Esa misma noche, en Roma, Italia. —Perfecto. Asegúrate de seguir el plan y todo saldrá bien. Con esas palabras, Marco Fiorentino colgó la llamada. Sentado en la cama en horas de la madrugada, completamente desnudo, observaba a la mujer que dormía a su lado. —Supongo que tú ya no me serás útil —murmuró, su voz un susurro que ella no escuchó. "Cuando mi dulce Cassi esté en Italia, no tendré piedad de ti, primito" Pensó Marco, una sonrisa maliciosa curvando sus labios. ……….. ✧✧✧ Hace cinco años. ✧✧✧ En la fiesta de cumpleaños de Evelyn Black. Entre la música y las luces de neón, los ojos verdes de Marco presenciaron el instante exacto en que Madeline vertió algo en la bebida de Angelo. Marco, con una copa en la mano, sonrió. "Vaya, quién lo diría. ¿Qué pretende la hija mayor de los Black? ¿Cómo era que se llamaba? ¡Ja! A nadie le importa, todos saben que la verdadera heredera es la menor, Evelyn Black." Mientras pensaba esto, continuó observando desde las sombras. Madel
Clack~ El sonido de la puerta alertó a Cassandra, que recién salía del baño en la habitación, después de no sentirse bien y vomitar. —Señorita Brenaman —resonó la grave voz del guardaespaldas que habían dejado a cargo de vigilarla. —¿Pasa algo? —preguntó ella, con un tono de preocupación. —Soy uno de los guardaespaldas del señor Marco Fiorentino. He trabajado para esta familia durante cinco años, fui contratado poco después del accidente aéreo. El señor Marco me ayudó, y hoy me toca a mí ayudarlo a él. Cassandra se sorprendió. Sabía que Angelo y Marco habían sido muy unidos, criados como hermanos y manejando los negocios familiares juntos. Marco, aunque había huido hacía solo mes y medio, aún tenía influencia y poder, algo que a Angelo le costaba erradicar por completo. —Oh… Así que eras tú… —murmuró Cassandra, dándose cuenta de que Angelo tenía muchos infiltrados. Por un instante, sintió una punzada de compasión por él, pero ese sentimiento se desvaneció rápidamente cuando l
Angelo lo saludó con amabilidad. No importaba cuánto fastidio sintiera; JAMÁS lo mostraría en público. Era el CEO, criado para mentir, engañar y ser meticuloso, astuto, y siempre analítico.Madeline sonreía mientras hablaba con el señor Thompson, quien la conocía desde niña.—Es una pena que Evelyn nos haya dejado tan joven, con una vida tan espléndida por delante —dijo el patriarca, recordando a la hija más querida de las Black.Sin embargo, para el imponente señor Fiorentino, ese comentario le pareció simplemente innecesario.No se había dado cuenta de que había dejado de pensar en Evelyn y su muerte desde hacía semanas.Madeline, atenta, no se despegó de Angelo, esperando a que él se bebiera todo el líquido en su copa. Ya había pedido un favor especial a uno de los empleados de los Thompson: que agregara la droga que le dio Cassandra a una copa en particular.……….Solo unos minutos después, mientras Madeline caminaba entre los invitados, una mujer se acercó a ella.—¡¿Madeline Bla
✧✧✧ Cinco años atrás. ✧✧✧ —Cassandra. La voz del CEO Fiorentino resonó en el salón comedor, rompiendo el silencio de esa mañana. Cassandra, la única hija de la prestigiosa familia Brenaman, levantó la mirada y se encontró con los ojos de su esposo. Angelo, ese hombre alto e imponente, fijó su atención en el dedo anular de la rubia, donde brillaban los anillos de matrimonio y compromiso que él mismo le había dado, meramente por obligación. Era su primera mañana viviendo juntos como marido y mujer, en la lujosa mansión de Angelo en Miami. —¿Te irás ya a la empresa? —preguntó Cassandra, tratando de sonar casual, como si no le importara, aunque un tono de queja se asomaba en su voz. Angelo se acercó, su expresión helada, su corazón cargado de resentimiento. —Seré muy directo contigo. Sabes que este matrimonio es solo un negocio familiar. —Lo sé… —susurró Cassandra, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos. Desvió la mirada hacia el plato frente a ella,
