El cuerpo de Mónica solo estaba cubierto por su ropa interior. Las manos se las sujetaba Cintya para evitar su escape, mientras que Oliver se montó encima de ella con la intención de abusar sexualmente. Las lágrimas en la mujer no cesaban, no quería que su cuerpo fuera usado por alguien que no amaba. El único que podía tocarla era Rafael, no un tipo loco que le daba asco. Se preguntaba, ¿cómo fue que Oliver actuó con tanta inocencia el día que se conocieron? —Vas a disfrutar, tranquila. Tengo un pene lo suficientemente grande para darte el máximo placer —se burló el hombre, con cinismo. Los labios de Mónica estaban resecos, apretó los mismos cuando el rostro de Oliver se acercó demasiado. Él agarró su mentón con fuerza, y presionó su rodilla en la entrepierna de Mónica. Le causó una sensación horrible, como si le quemara esa parte. Su zona más sensible, estaba siendo aplastada por una rodilla. —Déjame… —suplicó, en un hilo de voz—. No tienes que hacer esto. —Lamento decirte que
—No mientas —sentenció Rafael—. ¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué dañar a Mónica? ¡Ella es lo más preciado en mi vida! Cintya estaba temblando, lo menos que quería era ser descubierta por Rafael. La había cagado, no tendría ningún tipo de perdón por parte suya. ¿Qué iba a hacer sin él?. —L-lo siento… —Le costaba hablar—. ¡Yo te amaba de verdad! Decidió soltarlo todo. Ya lo había dicho antes, pero necesitaba hacerle entender a Rafael que él fue importante para ella, por eso quiso quitar a Mónica del camino. El amor que sentía la cegó por completo. No la dejó pensar con claridad, aunque ya era demasiado tarde para arrepentimientos. —¡No me jodas! —¡Lo digo en serio! —gritó, con la voz desgarrada—. Tú fuiste esa luz en mi camino. Gracias a ti, conseguí el trabajo en la empresa. ¿Por qué no pudiste verme diferente? ¿No sentiste ni una pizca de atracción durante los años que trabajamos juntos? Las cejas de Cintya se hundieron, sus ojos estaban aguados, la visión borrosa. No quería
Elsa llegó lo más rápido que pudo al hospital en cuanto Rafael la llamó. Buscó a la pareja como loca, desesperada al escuchar que habían secuestrado a Mónica. Su corazón latía con rapidez. Vio a Rafael en la sala de espera, con Victoria sobre sus piernas y dándole un juguito de la máquina expendedora. —¡¿Rafael?! ¿Qué fue lo que sucedió? —Apoyó ambas manos sobre sus rodillas, cansada por haber corrido. —Tu ex novio las engañó a las dos —informó—. Al parecer se acercó a ti con tal de llegar a Mónica y a la bebé. Elsa no podía creerlo. ¿Significaba que Oliver nunca sintió aunque sea la más mínima chispa por ella? —Oh… —Se sentó a su lado—. Puedo cuidar de Victoria, si quieres acompañar a Mónica. —El doctor no permite visitas mientras está trabajando —resopló, la ansiedad lo consumía por saber qué tan graves eran las heridas de su mujer—. Hay que esperar. —¿Qué le hizo ese desgraciado? —Estuvo a punto de abusar de ella, Elsa. No sabes cómo me hierve la sangre al recordarlo —Ten
Unos días después de lo sucedido, Mónica había empacado todo para irse del departamento. Apretó los labios, extrañaría ese lugar, aunque Rafael era el que lo estaba pagando. —¿Mami? —Victoria estaba de pie cerca del sofá, notó la expresión decaída en su madre. —¿Estás lista, mi amor? —Restregó sus ojos para alejar las lágrimas. —Sí —asintió. Victoria estaba emocionada porque ya le habían explicado que tenían que irse a vivir con Rafael, su padre. Tenía una inocente sonrisa. —Elsa debe de estar por llegar —Miró el reloj en su teléfono. Y justo la invocó, porque Elsa entró unos segundos después. Ella también llevaba una maleta con sus cosas, no le afectaría mudarse, ya que vivía sola. —¿Estamos listos? —preguntó. —¡Elsa! —Victoria corrió con torpeza para abrazar su pierna—. ¿Vienes? —Claro que sí, ¿tu mami no te dijo? —La miró con ternura—. Me tendrás como niñera por el resto de tu vida. —¡Sí! —A la niña le alegraba. Era feliz, logró olvidar el susto que pasó cuando la separa
