Angelo se detuvo, su incomodidad notable. El mayordomo, sin perder la oportunidad, hizo un gesto discreto a las niñeras. Las niñeras se acercaron, mientras Robert colocaba una silla para el CEO. Cuando finalmente Angelo se sentó, Robert le pasó primero a la gemela mayor. —Así, señor. Tenga cuidado, no las apriete demasiado, son bebés y son frágiles —dijo con una sonrisa, enseñándole a sostenerla—. Ahora la otra bebé… Con el rostro marcado por la rigidez y el nerviosismo, Angelo sostenía a las niñas. Robert miró a las niñeras, que se retiraron por un momento, dejando al CEO con sus pensamientos. —Y bien, señor Fiorentino. ¿Qué piensa de sus hijas? Necesitan un nombre. —Se parecen a ella… —susurró Angelo, frunciendo el ceño con un doloroso recuerdo. Robert notó la creciente molestia en su jefe y, con una exhalación profunda, respondió: —Se parecen. Pero NO SON ELLA, señor. Son solo sus bebés, sus hijas, dos seres inocentes que no tienen la culpa de nada. La rigidez en el ros
✧✧✧ Cuatro años atrás. ✧✧ —¡POR FAVOR!… ¡AYÚDENME! ¡AYUDEN A MIS BEBÉS! La enfermería en esa prisión de Miami era un lugar frío y desolado. Sin embargo, ese día en particular, estaba sumergido en un ambiente tenso. Cassandra Brenaman, con su gran barriga de embarazo, se retorcía en la camilla, el dolor la atravesaba como cuchillas afiladas por todo su delgado y frágil cuerpo. —¡AAAAAH, DIOS! ¡¡AAAY!! —gritaba con su rostro rojo, el sudor presente recorriendo su cuerpo tembloroso. La angustia se adueñaba de ella, mientras las contracciones la sacudían, cada una más intensa que la anterior. —¡¡¡SOCORRO!!! De repente, la puerta se abrió y un grupo de médicos, vestidos con batas blancas y con un aire de autoridad, entraron en la enfermería. No eran del personal de la prisión; venían de parte del temido y respetado, señor Fiorentino. Sin tiempo que perder, comenzaron a preparar el equipo mientras Cassandra, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, se aferraba a las sá
✧✧✧ En la actualidad. ✧✧✧ —Cassandra Brenaman —se escuchó la voz de la guarda en la prisión. —Felicidades, niña, por fin has demostrado tu inocencia, aunque sólo un año antes. —se despidió la única amiga que había hecho en prisión. —Gracias —dijo agradecida, tomando la mano de esa mujer—. Gracias por cuidar siempre de mí, no sé cómo habría sobrevivido a este infierno sin ti. —Recuerda hacer pagar a ese maldito miserable, por cómo te jodió cuatro putos años. —¡Lo haré! ¡Recuperaré a mis gemelas! Te lo juro —exclamó Cassandra, con un brillo de determinación en sus ojos dorados. Las rejas se abrieron y de inmediato la escoltaron fuera de ese sector. Había llegado el día en que sería absuelta por los crímenes que la sentenciaron y que ella… ¡¡JAMÁS COMETIÓ!! …….. —Se ha comprobado que usted es inocente, señorita Brenaman. Felicidades, hoy ha recuperado su libertad —sonrió la encargada de la prisión, entregándole una caja con las pertenencias que le fueron de
Casandra abrió sus ojos lentamente, sintiéndose aturdida. Cuando intentó mover su cuerpo, se percató que estaba atada en esa incómoda silla, de inmediato observó sus alrededores mientras parpadeaba varias veces… ¡Quedó petrificada en ese instante! La oficina del CEO Angelo Fiorentino, lucía como si fuese un monumento a su ego: paredes cubiertas de cuadros brillantes que lo mostraban en ceremonias de premiación, su sonrisa arrogante se plasmaba de manera eterna en cada fotografía. Trofeos que relucían en estantes, títulos y diplomas que colgaban con orgullo. "No… No puedo quedarme aquí…" Pensó ella entrando en pánico. Miró por las ventanas, donde la noche ya se mostraba… ¡No había tiempo que perder!, con todas sus fuerzas, comenzó a forcejear contra las sogas que le ataban las muñecas y los tobillos. Un acto inútil, y ante sus bruscos movimientos… ¡PUM! ¡Cayó al suelo con todo y silla!, justo en ese instante, escuchó unos sonidos provenir de la distancia. ¡ALGUIEN
