Capítulo 38: Un castigo para ella.
En la habitación de Cassandra.

—¿Y? ¿Cómo está? —preguntó Angelo, de pie imponente junto a la cama, su mirada fría y calculadora fija en la figura postrada de Cassandra.

El doctor de confianza del CEO Fiorentino, Henry Clark, examinaba a la joven con mucha atención.

—No hay fracturas. La herida en su brazo es solo un rasguño; mi enfermera ya la desinfectó y vendó. Sin embargo, debemos llevarla a mi hospital para un examen completo. Es importante que descartemos cualquier contusión cerebral —advirtió el médico, su voz grave llena de urgencia.

Angelo frunció el ceño, sintiendo la molestia crecer dentro de él.

—No creo que sea necesario.

—Señor Fiorentino, es la salud de ella la que está en juego. No podemos arriesgarnos —insistió el médico, firme en su tono.

Angelo exhaló con desdén, cruzándose de brazos, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho.

Finalmente, sacó su teléfono móvil con un gesto de impaciencia.

—Está bien —respondió al médico, su voz cortan
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