Capítulo 6

Es un poco extraño conversar con una desconocida, pero me resulta entretenido y ahora una rutina hablar con ella de cualquier cosa que se le ocurra cada noche. Al principio me pareció más raro de lo que ahora se me hace, sobre todo, porque ella es una chica que suelta palabrería una detrás de la otra sin cansarse y, hasta en algunas veces, sin sentido.

Hecho que no me molesta en lo absoluto, puedo ser tan hablador como ella; sin embargo, me gusta mantener la mente ocupada con su verborrea y todo lo que tiene para contar. Si no fuese por sus mensajes, estaría colapsando una vez más en los pies de Lili o embriagado cuando los recuerdos me invaden de un momento para el otro. La desconocida se ha vuelto un pase directo para no pensar y no sentir cada intercambiamos mensajes; lo cierto es que me saca sonrisas a diario con sus ocurrencias.

No sé su nombre y eso lo hace más divertido y casual. Aunque suele poner la inicial siempre que se despide, no me hago una idea de cuál pueda ser su nombre. ¡En este mundo hay cientos de nombres que empiezan por la letra E! Y puede que ella me lo diga mucho antes que lo encuentre. Por ahora me gusta así; me mantiene en calma en momentos de frustración y soledad. Quizás lleguemos a ser buenos amigos virtuales.

«¡Buenos días, bizcocho! ¿Cómo amaneciste? Espero que igual de rico que siempre. Estaré de viaje unas cuantas semanas, dudo mucho que me pueda comunicar contigo a diario, pero prometo, aunque sea, darte señales de vida para que no vayas a pensar que he pasado a una mejor. Mi jefe me chupa como zancudo, y no lo digo en doble sentido o porque tenga un romance con él, aunque tampoco voy a negar lo que hacemos en pensamientos. ¡La cosa es que abusa de mí! Ahora debo irme porque me está dando una mirada de muerte si no suelto el teléfono ahora mismo. Extrañaré hablar contigo en las noches. ¡Cuídate mucho, bizcocho!». Rezaba su mensaje, con su inicial y un corazón negro como de costumbre.

«Buenos días, Srta. E. He amanecido muy bien; y, ¿por qué negarlo? Estoy más rico con el pasar de los años. Veo que tú estás tan activa e hiperactiva como cada día. ¿Acaso no descansas? ¿No duermes? ¿No respiras un poco? Si fueses mi empleada, créeme, no te chuparía como el zancudo de tu jefe. También voy a extrañar mucho tus mensajes. ¿Ahora quién me hará compañía...? Ten un buen viaje». Terminé por escribir, dándome cuenta que por hoy no tendré más de ella y sus textos bíblicos cada que abra mi buzón de mensajes en I*******m.

Hice mi rutina diaria de ejercicios, tomé una ducha,e cambié sin prisas y luego salí en dirección a casa de mis padres tal como lo había prometido. Amelia, Serena y Harper ya se encontraban allí cuando llegué. Todo indica que hay noticias nuevas en la familia, aunque es normal que nos reunamos varios días de la semana a desayunar y pasar la mañana todos juntos.

-¿Y tú amiga Emma no vendrá? - mi madre lanzó la pregunta en cuanto tomamos asiento en el comedor.

-No podrá estar presente, pero ella sabe lo que vamos a hablar aquí.

-Ah, entonces sí hay chisme hoy - murmuré, sirviendo un vaso de jugo y tomando dos tostadas con mantequilla.

-Es una lastima que no nos pueda acompañar. Es una chica muy agradable.

-Su trabajo es muy demandante.

-¿En qué trabaja? Claro, si se puede saber.

-Es la asistente personal de Marino Rinaldi; el diseñador de modas de italiano.

-Oh, es un trabajo bastante demandante, más si se trata de ese bombón de la moda. La compadezco, cuando era joven trabajé para una diseñadora que, en esos tiempos, no era tan reconocida, pero tenía sus clientes fijos. Aprendí tanto de ella - mi madre suspiró, evocando el recuerdo en su mente-. Bueno, es una historia que después contaré. Comamos antes que el desayuno se enfríe.

-¿El bombón de la moda? - cuestionó mi padre, enarcando una ceja.

-Es un hombre atractivo, pero no te preocupes por nada, Sr. King; no me gustan los hombres jóvenes.

