Su mano se aferró con fuerza al cabello de ese hombre, tirando con desesperación, tratando de alejarlo, pero fue en vano. Ni siquiera eso logró que sus labios se separaran de los de ella. Cassandra sentía la humedad de sus oscuros mechones entrelazándose en sus dedos. Él sostenía su muñeca con firmeza, y su mano se cerró en un puño tenso. En ese momento, sus ojos se encontraron, y en la profundidad de esa mirada azul como el océano, vislumbró un destello de pasión. Ella movió la cabeza, alejándose un poco para tomar aire. En ese instante, sus cálidos alientos se mezclaban en una mínima distancia, pero, solo unos segundos después, él la besó de nuevo, al mismo momento que le liberaba su otra muñeca. —Mmm~ —ella produjo un gemido ahogado, su cuerpo contra la puerta, sintiendo el roce de ese cuerpo masculino que la presionaba, la atrevida pierna de él provocando un cosquilleo en su feminidad. Ella no quería tocarlo… Se negaba a hacerlo… Pero él la sorprendió al alzarla de repente
La mujer rubia avanzó nuevamente hacia ese hombre, sus manos aferrándose a su camisa negra, él la observó, sabía que planeaba algo, pero… Tampoco quería frenar su impulso. —Ven~ —susurró ella al ponerse de puntillas, viéndolo de cerca mientras se aferraba con firmeza de su camisa, como si lo estuviera retando a un juego tentador y ardiente. Sus manos soltaron a ese hombre, que sintió una sensación electrizante recorrerle todo el cuerpo. Volvió a verla, ella ahora dirigiéndose hacia una de las sillas del salón comedor, sacándola, le indicó sutilmente con el dedo que se siente. ¡Definitivamente algo tramaba!, pero él, moría por saber de qué se trataba… ¿Qué podría salir mal?, sabía que entre los dos, él era más astuto. El CEO se sentó en la silla, Cassandra aún detrás de él de pie; ella se inclinó, susurrando a su oído izquierdo: —Debió estar desesperado por recuperarme, si unos simples besos le tienen así de excitado, señor Fiorentino~ —las manos de Cassandra se posaron sobr
Cassandra desobedeció a la negativa del italiano. Sus manos de inmediato volvieron a acercar la camisa negra a sus ojos, como si lo estuvieran retando. Angelo frunció el ceño. —No lo harás, Cassandra. ¿Crees que soy tonto?, vas a irte, probablemente vas a intentar escapar. —¿Crees que soy tonta, Angelo? —le respondió ella, con un ligero temblor en sus palabras—. Debes de tener toda la propiedad rodeada con un exceso de seguridad. Además, ¿voy a escapar, cuando ya me quité absolutamente toda la ropa? —dijo ella, inclinándose hacia él a propósito, buscando que sienta el roce de sus pechos en su espalda. Efectivamente, ese CEO sintió la cálida y suave piel de la mujer, sus pezones rozando su espalda y una ola de deseo le recorrió, sintiéndose como un volcán a punto de hacer erupción. Él no dijo más nada. Tampoco se movió, ella entendió eso como un "sigue con tu juego"… Una sensación victoriosa la invadió, y terminó atando la camisa alrededor de los ojos del hombre. ¡La sensa
Angelo sostenía a Cassandra en sus brazos, ella, con una mirada provocativa, se aferraba a su cuello, mientras él la llevaba hasta la habitación principal, subiendo las escaleras. En el interior de la habitación, las paredes, bañadas en tonos de cálidos marrones daban un ambiente acogedor, iluminadas por las tenues luces de las lámparas. Las amplias ventanas ofrecían una vista del extenso jardín, iluminado por la suave luz de la luna. Pof~ Con un movimiento suave, él recostó a Cassandra sobre la cama, su delicadeza provocando un escalofrío en ella. Se encontraron en una mirada intensa, los profundos ojos azules de Angelo ardían con un deseo que ya no podía ser ignorado. La mujer rubia no decía nada, con sentimientos conflictos, y su corazón latiendo aceleradamente, no sabía si creer en él o no hacerlo… Ya le había hecho mucho daño, y seguía llena de dudas con respecto a todo. Sin embargo, algo era claro. Él no la dejaría ir. El señor Fiorentino ya tenía a sus hija