Dentro de la mansión Fiorentino, Angelo entró acompañado de Madeline. —¿Dónde demonios está Robert? —alzó la voz, el CEO, al ver que el vestíbulo estaba desierto, salvo por una de las sirvientas. —El mayordomo tuvo un imprevisto de salud. La cena no le sentó bien. Me pidió que lo recibiera —respondió la sirvienta con una sonrisa que ocultaba algo siniestro. —¡Al diablo! ¡Llama a Robert y dile que lo espero en mi habitación! ¡Dile que…! —su voz se cortó cuando un nuevo mareo lo golpeó, sintiendo las nauseas subir por su garganta. Madeline se acercó, tomando su brazo con preocupación. —¿Estás bien, cariño? Te llevaré a tu… ¡AAAH! —gritó cuando él la apartó con tanta fuerza que ella cayó al suelo—. ¡Maldita sea, Angelo! ¡No ves que solo intento ayudarte! —Vete al diablo, Madeline —susurró él, tambaleándose hacia su habitación, guiándose con la pared—. Dile a Robert que llame al doctor Clark —ordenó a la sirvienta mientras subía los escalones, aturdido. —Sí, señor Fiorentin
Robert recibió una llamada del departamento de vigilancia en la mansión. ¡Solo había una toma! La niñera y la sirvienta Margaret llevaban a las gemelas dormidas. —¿Y dónde están esas mujeres? —preguntó Robert, alterado. —No están. Ya las buscaron… Desaparecieron. El mayordomo colgó la llamada, cerrando los ojos por un momento. "No puede ser… El señor Fiorentino va a…" Su corazón latía con fuerza, sumido en la preocupación. ……… Solo unos minutos después. ¡CLANK! La puerta se abrió de golpe. Robert irrumpió en la habitación de su señor. —¡¡SEÑOR FIORENTINO, ES URGENTE!! —gritó el mayordomo, palideciendo al ver a Angelo en la cama con Madeline— ¡¡NOOO!! ¡¡DIOS MÍO, SEÑOR FIORENTINO, LA VA A MATAR!! —gritó al ver a Angelo sobre ella, ahorcándola. —¡¡¡ESO QUIERO!!! ¡ALÉJATE! —le gritó Angelo, furioso. —¡No, señor Fiorentino! ¡No vale la pena que ensucie sus manos! —Robert se acercó, forcejeando con Angelo. Madeline se retorcía, luchando por liberarse de la feroz a
—No estoy para bromas ahora, Antonio —dijo el señor Fiorentino, su voz cargada de evidente molestia. —¿Y ahora qué te hice? ¿Por qué suenas tan molesto? No me digas que… —Antonio Rossi hizo una pausa—. ¿Te acostaste con Madeline? —¡NO! —respondió Angelo de inmediato, su frustración evidente—. Bueno, no lo sé, creo que no… —¿Crees que no? Jaja~ ¿y eso? —¡ANTONIO, ME DROGARON! —gritó el CEO, su voz resonando con intensidad—. La hija de puta me drogó. No recuerdo mucho… Desperté desnudo y ella a mi lado. Fue la escena más repulsiva de mi vida. ¡Envía a tus hombres de confianza! No confío en los míos. —¿No? ¿Por qué no? Tu gente es muy eficaz y… —Cassandra huyó con las gemelas —dijo Angelo interrumpiendo a su amigo. —¡¿Ah?! ¡¿Se fue?! ¡Increíble! Marco te ganó~ —dijo Antonio, dejando escapar una risa burlista. —¡Basta de tontear! —gritó Angelo, terminando la llamada y entregando el teléfono a Robert. La tensión en la habitación del CEO aumentaba. El mayordomo observaba a Angel
✧✧✧ Miami, Estados Unidos. ✧✧✧ —¡NO PUEDES OBLIGARME A HACER ESTO, ANGELO! —gritaba Madeline, furiosa, mientras se negaba a subir al helicóptero del CEO. Vestida con ropa sencilla, una blusa y pantalones que una sirvienta le había conseguido en la mansión, la mujer castaña luchaba contra los dos guardaespaldas del señor Rossi, que la sujetaban con fuerza. —¡NO ME PUEDES OBLIGAR! —su voz resonaba con desesperación. Angelo, en su elegante traje oscuro y gabardina negra, se acercó, inclinándose hacia ella. Susurró con un tono amenazante: —¿Crees que me importa? En mi hogar, las cosas se hacen a mi manera. Un hombre se acercó, abriendo una pequeña caja rectangular y sacando una jeringa, preparando la inyección. —¿Solo la dormirá? —preguntó Angelo, con una voz fría y un gesto serio. —Sí, señor Fiorentino. Lo suficiente para que no cause un escándalo y puedan hacerle los chequeos en el hospital. —Procede a inyectarla. No quiero tocar a esa cosa o la mataré —habló con frialdad, refir