Ofelia se sentó en la sala. Luciano no había llamado esa mañana, ni había aparecido durante el resto del día. Le preocupaba que le sucediera algo, aunque sinceramente no era su problema, pero era el padre de su hija y de alguna manera…
Los gritos de su madre procedentes del jardín interrumpieron sus pensamientos, se aseguró que Luciana estuviera cómoda en su cuna y caminó a paso lento hacia la puerta. Los puntos de sutura de la operación apenas le habían sido retirados y ella temía que el vientre se le fuera abrir.
—Sé que mi nieta ha nacido, quiero conocerla y también quiero ver a mi hija —la mano de Ofelia tembló sobre el pomo de la puerta al escuchar la voz de su padre e instintivamente giró su rostro para ver hacia la cuna de su hija. El miedo se anidó en su corazón y las lágrimas rodaron por sus mejillas.
Su
Luciano no pudo olvidar el dolor en los ojos de Ofelia y estos lo persiguieron durante las semanas que le siguieron. Mientras él buscaba la manera de encontrar a Valerio Carranza, también se tomaba el tiempo para vigilar la casa de Ofelia para evitar que el tipo se les acercara y cuando ella salía al jardín con Luciana en sus brazos su corazón se encogía por no poder estar cerca de ellas.—No puedes continuar de esa manera, Luciano. Tristán ha renunciado a la constructora, debes ponerte al frente o todo el trabajo que hemos hecho terminará en nada —le dijo su padre aquella tarde tres meses después.—Hazte cargo de ella, pero no dejaré de buscar a Valerio Carranza. Su silencio me provoca desconfianza, temo que aparezca un día y se lleve a Luciana del lado de Ofelia. ¿Has vivido alguna vez con miedo, papá? —preguntó con los ojos llenos de tristeza.
«Tenemos que hablar…»«Tenemos que hablar…»«Tenemos que hablar…»Tres palabras que se repetían como un mantra en el cerebro de Ofelia, mientras la mano de Luciano sobre su brazo le quemaba como si fuera una brasa caliente destinada a dejar su huella a fuego sobre su piel. Ofelia cerró los ojos, la única vez que él la había tocado, había sido la noche que concibieron a Luciana.Los ojos negros de Luciano se posaron sobre los cafés de ella y la conexión fue inexplicable, pero tristemente fue tan efímera que no tuvieron tiempo de disfrutarlo porque inmediatamente Ofelia se liberó de su toque.—Lo siento, pero tú y yo no tenemos nada de que hablar, Luciano —Ofelia temblaba de miedo, pero no permitió que su voz la delatara, le contestó lo más serena que fue capaz.—Te equivoc
Ofelia jamás había experimentado la sensación de un beso como aquel, más bien jamás había sido besada de ninguna manera. Pero podía adivinar que el beso no era demandante, sino tierno, como debía sentirse una caricia sobre la piel. Calientes lágrimas rodaron por sus mejillas y siquiera sabía la razón de ellas. Quizá el motivo era el beso de Luciano, quizá la terrible verdad que él le confesó, o quizá… no, no quería pensar ahora mismo en los motivos, el miedo de que todo esto fuera un sueño le asustó.Ofelia correspondió el beso que Luciano le daba antes de poder arrepentirse y lo que por un momento fue un beso dulce y tierno. En el siguiente minuto sintió la lengua de Luciano invadir la tibia cavidad de su boca, profundizando el beso, llenándola de deseo y algo más que ella no podía explicar.<
