—¿Mujer? ¿Habla de la nueva niñera principal? —preguntó confundida la profesora—. El mayordomo me informó del cambio, creí que no habría problemas… —¡Los hay! ¡Has bien tu trabajo o hablaré con mi marido para que te despida! —la regañó Madeline, desquitando su ira en esa artista— ¡Ve tras ellas y no dejes que esa mujer se involucre de más con las niñas! —añadió Madeline, antes de irse furiosa. En su mente, maldiciendo, deseando que llegue el día de deshacerse de Cassandra. ……… Mientras tanto. Cassandra respiró hondo, encontrando a las gemelas, las tomó de las manitas, viéndolas, les sonrió dulcemente. —¿Listas para intentarlo de nuevo? —preguntó, tratando de recuperar la alegría del momento. —Pero mamá arruinó todo mi lienzo… —hizo un puchero, Cristal. —Volveremos a hacer uno nuevo, y será cien veces mejor que el anterior~ —le dijo Cassandra con delicadeza, agachada a la altura de Cristal. La gemela mayor asintió, y, aunque su rostro aún mostraba signos de frustración, pe
—El "poderoso CEO Fiorentino", no tenía que venir él mismo a dejar mensajes~ —sonrió desafiante esa mujer rubia, hablándole con sarcasmo a ese hombre. Angelo, con su porte altivo y su mirada gélida, avanzó más hacia Cassandra, que permanecía sentada en la silla, desafiándolo con una sonrisa. Había encendido la chispa de un fuego peligroso, pero cansada de ser pisoteada, no podía resistirse a burlarse de la altivez de ese hombre, que no siempre fue así. —Tú —resonó la voz de ese CEO, profunda y cortante, mientras se inclinaba hacia la mujer rubia—. No tienes idea de con quién estás jugando, mujer. Cassandra, levantó la vista. Su corazón latía desenfrenado, pero no mostraría debilidad. ¡Ya la tenía harta! —¿Qué vas a hacer? ¿Asustarme? ¿Golpearme? —su tono era directo, sin titubear, casi provocador. La ironía en su sonrisa solo avivó la furia de Angelo Fiorentino. Sin previo aviso, la mano de ese CEO, la agarró del brazo con brutalidad, levantándola de la silla con una f
Cassandra, se acercó a esa mesa, ella misma sentándose sobre la misma, comenzó a quitarse el chaleco dejándolo caer, seguidamente soltó botón a botón de su blusa blanca tres cuartas. Sus ojos dorados viendo a ese CEO, casi como una invitación a perderse en las delicias de su sensual cuerpo rebosante de femineidad. —Ven, puedes tener mi cuerpo cuando te plazca, así lo estipula nuestro contrato… pero no será para siempre —dijo con firmeza, el desafío claro en su voz. Angelo la observó con seriedad, su mirada fría se centró en ella. ¿Qué tan tonto pensaba ella, que él era, para caer en su trampa? En cada oportunidad se lo hacía difícil y ahora, ¿ella tranquilamente se le ofrecía en bandeja de plata? Sin embargo, ese italiano estaba muy seguro de sus sentimientos de odio por esa mujer. —Una esposa normal, una enamorada, se habría quejado cuando supo de mi infidelidad —él hizo un comentario que dejó helada a Cassandra, recordándole el pasado—. Pero tú, mujer, lo tomaste como
✧✧✧ La noche del día siguiente. ✧✧✧ Cassandra bajaba las escaleras rumbo al vestíbulo de la mansión Fiorentino, luciendo un vestido negro recatado, nada ostentoso para no llamar la atención. A cada uno de sus costados, una de las gemelas, a las cuales tomaba delicadamente de sus manitas. Las hermosas niñas rubias, lucían unos preciosos vestidos blancos a juegos, capa tras capa de tul que los hacía pomposos, como un par de rosas blancas, reflejando su pureza. En el vestíbulo, varios guardaespaldas, el mayordomo, así como Madeline y Angelo Fiorentino, esperaban a las niñas. Apenas Cassandra bajó del último escalón, las niñas se soltaron de sus manos y corrieron en dirección a Angelo y Madeline, con enormes sonrisas inocentes iluminando sus pequeñas caritas. —¡Papi! ¿Cómo nos vemos? ¿Te gustan nuestros nuevos vestidos? —mostraba Cristal que con sus manitas movía la pomposa falda de tul. —Lucen bien —dijo ese hombre apenas y prestando atención. A la vez que de reojo, observó c
