La limusina avanzaba lentamente por las calles de Miami, las luces de la ciudad brillando coloridas, quedando cada vez más en la distancia. Dentro del vehículo, el ambiente estaba cargado de emociones explosivas. Cassandra Brenaman sentada en un sillón interno, tenía en el frontal a Madeline, la cual, la fulminaba con su mirada gris, su voz tan cortante como un cristal afilado. —¡Eres la culpable de todo esto! ¡Si algo le pasó a esas niñas, será únicamente TU responsabilidad! —gritó con furia, Madeline— Angelo se deshará de ti —continuó esa mujer—. Nunca más tendrás acceso a las gemelas. ¡Tienes que aceptar que ahora somos una familia! ¡Ya date por vencida y lárgate de nuestras vidas! Cassandra sintió una oleada de impotencia y furia mezclarse en su interior, a su lado, sentado uno de los hombres del CEO Fiorentino, vigilando a ambas mujeres. ¿Cómo podía Madeline ser tan cruel? En su mente, las imágenes de sus hijas la atormentaban, y la desesperación se apoderaba de ella…
En la habitación de Cassandra. —¿Y? ¿Cómo está? —preguntó Angelo, de pie imponente junto a la cama, su mirada fría y calculadora fija en la figura postrada de Cassandra. El doctor de confianza del CEO Fiorentino, Henry Clark, examinaba a la joven con mucha atención. —No hay fracturas. La herida en su brazo es solo un rasguño; mi enfermera ya la desinfectó y vendó. Sin embargo, debemos llevarla a mi hospital para un examen completo. Es importante que descartemos cualquier contusión cerebral —advirtió el médico, su voz grave llena de urgencia. Angelo frunció el ceño, sintiendo la molestia crecer dentro de él. —No creo que sea necesario. —Señor Fiorentino, es la salud de ella la que está en juego. No podemos arriesgarnos —insistió el médico, firme en su tono. Angelo exhaló con desdén, cruzándose de brazos, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho. Finalmente, sacó su teléfono móvil con un gesto de impaciencia. —Está bien —respondió al médico, su voz cortan
Al abrir sus ojos, Cassandra se vio en una habitación de hospital, una bastante cómoda y al parecer VIP. ¡Los recuerdos de lo sucedido llegaron de golpe! ¡Ella abrió sus ojos de par en par!, comenzó a revisar su cuerpo… Seguidamente suspiró con alivio al ver que no tenía ninguna fractura, sin embargo… ¡LE DOLÍA! ¡Todo su cuerpo dolía en gran manera!, por las ventanas se filtraba la claridad de un nuevo día, pero lo cierto es que esa mujer rubia no tenía idea de cuánto tiempo había pasado en realidad. Solo sabía que se sentía exhausta y adolorida, que su cuerpo estaba lleno de moretones y que su brazo izquierdo estaba vendado. Al recordar el fragmento de vidrio que la cortó, exhaló con tristeza… Sí, en su interior ese horrible sentimiento se hacía presente. —No me dijo nada… —susurró para sí misma con su voz temblorosa. Incluso en esa ocasión cuando ella sufrió un accidente en las escaleras; todo lo que le importaba, era que Angelo, su exesposo… ¡NO LE DIJO NADA DE LAS
"¿Así que ese es el motivo por el que Robert estaba en ese jardín con las niñas?, me esperaba para arrastrarme ante la presencia de ese… Desquiciado diablo" Pensó Cassandra frunciendo ligeramente el ceño. Su corazón latía desenfrenado, y en su espalda el sudor helado se deslizaba ante su terror. ¡¿Cómo no temer?! ¡¡¡El desgraciado la siguió con una pistola y disparó!!! ¡Ese fue el último recuerdo de esa rubia sobre su ex! ¡Un recuerdo NADA grato! …….. En el largo pasillo de la mansión Fiorentino, el sonido de sus zapatos sobre el mármol era acompañado por los pasos del mayordomo. Subiendo escaleras, el hombre la guió hasta la terraza. Al abrir la puerta, las paredes de cristal rodeaban todos los alrededores, dejando que la claridad de la mañana se filtrara, creando un ambiente relajante, con una espectacular vista desde las alturas, donde se apreciaba todo el terreno de la mansión Fiorentino. No era la primera vez que Cassandra estaba en esa espaciosa terraza. En va
