36.

—No me has respondido algo—pregunté, luego de acostarnos en su cama y me envolviera en sus brazos.

—¿Qué cosa, pequeña? —preguntó intrigado.

—¿Cómo sabes mi verdadero nombre? —pregunté confundida.

—Ah eso, bueno…—alargó pasándose una mano por su cabello, estaba nervioso. ¿Por qué? —, Cuando mi hermano te hizo lo que te hizo… mi padre avergonzado, averiguó todo sobre ti. Quisimos ayudarte, pero por más que los hombres de mi padre te buscaron no te encontraron—respondió.

—¿Y cómo querían ayudarme? —pregunté con curiosidad.

—Mi padre quería darte un dinero para que dejaras de vivir en las calles y tuvieras una mejor vida—respondió apenado—, Se que no hay cifra que te haga olvidar el dolor y

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