
Aiden sintió cómo la rabia empezaba a hervir dentro de ella. Dio un paso hacia él, sus ojos verdes brillando con determinación y algo más profundo que había intentado suprimir durante años: el dolor de la traición y el amor no correspondido.
—Estás mintiendo, Liam. Edward me dejó esta finca, y tengo las escrituras que lo prueban. Esta propiedad me pertenece por derecho.
Liam la miró con furia, pero también con una creciente desesperación que intentaba ocultar. Sabía que Aiden estaba en lo cierto, pero no podía dejar que viera cuán quebrantado estaba.
—No tienes idea de lo que estás diciendo, Aiden. Esta finca es mía, y no voy a permitir que vengas aquí a reclamar algo que no te pertenece —espetó con su aliento a alcohol.
Aiden avanzó un paso más, acortando la distancia entre ellos. El aire a su alrededor parecía vibrar con la tensión, frunció la nariz al inhalar ese aroma a licor.
—No me iré, Liam. Edward me dejó esta finca para que mi hijo y yo tuviéramos un lugar seguro. Y no me detendré hasta que se haga justicia. Tú no tienes derecho a estar aquí, y lo sabes.
Liam sintió que un nudo se formaba en su estómago. La magnitud de la situación pesaba sobre él, pero no estaba dispuesto a ceder. A pesar de todo, ver a Aiden tan resuelta le dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Sabía que Edward estaba moviendo las piezas a su favor, pero no podía enfrentar esa verdad sin arriesgarlo todo.
—¡Dile a Edward que sea valiente y venga él mismo a enfrentarse conmigo! —gritó Liam, su voz resonó con desesperación más que con ira.
Las palabras de Aiden se quedaron atrapadas en su garganta por un momento. Luego, con la voz fragmentada y lágrimas en los ojos, gritó:
—¡Edward murió!
Liam se quedó helado por un instante. La noticia lo tomó por sorpresa, pero no pudo procesarla de inmediato. Su expresión se endureció, adoptando una fría indiferencia que le servía de escudo.
—¿Qué demonios estás diciendo? —replicó, con una voz que intentaba sonar despectiva, pero que traicionaba su confusión y un dolor latente que no podía ignorar. Agarró por los hombros a ella, la zarandeó.
Aiden lo miró con una mezcla de tristeza y resolución.
—Edward murió, Liam. Hace tres años. Y me dejó esta finca para que yo y nuestro hijo pudiéramos tener un lugar seguro —explicó, su voz tembló al recordar a su difunto esposo.
Liam sintió un golpe de realidad que lo dejó sin palabras por un instante. Su mundo, que ya estaba tambaleándose, parecía desmoronarse aún más. La indiferencia que había intentado mantener se desvaneció, y en su lugar, apareció una mezcla de dolor y confusión. A pesar de todo, en el fondo, la noticia de la muerte de Edward lo afectó más de lo que estaba dispuesto a mostrar.
—¡Mientes…!
Antes de que pudiera decir algo más, un pequeño niño apareció corriendo y le dio una patada en la espinilla a Liam.
—¡Suelta a mi mamá! —gritó el pequeño, con voz firme y decidida.
Liam, sorprendido, soltó a Aiden y se giró para enfrentar al niño. Al verlo, se quedó pasmado. El infante era una copia exacta de él cuando era pequeño. Sus ojos azules, su cabello oscuro, todo en el niño le recordaba a sí mismo.
—¿Quién?... ¿Quién eres tú? —murmuró Liam, su voz temblaba. La posibilidad de que este niño pudiera ser su hijo cruzó fugazmente su mente, pero el miedo a la verdad lo paralizó.
