Luna bajó la ventanilla y miró con indiferencia al hombre que estaba de pie afuera del coche. “Pero yo no quiero hablar contigo”.

Ella curvó los labios en una sonrisa y lo miró. “¿Quieres agradecerme por traer a tu amada señorita Blake a la casa? De nada, no lo hice por la bondad de mi corazón, me preocupaba que me matarás si le pasaba algo a ella”.

Luego, ella bostezó. “Ya es tarde, tengo que ir a casa. Señor Lynch, espero que usted y su amigo puedan mover sus coches, no bloqueen el camino”.

Su actitud fría hizo que la expresión en el rostro de él se volviera fea. Él respiró hondo. “Luna, ¿por qué insistes en actuar como si no te importará? Si realmente fueras tan despiadada, no cambiarías el alcohol por las bebidas simples. Ya que todavía te preocupas por mí, ¿por qué te niegas a hablar conmigo? Además, quería hablar contigo sobre el concurso”.

“¿Ah, sí?"”, Luna levantó una ceja. “Pero presidente Lynch, estamos fuera de la jornada laboral. No quiero hablar de trabajo fuera del