Luciano esperaba que Imperio le contradijera, que le dijera que estaba mal, que le sacara de su error. Mas sabía que no lo haría, porque todo lo que le había dicho era verdad. Ofelia tenía el alma herida y él haría hasta lo imposible por sanar y borrar las cicatrices que cruelmente le fueron haciendo con el paso de los años y a los que en los últimos meses él contribuyó.—Si no tienes nada más que decirme, por favor —le dijo mostrándole la salida con la mano.—No quiero que sufra —susurró Imperio con lágrimas rodando por sus mejillas.Imperio era consciente que cada palabra dicha por Luciano golpeó su corazón; ella no fue suficiente para cuidar a Ofelia y las heridas que llevaba su hija solo podían ser borradas con paciencia, con amor y con tiempo.—No sufrirá si me permites amarla, pero si te interpon
Luciano vio a Ofelia y el corazón se le encogió. Esa chica que había conocido más de un año atrás ya no era la misma. En sus ojos había dolor, pero también una madurez que le abrumó.—Es hermosa —susurró con lágrimas en los ojos.—Lo es; se parece mucho a ti —respondió ella sin atreverse a acercarse.Luciano negó ligeramente con la cabeza.—Me refiero a ti, Ofelia. Me refiero a ti —murmuró acercándose a ella con la pequeña en sus brazos.—Gracias por todo Ofelia, por el regalo más grande que una mujer puede concederle a un hombre y perdóname por no haber sido el hombre que tú necesitabas —confesó.—No fui buena contigo, Luciano. Te hice daño consciente o inconscientemente, también te lastimé. Puede haber elegido hacer las cosas bi
Las palabras de Ofelia fueron un golpe bajo para Imperio, ella en el pasado estúpidamente había hecho exactamente eso: comparar a Tristán con el loco de su ex y eso casi le cuesta su relación.Ofelia estaba demostrando ser mucho más madura y valiente que ella a su edad y era algo que admiraba en ella. Sin embargo, eso no evitaba sentir preocupación por su hija, buena o no, era su madre y quería protegerla, aunque fuera tarde.—Lo siento, yo…—No te disculpes mamá, sé que te preocupas por mí, pero controlar mi vida no es una solución sino un verdadero problema.—Ofelia, por favor, no quiero controlar tu vida, pero me preocupas.—Lo sé, pero aun así necesito que confíes en mí, no soy la misma mujer de hace unos meses mamá. Y es por eso que pido tu apoyo en la decisión que he tomado —dijo, poni&eac
Ofelia se ocupó de limpiar la mesa, mientras Luciano fregaba los platos… luego del beso entre ellos, ninguno dijo nada.—No es necesario que lo hagas, puedo hacerlo yo —le dijo Ofelia rompiendo el largo, pero no incomodo silencio.—No te preocupes, puedo hacerlo perfectamente. Tú cocinaste, es lo mínimo que puedo hacer por ti —le respondió acomodando los últimos cubiertos en el cesto de trastos.—Gracias por tu ayuda, Luciano y, sobre todo, por tu apoyo —le dijo con sinceridad.—Quisiera hacer mucho más por ti, Ofelia —le dijo atrapando la cintura de la chica entre sus grandes manos.—Luciano…—Quiero darte el mundo, pero entiendo que no necesitas un héroe a tu lado, sino un hombre que te apoye. Me encantaría ofrecerte trabajo en la constructora, pero sé que no aceptarás. Voy a respetar todo lo que d
Ofelia salió de la oficina de su madre con mucha más confianza de cuando llegó. Por un momento había llegado a temer que el motivo de la reunión era para hacerla desistir de su deseo de independizarse y de prohibirle el contacto con Luciano. Pero la sorpresa que se había llevado fue grata en más de un sentido.Caminó con prisa hacia el estacionamiento, donde Luciano y su hija esperaban por ella.—Hola —saludó, apenas subió al auto. —Lamento la demora, ¿llevas mucho tiempo esperando? —preguntó, dejando su bolso en el asiento de atrás y extendiendo sus manos hacia su hija para alimentarla.—No, en realidad hemos llegado apenas hace unos minutos. Mamá vino a la oficina y…—¿Tu mamá? —Ofelia sintió su cuerpo temblar, aunque sabía la razón por la cual los padres de Luciano le hab&i