La luz del sol se filtraba a través de las hojas de las pequeñas palmeras que adornaban la elegante terraza. El viento dejaba a su paso el aroma de flores tropicales que florecían en el jardín cercano. Cassandra Brenaman se encontraba ahí, atrapada entre el esplendor del entorno y la intensidad de la presencia del señor Fiorentino, su ex. El sol iluminaba la figura imponente de ese atractivo italiano, mientras su mirada fría y penetrante la mantenía expectante… ¡Era claro que ese hombre no la dejaría ir! Aún viendo el cuerpo de ella lastimado, él pensaba únicamente… EN SÍ MISMO. Angelo se inclinó hacia Cassandra aún más, la sombra de su alta figura proyectándose sobre ella. —Quiero algo distinto —dijo ese CEO, su voz un susurro lleno de firmeza, uno que confundía a Cassandra—. Te haré disfrutar como nunca antes, ni siquiera recordarás cómo te lo hacía Marco. Cassandra sintió un rubor intenso en sus mejillas al escuchar ese nombre. La comparación la incomodaba. Nunca ha
—Tú, eres un… —dijo ella, entrecerrando los ojos, intentando controlarse, se repetía mentalmente: "debo tomar el control, no dejar que él me controle"— Sí, me dolió, pero… Solo un poco. Angelo comprendió de inmediato lo que ella intentaba hacer. —Parece que no eres tan tonta como pensé, sabes que si te dejas llevar, seguro lo disfrutarías mucho más, en lugar de pasar quejándote y poniendo a prueba mi paciencia —sugirió él, su voz imponente y engreída, sus manos sobre las caderas de buen tamaño de esa mujer, él comenzó a levantarle la falda. Cassandra sintió la brisa de la mañana ingresar entre sus piernas, una extraña combinación con el calor del cuerpo de ese hombre que la acorralaba. Estaban en lo más alto de esa mansión, nadie los podría ver, aún así… Se sintió incómoda. En su vida, Angelo fue el único hombre que la tocó, y no porque Cassandra no tuviera pretendientes de sobra. Simplemente, ella lo amaba, un amor que fue intenso, un amor drástico, infantil y muy posesi
La rayos del atardecer se filtraban através de los cristales de la terraza, bañando con su cálida luz naranja el interior de la elegante zona de estar. Cassandra, desnuda y cubierta solo por la tela blanca de un mantel, se encontraba con su mirada perdida en la nada, sentada en un sillón largo color blanco. Angelo Fiorentino, se terminaba de abrochar la camisa manga larga, con movimientos rápidos. Sus ojos, azules y penetrantes, se posaron en ella de reojo. —Descansa el resto del día. Hoy no verás a mis hijas —le informó ese hombre, su voz fría, no aceptando debatir el tema. La sorpresa recorrió el cuerpo de Cassandra como un escalofrío. Se levantó de inmediato, sus piernas aún temblorosas. —¿Por qué?, pensé que no tenían a alguien que las ayude hoy… —preguntó, su voz temblaba, deseaba ver a sus hijas, su corazón dolía al saber que no podría, sobre todo después de creerlas en peligro. —¿No es obvio? —replicó él, con un tono que la tomaba por tonta—. Luces un desastre.
—¿No estará? ¿Qué pasó? —le preguntó Cassandra al mayordomo, esperando saber de Madeline. —La señora Fiorentino simplemente salió. Los detalles no los puedo revelar —dijo Robert con una expresión imperturbable. —Ella fue la culpable, ¿no es así? —creyó Cassandra de inmediato—. ¡¿Esa mujer fue la que causó todo, verdad?! ¡¿Por qué otra razón se iría una semana después del accidente?! ¡¿Angelo la tenía cerca para torturarme y ahora la echa?! ¡Está claro que hizo algo que lo enfureció lo suficiente! ¡Lo conozco! El mayordomo exhaló, su expresión continuaba seria. No le diría nada a Cassandra, sus labios sellados como tumba, por respeto a su señor. Clack~ El sonido de la puerta, avisando que esa rubia quedó completamente sola, resonó en toda la terraza. —¡¡¡M@LDITA!!! ¡M@LDITA DESGRACIADA! ¡Cassandra estalló de ira! ¡¡CRAAAAANK!!¡Ella aventó con fuerza el frasco del ungüento que sostenía en sus manos, contra la mesita de cristal! —¡No le bastó inventarse pruebas falsas para que