En una lujosa y acogedora habitación de la casa del poderoso CEO Fiorentino, se extendía una vista deslumbrante: los antiguos edificios iluminados de la ciudad de Florencia y la majestuosa silueta del Duomo, brillando con todo su esplendor. Las gemelas Clara y Cristal, dormían plácidamente en una amplia cama. Clara, que había llegado despierta al país, se había dejado vencer por el cansancio durante el viaje en limusina. La deslumbrante mujer rubia, se detuvo un instante, contemplando la vista con una nostalgia que le desgarraba el alma. Habían pasado cinco años desde su última visita a Italia… Desde aquel día inolvidable en que se unió a Angelo Fiorentino en una boda de ensueño, una con la que soñó desde niña, celebrada con esplendor tanto en Estados Unidos como en Italia. Clack~ El sonido de la puerta al abrirse la sacó abruptamente de sus recuerdos, un escalofrío recorriendo su espalda al recordar aquellas bodas donde fue el centro de atención, brillando como la luna entre
Angelo se detuvo, su incomodidad notable. El mayordomo, sin perder la oportunidad, hizo un gesto discreto a las niñeras. Las niñeras se acercaron, mientras Robert colocaba una silla para el CEO. Cuando finalmente Angelo se sentó, Robert le pasó primero a la gemela mayor. —Así, señor. Tenga cuidado, no las apriete demasiado, son bebés y son frágiles —dijo con una sonrisa, enseñándole a sostenerla—. Ahora la otra bebé… Con el rostro marcado por la rigidez y el nerviosismo, Angelo sostenía a las niñas. Robert miró a las niñeras, que se retiraron por un momento, dejando al CEO con sus pensamientos. —Y bien, señor Fiorentino. ¿Qué piensa de sus hijas? Necesitan un nombre. —Se parecen a ella… —susurró Angelo, frunciendo el ceño con un doloroso recuerdo. Robert notó la creciente molestia en su jefe y, con una exhalación profunda, respondió: —Se parecen. Pero NO SON ELLA, señor. Son solo sus bebés, sus hijas, dos seres inocentes que no tienen la culpa de nada. La rigidez en el ros
Esa misma mañana, pero en Miami. —¡¿SE FUE?! ¡¿Y PORQUE RAYOS HASTA AHORITA ME LO DICES?! —gritaba alterada, Madeline a Margaret, la sirvienta en la mansión Fiorentino, que trabajó cuidando de ella. —Se lo estoy diciendo ahorita señora… —decía la mujer nerviosa, que se había reunido con Madeline en la habitación de un hotel discreto. —¡Es el colmo! ¡Espero que esa Cassandra no se atreva a sobrepasarse con mi esposo y siga el plan! —frunció el ceño la mujer castaña a la vez que se cruzaba de brazos, caminando de un lado a otro en la habitación—. ¿Y sabes cuándo volverán? La sirvienta negó de inmediato. —No. No nos dijeron nada, solo nos dieron cinco días libres, pero se podía extender el tiempo. Eso fue todo… —Entiendo. Toma —le entregó Madeline un sobre con dinero a la sirvienta como pago por ser su informante. Margaret agradeció infinitamente y se marchó. Clack~ Una vez que Madeline quedó sola en la habitación se dejó caer en un sofá, a la vez que sacaba su teléfon
✧✧✧ En ese mismo momento, pero en Italia. ✧✧✧ Esa mañana soleada y agradable, con el cielo despejado pintado de un azul intenso que se fusiona con las suaves colinas a lo lejos. Se alzaba la pintoresca casona antigua de la villa familiar Fiorentino; cuya arquitectura renacentista, lucía sus tres plantas con elegancia. Amplios terrenos verdes que rodeaban la propiedad, donde se sentía una paz indescriptible, la brisa de ese día meciendo las copas de los frondosos árboles. Un sendero a la propiedad cuyos ciprés se erguían en ambos costados, daban la bienvenida a la limusina negra, que se detuvo frente a la casona. El chofer abrió la puerta. Permitiendo que el señor Fiorentino baje, seguidamente ayudando a sus gemelas a hacerlo. —¡Angelo hijo mío! —se escuchó la voz de su padre, don Lorenzo Fiorentino, quien no era el único que le recibía. La madre de ese CEO, doña Caterina, también estaba presente. La señora en sus cincuenta años. No se pudo resistir a acercarse a su único
