Esmeralda, desesperada, sabía que tenía que ver quién estaba hablando con Ángelo. Si era Nadin, no podía permitir tal cosa. Nunca perdonaría esa traición. Comenzó a dar golpes fuertes en la puerta.—¡Ángelo, abre la puerta! —gritó, su voz resonando en el pasillo.Ángelo escuchó los golpes, pero su mente estaba perdida en un mar de confusión y dolor. Para él, el ruido era solo un zumbido lejano. Pero Esmeralda continuaba gritando con furia.—¡Ángelo, abre la m*****a puerta! ¡Dime con quién hablas!Finalmente, la voz de Esmeralda penetró su mente nublada, y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Su sangre hirvió al pensar que ella era la culpable de todo lo que estaba pasando. Abrió la puerta, con los ojos inyectados en sangre.—¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? Lárgate ahora, Esmeralda, no quiero volver a verte.—¿Qué? ¡Soy tu prometida! ¿Con quién estás ahí adentro? —dijo ella, intentando entrar, pero Ángelo le bloqueó el paso.Esmeralda, con la vista nublada po
Ángelo estaba fuera de su órbita. Tan mal que su única ayuda era el alcohol. Permaneció en el dormitorio, sin salir, mientras las pesadillas de la chica muriendo invadían cada rincón de su memoria, como un virus interno. Su mente borrosa solo podía pensar en una persona: la semejanza a Nadin Stomcling, la mujer de su ahora socio conocido. La imagen de esa mujer lo estaba volviendo loco. Se parecía mucho a Nadin, pero lo lamentaba aún más. Esta mujer estaba ahora con otro hombre.La furia lo consumía. Derramó la botella de vino sobre la mesa, y el vaso estalló en mil pedazos contra la pared. Entró al baño con toda su ropa y se sentó en la bañera, dejando que el agua cayera sobre él, intentando calmarse, pero parecía que solo estaba viviendo lo peor del momento. El agua corría como un chorro en su cara, deslizándose por su cuerpo musculoso, empapando su ropa de última moda, mientras su mente se sumía en el caos.Cerró los ojos para liberarse de la agonía y el sufrimiento. En su mente, la
Esmeralda no descansó; lo que había pasado la estaba volviendo loca. No había forma de sacarse a su hermana de la mente. Hablaba como una desquiciada, maltratando a cualquiera que se le acercara. Una de sus amigas, Cinthia Don, hija del presidente de la corporación petrolera y su confidente más cercana, decidió confrontarla.—¡Oye, Esmeralda! Tienes todo el día maltratando a todo el que te hable, hasta a los que te saludan. ¿Qué te pasa?—¡Esa m*****a está viva! Volvió para estar con mi hombre, ¡ella volvió! —gritó Esmeralda, con los ojos desorbitados.—¿De quién estás hablando? ¿Tienes una rival?—¡Cállate, rival! ¡Ella nunca será una rival para mí!—¿Entonces quién es? ¿Por qué viene por el señor Clindy?—¡Porque es una m*****a zorra, roba hombres!—¡Ups! Amiga, estás muy alterada. Cuéntame la historia y podré ver si te ayudo.Cinthia, tratando de calmarla, se acercó más.—¡Es mi hermana, ella volvió! ¡Los escuché ayer, él le pedía perdón! Ella estuvo con él. Cinthia, ¡él me sacó del
Esmeralda no podía imaginar que Ángelo perdonaría a Nadin, ni mucho menos que la protegería. La angustia la consumía, y Cinthia, al sentir la tensión en el ambiente, decidió que era mejor salir.—¡Esma, tengo que ir a un lugar! ¡Cualquier cosa, me llamas, ¿vale? —dijo, tratando de evitar el conflicto.Esmeralda no respondió; solo la miró, perdida en sus pensamientos. Su mente comenzó a divagar sobre los hechos. La duda se instaló en su corazón, convirtiéndose en una interrupción constante. Podría ser posible que Nadin estuviera muerta, pero esa creencia se desvanecía ante la realidad de los hechos. La tormenta de pensamientos se volvía insoportable. Cuanto más tiempo pasaba pensando en algo, más dudas surgían. Y mientras recorría ese túnel oscuro, la creencia en lo que se había implantado en su mente se convertía en parte de su realidad.Podía ser fuerte, como una montaña, pero no había arma más poderosa que la duda. La grieta en su confianza era tan grande que podía conducirla al cami
