Lo siento (II)

- No... Tomé tus datos del formulario que llenaste en la empresa, Bárbara. – dijo Héctor empujándome hacia el auto.

- ¿Y así también enviaste a un delincuente a escribir en mi edificio?

- Nada que declarar, señorita Bongiove. – se burló.

- Anon 1, detén el auto. - Yo hablé.

- No puedo, señora. Sólo obedezco al señor Casanova.

Me recosté en el asiento, cerrando los ojos. Estaba cansado. Anon me entregó un paquete de comida. Todavía estaba caliente. Lo olí incluso antes de abrirlo.

- No lo creo, Anon 1. Eres muy amable. – Lo abrí rápidamente.

- Comida ordenada. Ya es la segunda vez que lo compra, ya que el primero se fue a la basura porque tardaste mucho en hacer los exámenes. – explicó Héctor.

- ¿Puedo... comer en el coche? Pregunté con incertidumbre.

- Sí. - El Confirmó.

- No tiras comida a la basura. Incluso es un crimen cuando tanta gente no tiene suficiente para comer. - le dije, mientras disfrutaba del primer bocado.

No hablamos durante el resto del viaje. Terminé la comida cuando
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