—¡Marco! —exclamó de inmediato Cassandra, su rostro lleno de ilusión. Desde su teléfono móvil, podía ver la imagen de ese hombre, sentado en la silla con un fondo de lo que parecía ser una elegante oficina. —Mi dulce Cassi~ —le sonrió ese rubio, sus ojos verdes fijos en la pantalla, observando con dulzura a esa mujer—. No sabes lo preocupado que he estado por ti, cuando supe que las cosas se te complicaron. Me fue difícil resistirme a sacarte de la mansión de Angelo sin las gemelas. —Que bueno que no lo hiciste… —suspiró aliviada Cassandra, la reacción de Marco fue de sorpresa. Al verlo, ella se dio cuenta que se había malentendido su comentario—. ¡No! ¡Lo que quise decir es que…!, si lo hubieras hecho no tendría la oportunidad que hoy tengo… Estoy con Angelo y las gemelas en Italia. Puedo intentar alejarlas de él. —Lo sé. Recuerda, tengo un infiltrado en la mansión y me contó de la salida. Aunque tenía negocios en Roma, ya he vuelto a Florencia. Busca una oportunidad de sal
—¿Qué has dicho…? —preguntó la mujer rubia, incrédula. —He dicho que salgas conmigo esta noche —replicó ese italiano, su voz profunda resonando como un eco en el pequeño baño. —¿Estás loco?! ¡No saldré contigo! ¡Si quieres hacerlo, que sea aquí! Soy amante oculta, no de andar exhibiendo. Eso dice el contrato y… —Cassandra se detuvo, sintiendo un rugido en su estómago. Su rostro se coloreó ante el hambre que la invadió. —¿Recuerdas el restaurante al que íbamos con Marco? —continuó hablando, Angelo. Ella quedó paralizada. Sabía que la memoria de ese hombre era impresionante, pero no esperaba que recordara algo que ella apenas en ese momento recordó. —Umm… Es alejado y discreto… —murmuró para sí misma mientras se miraba en el espejo. Al abrir la puerta, se encontró con Angelo, de pie frente a ella, proyectando una imponente confianza, como si supiera que ella cedería. —Si me esperas… Buscaré algo para… —No hace falta —la interrumpió Angelo, alejándose. Regresó unos minutos de
Una glamurosa cena con un arte que solo un chef apasionado podría lograr. Platos de pici, una pasta gruesa y rústica, se acompañaban de una salsa de tomate fresca en especias. Sin embargo, para Cassandra, ese olor… ¡NO LE FUE MUY APETITOSO! Aunque se trataba de uno de sus platillos favoritos, su estómago se revolvió en ese momento. Provocando que hiciera una expresión de desagrado. Al otro lado de la mesa sin mucha distancia, estaba sentado ese imponente CEO, provocando un ambiente íntimo, a la vez que la observaba con minuciosa atención. —Él solo te está manipulando —ese atractivo italiano, interrumpió el silencio. Su voz grave y sus palabras como una seria advertencia hacia la rubia. —¿Disculpa? ¿Hablas de Marco? —continuó Cassandra esforzándose por no notarse incómoda con la cena a la que no había dado ni un bocado. ¡Mucho menos al exquisito vino en su copa!… Después de todo… Sospechaba de un embarazo y no quería que nada saliera mal. —Aunque desconozco cómo llegaro
—¡Angelo!, espera… Es que esto es muy… —ese hombre la silenció, en el instante que se acercó hacia ella, sus rostros a centímetros, sus labios casi tocándose, él estiró su brazo y tomó con su mano la copa de vino que Cassandra ni siquiera provó. —Ya que tú no lo tomarás, yo lo haré por ti~ —sonrió con picardía, a la vez que vaciaba la copa de vino lentamente desde la clavícula de Cassandra, hacia abajo, viendo cómo el líquido rojo continuaba su paso al interior por sus senos y más abajo… —Ah~ Angelo… Qué demonios… —Cassandra soltó un gemido cuando los labios de ese hombre comenzaron a pasearse por su clavícula en dirección a sus pechos, con una voracidad que la hizo estremecer. "Umm… Desgraciado…." Pensó ella, su rostro ruborizado. Las grandes manos de Angelo, se dirigieron a la parte de la espalda de Cassandra, cuyo vestido descubierto de ese sector, le permitió sentir el tacto directo de ese hombre, que lentamente desvío el camino rumbo a los costados, ejerciendo pre