—¡Mamiiii! ¡Oh Mamá, te extrañé! —exclamó Cristal con gran entusiasmo. —Mi mami… —dijo Clara, haciendo un puchero. Las gemelas se acercaron de inmediato hacia Cassandra que recién había cruzado la puerta de la sala de estar. Cassandra sintiendo un nudo en la larga se inclinó de inmediato, extendiendo sus brazos a la altura de las pequeñas gemelas rubias, las abrazó con ternura. —¡Mis bebés!, también las extrañé mucho… —dijo la mujer con su voz temblorosa, resistiendo las lágrimas que querían emerger. Antonio Rossi, sentado en uno de los sofás individuales, veía fijamente a Cassandra. Angelo que la guío hasta la sala, había recibido una llamada telefónica de Robert, en Miami, alejándose para contestar. —Mami, ¿por qué tienes castigado a mi papi? —se quejó Cristal, justo después de abrazarla, cruzándose de brazos, frunció el ceño a la vez que hacía una encantadora mueca de desagrado. Cassandra volvió a verla sorprendida por un instante. —¿Castigado? —susurró Cassandra confundid
Angelo se echó a reír ante las palabras de su amigo, causando que la tensión disminuya. —Cuento contigo —sonrió el señor Fiorentino. Antonio sacó de su estuche un cigarrillo, encendiendo el mismo lo llevó a sus labios. —Me voy. Mi esposa me va a dar una buena bofetada si me demoro todo el día —sonrió Antonio hablando de su amada Francesca—. Volveré en tres días a Miami, avísame cuando regreses. —Que tengas buen viaje. Antonio comenzó a irse, en ese momento, detuvo sus pasos y volvió a ver por encima de su hombro a su amigo. —¿Qué te dijo Robert? ¿Pasó algo con la perra de Madeline? Angelo negó. —Sigue tan insoportable como siempre. Me avisaba de "aquel tema" y que él detective llegó a buscarme, pero al no encontrarme se marchó. —Oh. Bueno, cuídate —se fue Antonio, hasta que subió al vehículo oscuro blindado que aguardaba por él. En ese instante, sacó su teléfono móvil e hizo una llamada telefónica. —¿Hermano? —Anto. Han pasado días, ¿en qué problema te has me
—¿Eh? ¡No!, no hace falta, Cris bebé —dijo Cassandra con nerviosismo, acercándose a su hija—. ¿Dónde está tu hermanita? ¿Siguen buscando el dibujo que se les perdió?, iré con ustedes y las ayudaré a buscarlo y… —¡No! —exclamó Cristal—. ¿Por qué dices que papi hace cosas mal, pero no pide perdón?, entonces, ¿no hace cosas mal? ¿no quieres perdón?, cuando Clarita me hace daño, pide perdón, y ya no duele aquí —decía Cristal tocándose el pecho. Cassandra cerró por un instante sus ojos, y sonrió con inquietud, temiendo ver la expresión de ese CEO. —Cristal. No obstigues a tu madre. Ella está un poco enferma —interrumpió Angelo y la niña hizo un gesto de confusión. —Yo veo a mami bien… No parece estar enferma, cuando estoy enferma, lloro. Cassandra no pudo evitar reírse disimuladamente de la situación. Viendo cómo él intentó ayudar y Cristal fácilmente le ganó. La mujer se acercó a su ex, tomando con su mano del brazo a ese CEO, ella le susurró: —Solo dale lo que quiere, es
✧✧✧ Casi cinco años atrás. ✧✧✧ Era una mañana en Miami, en una de las lujosas propiedades de los Black. —Bienvenida —susurró una voz masculina. Marco Fiorentino, ese hombre de cabello rubio, miraba hacia el mar a través de la amplia ventana. Las cortinas blancas se movían suavemente al ritmo del viento, mientras los primeros rayos del sol iluminaban la habitación con una calidez dorada. Evelyn Black despertó en la cama, parpadeando lentamente. Un dolor punzante recorrió su cuerpo, y al mirar hacia abajo, se dio cuenta de lo que realmente sucedía… ¡Estaba embarazada! Los ojos de Evelyn se abrieron desmesuradamente, llenos de horror al ver a Marco. —No me mires así —dijo él, sosteniendo una taza de café con una sonrisa despreocupada—. Fue idea de tu padre. Temía por la vida de su hija favorita, así que me pagó para cuidar de ti… y para embarazarte. Los Black no se quedarán sin un heredero saludable. Si tú no puedes, el hijo de tu sangre lo hará. Las lágrimas comenz