Nadin sentía una mezcla de fuerza y energía al contemplar el USB en su mano. Sin embargo, la duda la asaltaba: ¿qué habría en él? ¿Y si era una trampa? “Primero debo asegurarme de que no esté lleno de virus”, pensó. Pero la determinación se apoderó de ella. “Lo que sea que haya, puedo lidiar con cualquier virus que se interponga. Quien lo puso, sufrirá”.Subió a su estudio y se encontró con Jerder, que entraba con su taza de café, y Black, que estaba atado a Alejandro. “Qué dúo tan pegajoso”, pensó Nadin mientras se acomodaba en su sillón, observando el USB con una mezcla de ansiedad y curiosidad. Respiró hondo antes de introducirlo en la computadora, preparándose para ver con claridad todo lo que había sucedido. El USB era viejo, lo que indicaba que no había sido reemplazado.Cuando presionó "Play", la pantalla cobró vida. La escena comenzó a desarrollarse, y Nadin sintió que el corazón le latía con fuerza. “Santo cielo, todo esto realmente ocurrió”, se dijo a sí misma. Un grupo de ho
Retumbada en el sofá, Nadin sentía que su mente, su alma y su cuerpo estaban en otro horizonte. Estaba perdida. La traición de Esmeralda la había dejado destrozada; se sentía utilizada como una m*****a basura. La respiración se le cortaba, y el sofoco la invadía. Jerder, al notar su estado, se acercó y la agarró con firmeza.—¡Respira profundo, no te ahogues en esto! Hay que buscar una solución —dijo él, tratando de calmarla.Pero Nadin no podía pensar en nada más que en la imagen de destruir a toda la familia Stomcling. La satisfacción que le daría ver caer a sus enemigos era abrumadora. No podía aguantar más y soltó lo que la atormentaba.—¡Los voy a destruir, la voy a matar, esa m*****a!—¡Nadin, respira! Te estás poniendo muy mal, estás perdiendo color. Amiga, cálmate —le insistió Jerder, preocupado por su estado.Nadin se dio cuenta de que tenía razón; su palidez era evidente. No sabía qué estaba pasando, pero la oscuridad la envolvía. De repente, todo se volvió negro, y se desmay
Don Clindy habló con su mano derecha, Sirio.—¡Dile a Ángelo que venga ahora, de inmediato!—¡Sí, SEÑOR!Don Clindy estaba enfadado, pero no porque Ángelo estuviera escondiendo a Nadin, sino porque al buscar la verdad, también descubrió que Nadin era inocente. Se sentía culpable por no haber creído en ella. Aunque ella le había suplicado que la escuchara, él actuó como un tonto, confiando solo en las palabras de Esmeralda y en un video manipulado. Esa carga lo estaba matando poco a poco. Había fallado en no creerle a su hija Samantha y, aún más, en no aceptar la verdad sobre Nadin. Todo lo había hecho para proteger su empresa y su reputación, y no dejaría que nada ni nadie manchara el nombre de los Clindy. Lo había jurado: sacrificaría a quien fuera necesario para mantener a su familia en la cima.Su juramento lo llevaba a cometer los peores errores. No creía en las personas, incluso cuando eran inocentes. Mientras involucrara a su empresa, se haría el ciego y el sordo. Llamó a su sirv
Nadin estaba pensativa en su cama. Su mente estaba llena de ideas, y todas ellas eran tan crueles que hasta ella se asustaba de sus propios métodos de contraataque. Pero no había mejor manera de hacer llorar a un niño que quitarle su propio dulce.Tenía consigo todos los planos de los negocios de los Clindy y los Stomcling. Sabía cuáles eran los más turbios y los que no tenían perdón de nadie. Hacerles perder el control sería la mejor opción.Se sentó en la cama y reflexionó sobre los hechos. Caminó hasta la sala y encontró a los demás sentados y pensativos. Jerder estaba en su computadora, y su mano derecha, Alejandro, revisaba unos papeles. Al verla, levantaron la cabeza.—¿Te sientes mejor? —preguntó Black.—Sí, estoy mejor, pero mi mente está llena de cosas.—¡Eso se sabe! —dijo Jerder.—¿Qué planes tienes? Nosotros estamos muy ocupados y queremos saber los tuyos también.—Bueno, lo primero que quiero hacer es un disturbio entre ellos. Y empezaremos por la petrolera.—¿Estás hablan