✧✧✧ Hace cinco años. ✧✧✧ —¿Qué tal me veo? —preguntó Evelyn, sonriendo en la boutique francesa, mientras modelaba su vestido de cumpleaños. —Estás hermosa, hermana, lo sabes —la elogió Madeline, sentada en una silla, observándola probarse el vestido recién importado de París. —¡Seré la más hermosa de todas! Aprovecharé, en mi fiesta voy a seducirlo. —¿Angelo Fiorentino? ¿Sigues pensando en él? —Nos amamos, Madeline. Es algo que no puedes entender. ¿Cuándo te ha importado alguien lo suficiente como para quererlo a tu lado por el resto de tu vida? —¡JA! —Madeline soltó una sonrisa burlona, cruzándose de brazos mientras veía a su hermana como si fuera una tonta—. ¿Y qué harás con la estúpida esa que vive pegada a él? Vi la lista de invitados y ella está ahí. No debiste invitarla. —¡La odio! Pero tenía que hacerlo. Dicen que cuando la hija de los Brenaman no es invitada, sus "dos protectores" tampoco llegan. Quiero que Angelo esté presente, así que esa mujer también debe asis
Una figura alta y esbelta, llena de feminidad, se movía con gracia en la cocina. Su cabello largo, lacio y de un oscuro rojo granate caía hasta su cintura, mientras que sus ojos, de un profundo azul marino, brillaban con intensidad. Los labios, pintados de un rojizo bermellón, complementaban su apariencia de modelo de la élite europea. Cassandra la observaba con atención mientras Francesca Rossi preparaba batidos de frutas naturales. No había duda de que Francesca era una estrella, incluso fuera del escenario. —Escuché que estás embarazada. ¡Felicidades! —exclamó Francesca con una sonrisa y un marcado acento italiano—. Yo también quiero hijos, me encantan los niños. Pero aún no, tengo tantas cosas en la cabeza ahora mismo. —Sí, los niños son hermosos —respondió Cassandra, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas. En su mente, ya había deducido que Antonio había compartido la noticia de su embarazo con Francesca. —Déjame adivinar. ¿Quieres un niño, verdad? Cassandra se sintió i
Angelo se sorprendió ante el pedido de su exesposa. La incredulidad lo invadió, y de inmediato se distanció de Cassandra. —¿Qué estás tramando? —le preguntó, la desconfianza evidente en su rostro. —¿Crees que estoy tramando algo? Solo te pedí un beso… ¿O soy tan poca cosa para ti que no lo harías? —respondió ella, dejando entrever una pizca de coquetería en su voz. Él se sintió confundido. No sabía qué pasaba por la cabeza de Cassandra, ni si era un intento de distraerlo antes de escapar. Después de todo, podía esperar cualquier cosa de ella. —¿No lo harás? Entonces vete y déjame como un ave enjaulada… —susurró ella, su expresión ahora seria mientras le pasaba a su lado. Angelo la agarró con fuerza del antebrazo izquierdo. —¡Ah! —gritó Cassandra al sentir cómo él la atraía hacia su cuerpo con una firmeza posesiva. Su mirada penetrante examinaba a su exesposa, buscando cualquier rastro de engaño. Sabía que ella tramaba algo, y su corazón latía con fuerza, incapaz de solta
Esa misma noche, en Roma, Italia. —Perfecto. Asegúrate de seguir el plan y todo saldrá bien. Con esas palabras, Marco Fiorentino colgó la llamada. Sentado en la cama en horas de la madrugada, completamente desnudo, observaba a la mujer que dormía a su lado. —Supongo que tú ya no me serás útil —murmuró, su voz un susurro que ella no escuchó. "Cuando mi dulce Cassi esté en Italia, no tendré piedad de ti, primito" Pensó Marco, una sonrisa maliciosa curvando sus labios. ……….. ✧✧✧ Hace cinco años. ✧✧✧ En la fiesta de cumpleaños de Evelyn Black. Entre la música y las luces de neón, los ojos verdes de Marco presenciaron el instante exacto en que Madeline vertió algo en la bebida de Angelo. Marco, con una copa en la mano, sonrió. "Vaya, quién lo diría. ¿Qué pretende la hija mayor de los Black? ¿Cómo era que se llamaba? ¡Ja! A nadie le importa, todos saben que la verdadera heredera es la menor, Evelyn Black." Mientras pensaba esto, continuó observando desde las sombras. Madel
