Mi esposa

Octavio sale con el peor semblante en su rostro. Mis cimientos se tambalean, sin embargo, mi mejor amigo sostiene de ellos con su mano en mi hombro y respiro profundo al oír al doctor.

—La paciente sufrió un paro respiratorio, por un coágulo de sangre que obstruyó la vena más importante que lleva sangre al corazón — explica y coloca su mano en mi otro hombro—, logramos reanimarla, pero su estado es crítico, también está sufriendo de arritmias cardíacas. Está dormida… No la quiero sedar, necesitamos que su cerebro, vuelva a su estado actual.

—No sé... cómo pagarte esto qué haces por ella. Pensé…, que la había perdido — la voz se me quiebra.

—No lo iba a permitir. Ahora, lo siento — sus ojos viajan a Felipe —, amigo, debo registrar su ingreso y dar información de la paciente, sobre su estado a las autoridades.

—¡Joder, Octavio! Danos un tiempo más. Aunque sea para que Alma, esté fuera de peligro. — suplico Felipe, y Octavio se masajeó la sien.

Miré a Felipe y veo su aflicción como la
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