Milena Bayard (II)

- ¿Está seguro? Pregunté, confundido.

- Sí estoy seguro.

- Pobre Bárbara. - dijo mi padre. – Me dijo que padecía esta enfermedad… Espero que se mejore pronto.

- Estas enfermedades de transmisión sexual a veces no tienen cura. Celine seguía pareciendo saber sobre el asunto.

- ¿Y qué piensas hacer, Héctor? ¿En cuanto a Barbara y el otro chico? – preguntó mi padre.

- Yo no sé.

- Bueno, ya que terminaste tu café, vamos a la oficina.

Me levanté, alisando mi ropa que tenía ligeramente arrugada.

- Cuando bajes, búscame, Héctor. Necesito hablar contigo. – dijo Milena.

- OK.

Seguí a mi padre hasta el ascensor. Cuando entramos y presionó el botón, sentí un ligero calor recorriendo mi cuerpo y traté de concentrarme en cualquier cosa menos en ella (cualquiera que fuera la persona que estaba tratando de poblar mis pensamientos a tiempo completo) nuevamente.

No había ido allí después de eso. Y parece que todo conspiraba para que ella estuviera siempre en mi vida, de una forma u otra. ¿Qué posibilid
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