-¡Qué alivio! - bufó-. Pero si es uno el que mira jovencitas bonitas pasar por la televisión y de hace un comentario, se enojan y no me dejan dormir por una semana en mi propia habitación.

-¿Sabes a dónde puedes llevarte tus ridículos comentarios?

-No, dímelo tú. Quiero oír a dónde los tengo que llevar - la desafió divertido.

Mi madre solo se le quedó viendo con el rostro sonrojado, mientras los tres la mirábamos fijamente sin parpadear en espera del contraataque. Mi madre no es una mujer de quedarse con las palabras por dentro.

-Pensándolo bien, siete días es muy poco. Creo que un mes entero sin tocar mí cama será suficiente para que recapacites y limpies tu sucia mente - le sonrió ladeado-. Cuando hayas suplicado lo suficiente por mi perdón, te diré a dónde puedes meterte los comentarios.

-Querrás decir; meterte...

-Bueno, eso ya no lo queremos saber. Aquí seguimos, y es desagradable escuchar como se tiran palabritas en doble sentido.

-¡Qué va! Si el día hasta ahora empieza y no he agarrado energía para darle batalla a tu padre.

-¡No olviden que hay un menor con ustedes! - interrumpió Harper en vista del giro que dio mi madre-. No queremos saber sus intimidades desde tan temprano.

-Su padre me provoca, él tiene la culpa de todo.

-Esa señora de ahí es la que ataca primero - le tiró un guiño descarado.

-Cuando se vayan los niños, lo arreglamos todo tú y yo...

Borré la sonrisa de los labios, dejándome gobernar por el recuerdo de todo lo que pasamos juntos estando en esta misma mesa mientras tomaba mi mano y jugueteaba con mis dedos. Me sentí tan fuera de lugar; mis padres coqueteando descaradamente y demostrando lo mucho que siempre se aman, y mi hermano susurrándole cosas al oído a Amelia que la hacen sonrojarse y reír por lo bajo me hacen sentir que soy el único que sobro y está incompleto.

Esto y más era lo que añoré con Lili, pero todo quedó en el pozo del olvido de sus mentiras.

-Debo irme, tengo algunos pendientes que atender - me levanté de mi lugar, sintiéndome mal por permitir que siempre me gane su recuerdo-. Lo que sea que tengan que decir, me lo hacen saber después.

-Quedate un poco más. ¿Que asunto es más importante que estar con tu familia, mi cielo? - inquirió mi madre.

-Ninguno, pero...

-Pero nada - mi madre me volvió a sentar en mi silla-. Vamos a escuchar lo que tu hermano y tu cuñada tienen por decirnos. El trabajo puede esperar.

-Saben que nos hemos comprometido antes que Serena naciera, pero con el nacimiento de ella, el trabajo y la labor como padres no nos ha permitido establecer un fecha como tal, pero lo hemos hablado y no queremos perder más tiempo. La boda se llevará a cabo el veinte de diciembre.

-Y queremos que seas nuestro padrino, Colin - completó Amelia por Harper.

-No puedo negarme, ¿verdad? - bromeé, haciéndolos reír-. Orgulloso y nostálgico llevaré del brazo a lo más preciado que tengo en la vida para entregarlo a una mujer de buen corazón como tú. Acepto ser el padrino de su boda, y desde luego que seré el único capaz de llevar tal título en lo alto.

-¡Mi hijo se convirtió en todo un hombre, padre y futuro esposo responsable! - mi madre los abrazó efusivamente a los dos-. ¿En qué puedo ayudar? Estamos a escasas cuatro semanas de la boda.

-Emma es la que me está ayudando a planear todo. Hablaré con ella para saber en qué puedes ayudarnos, Sra. King.

Nos quedamos el resto de día en casa de mis padres recibiendo la noticia de la boda de Harper y compartiendo la felicidad juntos. Al final de la tarde, cuando ya no soporté el hecho de verme hundido y miserable, usé una excusa barata para volver a mi apartamento y encerrarme el resto de noche en completa soledad y una punzada en el pecho difícil de explicar. Inconscientemente me quedé viendo mi teléfono en la espera de algún mensaje de la desconocida Srta. E.

-No vas a estar por largos días... - murmuré entrando a su perfil, dándome cuenta que el tiempo que llevamos hablando no la había empezado a seguir-. Qué imbécil...

Inmediatamente la seguí, esperando la notificación que nunca llegó de aceptarme como su amigo.

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