Jerder condujo directamente hacia la gran residencia de Nadin. Al llegar, se sorprendió por la seguridad y la ubicación de la casa. Era un lugar que podía estar siempre en la cara del enemigo sin que ellos lo supieran. La majestuosidad de la residencia lo dejó sin palabras; era un verdadero bastión.Durante todo el trayecto, el silencio reinó en el automóvil. La tensión se sentía en el aire, pero Jerder sabía que debía mantenerse concentrado. Al bajarse del carro, varios hombres bien armados aparecieron, saludando respetuosamente a Claverio.—¡Mi señora! —dijeron al unísono, mostrando su lealtad.—¿Mateo, y Black? —preguntó Nadin, buscando a las personas que se encargaban de la seguridad de su hogar.—¡Arriba, mi señora! El pequeño Jay está triste desde la mañana —respondió uno de los hombres.—Lo sé, sabía que se pondría triste. Pensé que no regresaría —dijo Nadin, sintiendo un pinchazo de culpa.Jerder escuchó el nombre "pequeño Jay" y se preguntó quién era. Nunca supo que Claverio t
—¿Samantha, de verdad eres tú? —preguntó Alejandro, su voz temblando de emoción.—¡Sí, Andri, soy yo! —respondió ella, con una mezcla de alegría y nostalgia.Al escuchar el nombre "Andri", Alejandro sintió una oleada de felicidad. Solo Samantha lo llamaba así, un apodo que evocaba recuerdos de tiempos más simples.—¿Dime dónde estás? ¡Te iré a buscar ahora mismo! —dijo Alejandro, decidido.—¡Estoy en mi casa! Puedes venir —respondió Samantha, su corazón latiendo con fuerza.—¿Qué haces con Jerder? —preguntó Alejandro, curioso.—¡Él está con mi hermana Nadin! —respondió Samantha, sonriendo.Ambos estaban emocionados por el reencuentro, después de tanto tiempo sin escucharse. Alejandro condujo a toda velocidad hacia la dirección que ella le envió. Al llegar a la puerta de entrada, los guardias lo detuvieron.—¿Habla quien buscas? —preguntaron.—¡Dile a tu jefa que estoy aquí! —respondió Alejandro, impaciente.Uno de los hombres tomó el intercomunicador y llamó. Al poco tiempo, lo dejaron
Ángelo se sentó en la silla, observando la taza de café frente a él. La miraba con desgana, como si fuera un abismo perdido en un horizonte desconocido. Su mente estaba en un torbellino, incapaz de procesar la devastadora noticia que había recibido.El director, visiblemente asustado por lo que podría suceder, trató de mantener la calma.—¿Señor Clindy, qué lo trae por aquí? —preguntó, intentando sonar profesional.—¿Lo que me dijeron en la recepción es la verdad? —demandó Ángelo, su voz temblando de rabia contenida.—Bueno, señor, sí es la verdad. Fuimos a verificar y fue cierto —respondió el director, tartamudeando. No quería que de su boca saliera una palabra que le costara el pellejo—. Fue atacada por sus compañeras en el baño de mujeres. No pudimos salvarla. Estaba desfigurada; la apuñalaron en la cara, le rasgaron la piel y le escribieron esas palabras en ella.El director le pasó una foto que tenía en un archivo. Cuando Ángelo vio la imagen espantosa, con una cara machucada y un
Esmeralda, desesperada, sabía que tenía que ver quién estaba hablando con Ángelo. Si era Nadin, no podía permitir tal cosa. Nunca perdonaría esa traición. Comenzó a dar golpes fuertes en la puerta.—¡Ángelo, abre la puerta! —gritó, su voz resonando en el pasillo.Ángelo escuchó los golpes, pero su mente estaba perdida en un mar de confusión y dolor. Para él, el ruido era solo un zumbido lejano. Pero Esmeralda continuaba gritando con furia.—¡Ángelo, abre la m*****a puerta! ¡Dime con quién hablas!Finalmente, la voz de Esmeralda penetró su mente nublada, y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Su sangre hirvió al pensar que ella era la culpable de todo lo que estaba pasando. Abrió la puerta, con los ojos inyectados en sangre.—¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? Lárgate ahora, Esmeralda, no quiero volver a verte.—¿Qué? ¡Soy tu prometida! ¿Con quién estás ahí adentro? —dijo ella, intentando entrar, pero Ángelo le bloqueó el paso.Esmeralda, con la vista nublada po