Clack~ El sonido de la puerta alertó a Cassandra, que recién salía del baño en la habitación, después de no sentirse bien y vomitar. —Señorita Brenaman —resonó la grave voz del guardaespaldas que habían dejado a cargo de vigilarla. —¿Pasa algo? —preguntó ella, con un tono de preocupación. —Soy uno de los guardaespaldas del señor Marco Fiorentino. He trabajado para esta familia durante cinco años, fui contratado poco después del accidente aéreo. El señor Marco me ayudó, y hoy me toca a mí ayudarlo a él. Cassandra se sorprendió. Sabía que Angelo y Marco habían sido muy unidos, criados como hermanos y manejando los negocios familiares juntos. Marco, aunque había huido hacía solo mes y medio, aún tenía influencia y poder, algo que a Angelo le costaba erradicar por completo. —Oh… Así que eras tú… —murmuró Cassandra, dándose cuenta de que Angelo tenía muchos infiltrados. Por un instante, sintió una punzada de compasión por él, pero ese sentimiento se desvaneció rápidamente cuando l
Angelo lo saludó con amabilidad. No importaba cuánto fastidio sintiera; JAMÁS lo mostraría en público. Era el CEO, criado para mentir, engañar y ser meticuloso, astuto, y siempre analítico.Madeline sonreía mientras hablaba con el señor Thompson, quien la conocía desde niña.—Es una pena que Evelyn nos haya dejado tan joven, con una vida tan espléndida por delante —dijo el patriarca, recordando a la hija más querida de las Black.Sin embargo, para el imponente señor Fiorentino, ese comentario le pareció simplemente innecesario.No se había dado cuenta de que había dejado de pensar en Evelyn y su muerte desde hacía semanas.Madeline, atenta, no se despegó de Angelo, esperando a que él se bebiera todo el líquido en su copa. Ya había pedido un favor especial a uno de los empleados de los Thompson: que agregara la droga que le dio Cassandra a una copa en particular.……….Solo unos minutos después, mientras Madeline caminaba entre los invitados, una mujer se acercó a ella.—¡¿Madeline Bla
✧✧✧ Cinco años atrás. ✧✧✧ —Cassandra. La voz del CEO Fiorentino resonó en el salón comedor, rompiendo el silencio de esa mañana. Cassandra, la única hija de la prestigiosa familia Brenaman, levantó la mirada y se encontró con los ojos de su esposo. Angelo, ese hombre alto e imponente, fijó su atención en el dedo anular de la rubia, donde brillaban los anillos de matrimonio y compromiso que él mismo le había dado, meramente por obligación. Era su primera mañana viviendo juntos como marido y mujer, en la lujosa mansión de Angelo en Miami. —¿Te irás ya a la empresa? —preguntó Cassandra, tratando de sonar casual, como si no le importara, aunque un tono de queja se asomaba en su voz. Angelo se acercó, su expresión helada, su corazón cargado de resentimiento. —Seré muy directo contigo. Sabes que este matrimonio es solo un negocio familiar. —Lo sé… —susurró Cassandra, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos. Desvió la mirada hacia el plato frente a ella,
Dentro de la mansión Fiorentino, Angelo entró acompañado de Madeline. —¿Dónde demonios está Robert? —alzó la voz, el CEO, al ver que el vestíbulo estaba desierto, salvo por una de las sirvientas. —El mayordomo tuvo un imprevisto de salud. La cena no le sentó bien. Me pidió que lo recibiera —respondió la sirvienta con una sonrisa que ocultaba algo siniestro. —¡Al diablo! ¡Llama a Robert y dile que lo espero en mi habitación! ¡Dile que…! —su voz se cortó cuando un nuevo mareo lo golpeó, sintiendo las nauseas subir por su garganta. Madeline se acercó, tomando su brazo con preocupación. —¿Estás bien, cariño? Te llevaré a tu… ¡AAAH! —gritó cuando él la apartó con tanta fuerza que ella cayó al suelo—. ¡Maldita sea, Angelo! ¡No ves que solo intento ayudarte! —Vete al diablo, Madeline —susurró él, tambaleándose hacia su habitación, guiándose con la pared—. Dile a Robert que llame al doctor Clark —ordenó a la sirvienta mientras subía los escalones, aturdido. —Sí, señor Fiorentin