Aiden, recuperando la compostura, se inclinó y tomó la mano de su hijo.—No tienes derecho a saberlo —expresó Aiden con frialdad—. Edward fue el único padre que conoció, y no voy a permitir que lo lastimes como lo hiciste con nosotros.Liam se quedó sin habla, como si las palabras hubieran desaparecido de su boca. En ese momento, el llanto de Fiore, que había estado observando la confrontación, rompió el tenso silencio. La pequeña estaba aterrorizada y las lágrimas corrían por su rostro.—Papá... —lloraba Fiore, temblando.El sonido del llanto de su hija fue lo único que logró conmover el frío corazón de Liam. Se giró hacia Fiore, viendo su miedo y vulnerabilidad, y algo dentro de él se rompió. La furia y la indiferencia dieron paso a un destello de humanidad mientras se acercaba a ella, tratando de consolarla.—Fiore, no llores... —solicitó Liam con voz más suave, pero la niña se apartó, aferrándose a la pierna de Aiden.Aiden, viendo la reacción de su hijo y el miedo en los ojos de
Liam observó a Fiore y a Leo, sintiendo un revoltijo de culpa y confusión al ver a los niños juntos. Aunque no lo admitiría fácilmente, la presencia del pequeño le recordaba todo lo que había perdido, y el resentimiento que sentía hacia Aiden por no haberle contado la verdad se mezclaba con el dolor de ver a un hijo al que apenas conocía. Sus emociones eran un torbellino, pero intentó mantener una fachada dura.Se volvió hacia Aiden, con el rostro endurecido y la voz tensa.—Fiore, lleva a... ese niño a jugar —ordenó Liam, su voz revelaba la tensión interna que trataba de ocultar.Aiden notó la lucha en los ojos de Liam, pero no pudo evitar sentir una sensación de furia ante la falta de calidez en su tono.—El niño tiene nombre, Liam. Se llama Leonardo —le respondió Aiden con firmeza, enfatizando el nombre de su hijo.Fiore, queriendo evitar más confrontaciones, tomó la mano de Leo y lo llevó a su habitación para jugar. Liam esperó a que los niños estuvieran fuera de vista antes de di
Aiden comenzó a recorrer la casa, inspeccionando cada habitación. Notó el polvo acumulado en los muebles, las telarañas en las esquinas y la humedad que impregnaba el aire. Era evidente que la casa no había recibido ningún cuidado desde que Nicol se había marchado. A medida que avanzaba, llegó a una puerta entreabierta y empujó suavemente, revelando la habitación de Liam.La habitación era un desastre. Ropa sucia estaba esparcida por todas partes, la cama deshecha y llena de sábanas arrugadas y manchadas. Un olor rancio llenaba el aire, y Aiden sintió una mezcla de repulsión y tristeza. No sentía pena por Liam, sino por Fiore, quien estaba atrapada en este caos.—Esta niña no tiene por qué pagar por los errores de sus padres —murmuró Aiden para sí misma.Recorrió la habitación, sintiendo la necesidad de poner algo de orden, al menos por el bien de Fiore. Sabía que no podía arreglar todo de inmediato, pero un pequeño esfuerzo podría hacer una gran diferencia.Se arremangó y comenzó a r
Aiden sintió una punzada de tristeza por la pequeña, se aproximó a ella y la abrazó. —También extraño a papá —confesó Leo, sus labios dibujaron un puchero. Aiden tragó saliva, su corazón se hizo chiquito en el interior, durante esos dos años, Leo nunca se había desahogado, incluso ella llegó a creer que ya no recordaba a Edward, apenas tenía tres años cuando falleció, al ver la tristeza de los niños, le pidió a su hijo bajar de la silla donde estaba parado, y los abrazó a ambos. —También perdí a mis papás cuando era niña, entiendo su dolor —susurró sintiendo un ardor en el pecho—. También extraño a Edward, pero las personas se mantienen vivas, mientras las recordamos —mencionó balbuceando, luego acarició la cabeza de Fiore—. Quizás algún día tu mamá reaccione y vuelva a casa. Fiore se apartó del abrazo de Aiden. —Eso es lo que más desea papá, que ella vuelva. Para Aiden no fue sorpresa saber eso, sabía que Liam amaba con locura a Nicol, estaba tan ciego que nunca vio las señales
