¡Milagro!

Gabriel dejó a su cliente con la palabra en la boca y salió corriendo con el rostro desencajado, sintiendo que el corazón se le escapaba por el pecho y que el oxígeno no era suficiente para llegar a sus pulmones —“parece estar muerta” — las palabras de su chofer le retumbaban en la cabeza haciendo que cada segundo que tardó el ascensor en descender hasta el estacionamiento se sintiera como una eternidad.

—¡¡¡Connie!!!— gritó cuando al fin el elevador se abrió y ante sus ojos la escena de su mujer tirada en el piso inconsciente y el chofer hincado a su lado tratando de reanimarla — ¡Mi amor no! No puedes dejarme, tú no por favor — decía llorando ante el temor de perderla también a ella.

No pudo evitar recordar el fatídico día en que Maciel decidió cortar el cordón del paracaídas y marcharse para siempre de esa manera tan espantosa dejándolo sumido en un profundo dolor.

»¡¡¡¿Qué pasa con la ambulancia que no llega?!!! — exclamaba entre lágrimas desesperado.

Finalmente, después de unos m
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