Capítulo 8: Duelo.
El noble corazón del señor Salvatore DiNozzo, no pudo resistir tanta ingratitud, por parte de su hijo Erick, a quien amaba con su vida, al igual que a sus otros hijos. Marlon al percibir un extraño silencio, entra de sopetón al despacho de su padre y se encuentra con tan triste desgracia:

—Papá—grita y de inmediato, pide ayuda a la servidumbre. Pero todo resulto en vano, su padre había fallecido.

Marlon se lanza al suelo desesperado, lo único que hace es llorar desconsoladamente, por la repentina muerte de su padre, de inmediato siente como su mundo se derriba.

Al cabo rato, ingresa Aníbal a la mansión y lo acompaña con el mismo sufrimiento. Juntos se entrelazan en un fuerte abrazo, donde el dolor se pone de manifiesto, la vida le había arrebatado lo más sagrado que ambos poseían, su benevolente padre.

—¡Hijos! —exclama su madre y se aferra a ellos, Mónica está desconcertada. Sin embargo, se encuentra serena.

—Erick, es el culpable de esta tragedia, el mato a papá—expresa Marlon,
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