La noche había caído sobre la finca, y el silencio se extendía por todas partes. Liam, incapaz de conciliar el sueño, decidió bajar a la cocina por un vaso con agua. Caminó por la casa en penumbra, intentando despejar su mente de los pensamientos y emociones que lo mantenían despierto.Bebió el agua en silencio, sintiendo el líquido fresco calmar su garganta seca. Mientras subía de nuevo a su alcoba, un sonido suave llamó su atención. Se detuvo en el pasillo, aguzando el oído. Eran sollozos, suaves y desgarradores, que venían de la sala.Se acercó cautelosamente y vio a Aiden, acurrucada en un viejo mueble, abrazada a sus piernas y llorando en silencio.Aiden sollozaba en la oscuridad, susurrando palabras entre lágrimas.—Edward... te extraño tanto —murmuró, las lágrimas corrian por sus mejillas—. No sé cómo seguir sin ti. Todo es tan difícil…¿Por qué nos abandonaste?Abrazaba sus piernas con fuerza, balanceándose, buscando consuelo en su propia soledad.—Liam es un imbécil —susurró,
Liam se tensó, su expresión se volvió fría de nuevo.—No quiero hablar de eso —respondió, apartando la mirada.Aiden frunció el ceño, aun sintiendo la necesidad de entender.—Yo te conté sobre Edward. Dime, ¿por qué los abandonó? —insistió, con voz suave. Liam suspiró, el peso del pasado cayendo sobre él. Sabía que debía enfrentarlo.—Nicol... —empezó, con la voz temblorosa—. Nicol se fue porque encontró a alguien más. La encontré aquí en nuestra casa con uno de mis amigos. Me dijo que ya no me amaba y que se iba con él. Nos dejó, a Fiore y a mí, sin mirar atrás.Aiden parpadeó y lo miró, sintiendo una mezcla de compasión y dolor.—Liam... lo siento. No sabía —susurró con sinceridad—. Debió ser muy doloroso para ti, te casaste con ella sin pensarlo dos veces…—Se aclaró la garganta—, imagino que sigue siendo tu gran amor —expresó con frialdad. Liam asintió, tratando de mantener la compostura. Notó que a ella no le dolía en absoluto hablar del tema, era como si el capítulo de lo que p
El sol comenzaba a asomar en el horizonte, iluminando la finca: Golden Fields. (Campos dorados) en el pueblo de Greenville, Virginia. Liam se despertó, sintiendo la garganta seca y la mente llena de pensamientos confusos. Mientras se desperezaba, un delicioso aroma llegó a sus fosas nasales, proveniente de la cocina. Liam, intrigado por el olor, se levantó y decidió darse una ducha rápida. El agua caliente lo ayudó a despejarse un poco y a relajarse. Se vistió con ropa limpia y se peinó el cabello, intentando presentarse lo mejor posible, la charla de la noche anterior, le inyectó nuevas esperanzas. Cuando bajó a la cocina, esperaba encontrar a Aiden y a los niños, pero la habitación estaba vacía. En la mesa, sobre un mantel limpio, había un plato de desayuno preparado para él: huevos revueltos, tostadas y una taza de café humeante. Frunció el ceño, sintiéndose incómodo por la soledad y la amabilidad inesperada. Liam se sentó a la mesa y comenzó a comer en silencio, su mente todaví
Aiden, abrió los ojos sorprendida por el gesto y el susurro, sintió un estremecimiento, entonces lo empujó y se separó de inmediato, mirándolo con el ceño fruncido.—No quiero que me abraces, Liam. Mantén tus distancias —advirtió con firmeza, su mirada fue penetrante dejándole claro que no toleraría más acercamientos no deseados.Liam retrocedió un paso, sintiendo una mezcla de dolor y arrepentimiento.—Lo siento, Aiden. No quería incomodarte. Solo... me alegra que estés aquí —murmuró su voz se quebró mientras trataba de ocultar la tristeza en sus ojos.Ese día, después de acordar la división de la finca, Liam decidió quedarse con los niños en el campo para trabajar la tierra. Sabía que era una oportunidad para demostrar su conocimiento y también para acercarse a Leo y Fiore.—Muy bien, chicos, hoy vamos a aprender cómo preparar el suelo para plantar —sugirió Liam, recogiendo unas herramientas y entregándolas a los niños.Leo y Fiore lo miraron con curiosidad y emoción.—¿Qué hacemos