La mansión de Rafael fue sorprendente para Mónica. Había lámparas de cristal y sofás con tela de calidad en la sala de estar, se mareó mientras le estaba enseñando cada rincón. A Elsa la dejaron con la jefa de las sirvientas para que le explicara todo sobre la cocina, para cuando quisiera hacerle alguna comida a Victoria, también le enseñaron su habitación. —¿Eso es? —Mónica señaló un cuadro colgado en la pared, cerca de las escaleras. Era un retrato de Rafael cuando era niño y sus difuntos padres. Él no solía hablarle de ellos, tampoco de cómo fue su niñez. Se preguntaba si había sido feliz. —No hay que darle importancia al pasado —Así le respondía—. ¿Por qué no te muestro nuestra habitación? Ambos habían dejado a Victoria con Elsa, porque la misma niña lo exigió. Le divertía pasar el día con ella, y ahora más que iban a vivir juntas. —Conozco perfectamente esa mirada, señorito —bromeó ella, se adelantó para cubrir el paso—. Dime qué quieres que te haga, y lo haré. Mónica llev
—Te estás comportando como un niño, jefe —se burló ella. Había una toalla cerca, y limpió su boca. Supo que era la primera vez para Rafael, por eso no duró ni cinco minutos. Eso la alegraba. —No te burles… —pidió, avergonzado—. Es que… se trataba de ti. ¿Cómo podía contenerme? —No estoy molesta ni nada por el estilo —dijo—. Podemos dejar el sexo para más tarde, ¿te parece? —¿Estás bien con eso? —Él se volteó para verla, sus mejillas estaban rojas.Mónica le dio un corto beso en los labios. —Te ves adorable. Rafael carraspeó. —Muy bien, ¿qué es lo que te gustaría saber? Recordó que iba a responder sus preguntas sobre el pasado. Mónica pensó por un momento, con la mano en el mentón. —¿Cómo te comportaste de niño? —Se subió sobre su pecho. —Fui un tremendo. No le hacía caso a mis padres, y siempre andaba comiendo barro —confesó, divertido—. ¿Por qué te interesa saber eso? —Es curiosidad. No sé nada de tus padres, excepto que murieron en un accidente. Rafael evitaba hablar de
El salón de eventos de la mansión había sido decorado con colores cálidos por el cumpleaños de la pequeña Victoria. Mónica estaba ajetreada, hace pocos días fue que se mudó, y no tenía idea de cómo celebraban un cumpleaños ahí. Además de que Victoria todavía no tenía amiguitos para invitar. —Relájate, cariño —Rafael tocó su hombro, ella se asustó. Ya estaba todo listo, solo faltaba que Elsa llevara a la cumpleañera a su gran sorpresa. —Me asustaste. —Te ves muy estresada, y eso que encargué a los sirvientes —rio él, abrazando por detrás a su mujer. —En su primer año, solo le cantamos cumpleaños… ahora es literalmente una fiesta —resopló—. Estoy nerviosa por cómo pueda salir. La niña solo ha visto este tipo de eventos por televisión. —¿No crees que se sentirá contenta? Ella no llorará, ya verás.Monica sonrió. Tener a Rafael de su lado, era reconfortante. Lo que no sabían era que David había ido justo ese día a la mansión Rowling para hablar de un proyecto que tenía en mente.
La pequeña Victoria se había escapado de su niñera porque Elsa le había regalado un peluche de oso que quería mostrarle a su madre. Por obras del destino, no se perdió y llegó a tiempo. Vio que su madre estaba siendo atacada por un hombre desconocido. La niña iba vestida con un atuendo adorable, lista para su cumpleaños. Su cabello rubio atado en dos coletas, provocó que David soltara de inmediato a Mónica, ella no dejaba de toser, y se dejó caer en el suelo por el mareo que sintió. —¡Mami! —exclamó la niña, preocupada al verla caer. Corrió hacia ella, dejó el peluche en el suelo y la abrazó con fuerza. Deseaba curarla de todo mal con su pequeño cuerpo, no sabía si era posible, pero lo intentó. —V-Victoria —balbuceó David, nervioso. Trató de estirar su mano hacia la pequeña, pero ella se la quitó enseguida. Inclinó ambas cejas, viendo a ese hombre como el villano de una película. Le había hecho daño a su madre, y eso no se lo iba a perdonar nunca. —¡Hombre malo! —soltó, tensó