El CEO Fiorentino se dirigió de inmediato a la sala VIP, tras ingresar, la tensión se hizo presente, los guardaespaldas estaban nerviosos en el interior. No era para menos… ¡Uno de ellos cometió un inaceptable error! —¿Qué demonios pasó? —preguntó Angelo con un aura imponente, su voz clara y helada, pero a su vez, llena de furia. Él miró a cada uno de los hombres que lo rodeaban. —¿Dónde están mis hijas y la niñera? —preguntó de inmediato, su corazón ligeramente inquieto, pues… Sospechaba la respuesta. Jacob, un guardaespaldas de rostro imperturbable y aspecto experimentado, dio un paso al frente. —Se fueron con la señorita Brenaman, y el guardaespaldas Terry Davis. Pero no han vuelto. Envié a algunos en la búsqueda señor, tal como indica el protocolo, pero no hay novedades. ¡La rabia de Angelo se desató en ese instante! Él se acercó a Jacob, tensando la mandíbula, su mirada como un arma apuntando a su cabeza, lista para dar un disparo. —¿Qué demonios significa eso? —ex
El salón de las cámaras de seguridad, dentro del Club, estaba iluminado por las pantallas parpadeantes. Angelo Fiorentino ingresó, Antonio Rossi, su amigo y dueño del Club, lo seguía de cerca, consciente de la seriedad de tal situación. —¡Empiecen a revisar todos los videos! —exigió Angelo, mirando a los hombres que se movían con nerviosismo. Su voz resonó en la habitación con una exigencia escalofriante. —Las gemelas, Clara y Cristal Fiorentino, se han perdido en mi Club, y necesitamos saber qué ha pasado y dónde están, revisen las cámaras en vivo, también las pasadas grabaciones, retrocedan hasta una hora atrás —ordenó Antonio a los técnicos. Los hombres comenzaron a trabajar rápidamente, pero Angelo se cruzó de brazos, su mente en una tormenta de frustración y por supuesto, preocupación. ¿Cómo podía haber permitido que eso sucediera? ¡DEBIÓ SER MÁS ESTRICTO!, fue demasiado blando con Cassandra… Al menos, así pensaba ese CEO, que nuevamente la culpaba a ella en
La limusina avanzaba lentamente por las calles de Miami, las luces de la ciudad brillando coloridas, quedando cada vez más en la distancia. Dentro del vehículo, el ambiente estaba cargado de emociones explosivas. Cassandra Brenaman sentada en un sillón interno, tenía en el frontal a Madeline, la cual, la fulminaba con su mirada gris, su voz tan cortante como un cristal afilado. —¡Eres la culpable de todo esto! ¡Si algo le pasó a esas niñas, será únicamente TU responsabilidad! —gritó con furia, Madeline— Angelo se deshará de ti —continuó esa mujer—. Nunca más tendrás acceso a las gemelas. ¡Tienes que aceptar que ahora somos una familia! ¡Ya date por vencida y lárgate de nuestras vidas! Cassandra sintió una oleada de impotencia y furia mezclarse en su interior, a su lado, sentado uno de los hombres del CEO Fiorentino, vigilando a ambas mujeres. ¿Cómo podía Madeline ser tan cruel? En su mente, las imágenes de sus hijas la atormentaban, y la desesperación se apoderaba de ella…
En la habitación de Cassandra. —¿Y? ¿Cómo está? —preguntó Angelo, de pie imponente junto a la cama, su mirada fría y calculadora fija en la figura postrada de Cassandra. El doctor de confianza del CEO Fiorentino, Henry Clark, examinaba a la joven con mucha atención. —No hay fracturas. La herida en su brazo es solo un rasguño; mi enfermera ya la desinfectó y vendó. Sin embargo, debemos llevarla a mi hospital para un examen completo. Es importante que descartemos cualquier contusión cerebral —advirtió el médico, su voz grave llena de urgencia. Angelo frunció el ceño, sintiendo la molestia crecer dentro de él. —No creo que sea necesario. —Señor Fiorentino, es la salud de ella la que está en juego. No podemos arriesgarnos —insistió el médico, firme en su tono. Angelo exhaló con desdén, cruzándose de brazos, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho. Finalmente, sacó su teléfono móvil con un gesto de impaciencia. —Está bien —respondió al médico, su voz cortan