Ángelo estaba fuera de su órbita. Tan mal que su única ayuda era el alcohol. Permaneció en el dormitorio, sin salir, mientras las pesadillas de la chica muriendo invadían cada rincón de su memoria, como un virus interno. Su mente borrosa solo podía pensar en una persona: la semejanza a Nadin Stomcling, la mujer de su ahora socio conocido. La imagen de esa mujer lo estaba volviendo loco. Se parecía mucho a Nadin, pero lo lamentaba aún más. Esta mujer estaba ahora con otro hombre.La furia lo consumía. Derramó la botella de vino sobre la mesa, y el vaso estalló en mil pedazos contra la pared. Entró al baño con toda su ropa y se sentó en la bañera, dejando que el agua cayera sobre él, intentando calmarse, pero parecía que solo estaba viviendo lo peor del momento. El agua corría como un chorro en su cara, deslizándose por su cuerpo musculoso, empapando su ropa de última moda, mientras su mente se sumía en el caos.Cerró los ojos para liberarse de la agonía y el sufrimiento. En su mente, la
Esmeralda no descansó; lo que había pasado la estaba volviendo loca. No había forma de sacarse a su hermana de la mente. Hablaba como una desquiciada, maltratando a cualquiera que se le acercara. Una de sus amigas, Cinthia Don, hija del presidente de la corporación petrolera y su confidente más cercana, decidió confrontarla.—¡Oye, Esmeralda! Tienes todo el día maltratando a todo el que te hable, hasta a los que te saludan. ¿Qué te pasa?—¡Esa m*****a está viva! Volvió para estar con mi hombre, ¡ella volvió! —gritó Esmeralda, con los ojos desorbitados.—¿De quién estás hablando? ¿Tienes una rival?—¡Cállate, rival! ¡Ella nunca será una rival para mí!—¿Entonces quién es? ¿Por qué viene por el señor Clindy?—¡Porque es una m*****a zorra, roba hombres!—¡Ups! Amiga, estás muy alterada. Cuéntame la historia y podré ver si te ayudo.Cinthia, tratando de calmarla, se acercó más.—¡Es mi hermana, ella volvió! ¡Los escuché ayer, él le pedía perdón! Ella estuvo con él. Cinthia, ¡él me sacó del
Esmeralda no podía imaginar que Ángelo perdonaría a Nadin, ni mucho menos que la protegería. La angustia la consumía, y Cinthia, al sentir la tensión en el ambiente, decidió que era mejor salir.—¡Esma, tengo que ir a un lugar! ¡Cualquier cosa, me llamas, ¿vale? —dijo, tratando de evitar el conflicto.Esmeralda no respondió; solo la miró, perdida en sus pensamientos. Su mente comenzó a divagar sobre los hechos. La duda se instaló en su corazón, convirtiéndose en una interrupción constante. Podría ser posible que Nadin estuviera muerta, pero esa creencia se desvanecía ante la realidad de los hechos. La tormenta de pensamientos se volvía insoportable. Cuanto más tiempo pasaba pensando en algo, más dudas surgían. Y mientras recorría ese túnel oscuro, la creencia en lo que se había implantado en su mente se convertía en parte de su realidad.Podía ser fuerte, como una montaña, pero no había arma más poderosa que la duda. La grieta en su confianza era tan grande que podía conducirla al cami
Nadin sentía una mezcla de fuerza y energía al contemplar el USB en su mano. Sin embargo, la duda la asaltaba: ¿qué habría en él? ¿Y si era una trampa? “Primero debo asegurarme de que no esté lleno de virus”, pensó. Pero la determinación se apoderó de ella. “Lo que sea que haya, puedo lidiar con cualquier virus que se interponga. Quien lo puso, sufrirá”.Subió a su estudio y se encontró con Jerder, que entraba con su taza de café, y Black, que estaba atado a Alejandro. “Qué dúo tan pegajoso”, pensó Nadin mientras se acomodaba en su sillón, observando el USB con una mezcla de ansiedad y curiosidad. Respiró hondo antes de introducirlo en la computadora, preparándose para ver con claridad todo lo que había sucedido. El USB era viejo, lo que indicaba que no había sido reemplazado.Cuando presionó "Play", la pantalla cobró vida. La escena comenzó a desarrollarse, y Nadin sintió que el corazón le latía con fuerza. “Santo cielo, todo esto realmente ocurrió”, se dijo a sí misma. Un grupo de ho