—¿Nada que decir? —la helada mirada que clavó ese CEO, la hizo sentir un escalofríos en todo su cuerpo. Cassandra, viéndolo hacia arriba, comenzó a temblar de rabia e indignación… ¡No podía sentir más humillación! —No he hecho nada de lo que me acusas… —continuó Casandra, intentando mantenerse firme, aunque su tembloroso cuerpo y su voz quebradiza la delataran—. ¡Has caído bajo si me juzgas así, Angelo! Pero Sí, cometí un error. ¡Lo único que hice mal fue enamorarme de ti! ¡AAAH! Las palabras de Cassandra se vieron abruptamente interrumpidas por su fuerte grito. PLAF~ ¡Ese hombre le dio una bofetada! —¿Crees que soy estúpido?, es claro que estás ligada a mi maldito primo. En ese momento, el CEO Fiorentino se inclinó hacia su exesposa, su mano agarrando con fuerza el mentón de Cassandra, obligándola a hacer contacto visual con él, sus alientos entrelazándose. Entonces, dijo en un susurro lleno de frialdad: —Justo ahora puedo hacer lo que se me antoje contigo, y no pue
Habían pasado tres días… ¡Tres malditos días de confinamiento! Soportando hambre y en absoluto aislamiento, nada más que una asfixiante soledad y el rotundo silencio que la hacía sentir prisionera. ¿Quién se creía ese hombre para tratarla peor que un animal? Cassandra Brenaman se encontraba en una habitación de la mansión, cuya única ventana daba al jardín del este. Desde allí, durante la mañana observaba una escena que le desgarraba el corazón: dos figuras, que a lo lejos parecían ser sus gemelas, reían y jugaban entre sí. "¡Lo hace a propósito! ¡Es claro que busca torturarme!" Pensaba la mujer rubia, sin embargo, su cuerpo pálido y tembloroso comenzaba a verse demacrado, sus grandes ojeras ante el insomnio que le impedía descansar, y el sonido de su estómago hambriento… Solo la hacían darse cuenta de la miseria en la que había caído. Ese tercer día, en la noche, la puerta se abrió de golpe. ¡CLANK! Dos guardias la agarraron por los brazos, arrastrándola fuera de la h
—¡Marco Fiorentino…! —exclamó la mujer rubia, a la vez que el primo de su exesposo, se sentaba en el borde de la cama. —Hace cuatro años sin vernos, pero el tiempo no ha pasado en ti. Sigues igual de hermosa que la última vez que te ví. Cassandra no pudo contener su alegría al ver a Marco, alguien que siempre había considerado su amigo más preciado. ¡Ella se lanzó a abrazarlo! —¡Oh Marco! ¡Que alegría de…! —justo en ese instante, Cassandra reaccionó y se alejó rápido de él—. Perdón, estoy muy emocionada. Para ella, el asunto de las fotografías que Angelo le mostró, seguía sembrando silenciosamente semillas de duda en su mente. ¿De dónde salieron esas fotos falsas tan bien hechas y cómo llegaron a manos de Angelo? Justo cuando Cassandra divagaba, sintió de pronto un calor que le acariciaba la frente, ella alzó apresuradamente su mirada. El hombre rubio se quedó inmóvil un instante, con los dedos en el aire, pero enseguida alejó su mano. —Lamento haberte hecho sufrir
—Deberías aceptar ser su amante… ¡CASSANDRA QUEDÓ EN SHOCK! ¡No lo podía creer! Ella no quería rebajarse a ser el juguete sexual del hombre que tanto odiaba. Pero la magnética y convincente voz de Marco volvió a sonar. —Sí. Piénsalo, estarás lo suficientemente cerca para vigilar sus pasos, los de Madeline y tendrás la posibilidad de acercarte a las niñas que mantiene en el ala este de la mansión. —Pero… ¿Cómo podría obtener venganza…? Sola en la cueva de ese monstruo… ¿No significa estar a su merced y…? —Secuestro —la interrumpió ese hombre rubio—. Con lo corrupto que es Angelo, jamás recuperarás a las niñas por medios legales. Hay que sacarlas de la mansión a la fuerza. —¿Y no puedes hacerlo a como me sacaste a mí? —preguntó Cassandra confundida. Marco negó lentamente con su cabeza. —La seguridad para ellas, es extrema. Sin embargo, yo te ayudaré a ocultarlas en el extranjero luego de que encontremos la oportunidad contigo dentro de la mansión. —¿Y cómo haré e