Nadin, enojada, dejó la torre de Jerder con el corazón palpitante. Su mente estaba llena de confusión y rabia. Tomó un taxi y se dirigió al centro comercial Central S, un lugar conocido por su gran afluencia de personas. Mientras el taxi avanzaba, no podía evitar pensar en lo que había sucedido. La imagen de Jerder sonriendo maliciosamente se repetía en su mente, y eso solo aumentaba su frustración.Al llegar al centro comercial, Nadin se bajó y comenzó a caminar sin rumbo fijo. Compró algunas cosas que le gustaban, pero, sin darse cuenta, había alguien siguiéndola en cada paso. El bullicio del lugar la envolvía, pero su mente estaba en otro lado. En un momento, se detuvo y miró el centro por un largo rato, recordando sus días de compras con Amanda, su mejor amiga. Juntas recorrían cada tienda, riendo y disfrutando de su compañía. Respiró hondo, intentando ahogar la nostalgia, y entró en una de sus tiendas favoritas.Era casi la misma empleada de siempre, un lugar que había crecido baj
Nadin entró al restaurante "La Rosa", un lugar elegante y exclusivo, famoso por su famoso té de rosa y sus deliciosos postres. Era la hora de la tarde, y el ambiente estaba lleno de mujeres ricas que venían a disfrutar de la exquisitez del lugar. El aroma del té recién preparado llenaba el aire, y el sonido suave de la música clásica creaba una atmósfera relajante. Sin embargo, en el corazón de Nadin, un nido en llamas clamaba venganza.Se detuvo un momento frente al letrero del restaurante, recordando a Amanda. Ellas solían venir aquí, reír y compartir pasteles, disfrutando de su compañía. Esos recuerdos la invadieron, haciendo que su temperamento cambiara rápidamente. Las miradas de los transeúntes se posaron en ella, admirando su belleza, pero Nadin no se dejaba llevar por las apariencias. Con determinación, cruzó la puerta del restaurante.Desde el instante en que puso un pie dentro, todas las miradas se centraron en ella. Un mesero se acercó rápidamente.—¡Muy buenas, señorita! ¿U
Esmeralda miró a Claverio, deseando devorarlo con la mirada. En ese momento, el chef Pierre se acercó con una sonrisa.—¡Mi querida, pasa a mi oficina! ¡Hablaremos un poco! —dijo, intentando llevarse a Esmeralda de la tensión que se había creado.Esmeralda se enojó, sintiendo que la dejaban en ridículo.—¡Estamos ocupados! —respondió, con un tono que desbordaba desdén.—¡Pues yo he terminado de tomar mi té y de comer mi pastel! Tengo mucho que hacer —replicó Claverio, decidido a marcharse.—¡No puedes irte hasta que yo lo diga! —exigió Esmeralda, sintiendo que su autoridad estaba siendo desafiada.—Lamento decirte, señorita Stomcling, que no tienes ese poder sobre mí —dijo Claverio, con una sonrisa burlona en su rostro.—¡Claro, hablemos de negocios! —replicó ella, tratando de recuperar el control.—¿De negocios? ¡De eso ya se encargó tu prometido! —dijo Claverio, mirándola con desdén.—¡De muchos negocios, y acepto todas mis condiciones! Debo marcharme —dijo, esbozando una media sonri
Jerder condujo directamente hacia la gran residencia de Nadin. Al llegar, se sorprendió por la seguridad y la ubicación de la casa. Era un lugar que podía estar siempre en la cara del enemigo sin que ellos lo supieran. La majestuosidad de la residencia lo dejó sin palabras; era un verdadero bastión.Durante todo el trayecto, el silencio reinó en el automóvil. La tensión se sentía en el aire, pero Jerder sabía que debía mantenerse concentrado. Al bajarse del carro, varios hombres bien armados aparecieron, saludando respetuosamente a Claverio.—¡Mi señora! —dijeron al unísono, mostrando su lealtad.—¿Mateo, y Black? —preguntó Nadin, buscando a las personas que se encargaban de la seguridad de su hogar.—¡Arriba, mi señora! El pequeño Jay está triste desde la mañana —respondió uno de los hombres.—Lo sé, sabía que se pondría triste. Pensé que no regresaría —dijo Nadin, sintiendo un pinchazo de culpa.Jerder escuchó el nombre "pequeño Jay" y se preguntó quién era. Nunca supo que Claverio t
—¿Samantha, de verdad eres tú? —preguntó Alejandro, su voz temblando de emoción.—¡Sí, Andri, soy yo! —respondió ella, con una mezcla de alegría y nostalgia.Al escuchar el nombre "Andri", Alejandro sintió una oleada de felicidad. Solo Samantha lo llamaba así, un apodo que evocaba recuerdos de tiempos más simples.—¿Dime dónde estás? ¡Te iré a buscar ahora mismo! —dijo Alejandro, decidido.—¡Estoy en mi casa! Puedes venir —respondió Samantha, su corazón latiendo con fuerza.—¿Qué haces con Jerder? —preguntó Alejandro, curioso.—¡Él está con mi hermana Nadin! —respondió Samantha, sonriendo.Ambos estaban emocionados por el reencuentro, después de tanto tiempo sin escucharse. Alejandro condujo a toda velocidad hacia la dirección que ella le envió. Al llegar a la puerta de entrada, los guardias lo detuvieron.—¿Habla quien buscas? —preguntaron.—¡Dile a tu jefa que estoy aquí! —respondió Alejandro, impaciente.Uno de los hombres tomó el intercomunicador y llamó. Al poco tiempo, lo dejaron
Ángelo se sentó en la silla, observando la taza de café frente a él. La miraba con desgana, como si fuera un abismo perdido en un horizonte desconocido. Su mente estaba en un torbellino, incapaz de procesar la devastadora noticia que había recibido.El director, visiblemente asustado por lo que podría suceder, trató de mantener la calma.—¿Señor Clindy, qué lo trae por aquí? —preguntó, intentando sonar profesional.—¿Lo que me dijeron en la recepción es la verdad? —demandó Ángelo, su voz temblando de rabia contenida.—Bueno, señor, sí es la verdad. Fuimos a verificar y fue cierto —respondió el director, tartamudeando. No quería que de su boca saliera una palabra que le costara el pellejo—. Fue atacada por sus compañeras en el baño de mujeres. No pudimos salvarla. Estaba desfigurada; la apuñalaron en la cara, le rasgaron la piel y le escribieron esas palabras en ella.El director le pasó una foto que tenía en un archivo. Cuando Ángelo vio la imagen espantosa, con una cara machucada y un
Esmeralda, desesperada, sabía que tenía que ver quién estaba hablando con Ángelo. Si era Nadin, no podía permitir tal cosa. Nunca perdonaría esa traición. Comenzó a dar golpes fuertes en la puerta.—¡Ángelo, abre la puerta! —gritó, su voz resonando en el pasillo.Ángelo escuchó los golpes, pero su mente estaba perdida en un mar de confusión y dolor. Para él, el ruido era solo un zumbido lejano. Pero Esmeralda continuaba gritando con furia.—¡Ángelo, abre la m*****a puerta! ¡Dime con quién hablas!Finalmente, la voz de Esmeralda penetró su mente nublada, y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Su sangre hirvió al pensar que ella era la culpable de todo lo que estaba pasando. Abrió la puerta, con los ojos inyectados en sangre.—¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? Lárgate ahora, Esmeralda, no quiero volver a verte.—¿Qué? ¡Soy tu prometida! ¿Con quién estás ahí adentro? —dijo ella, intentando entrar, pero Ángelo le bloqueó el paso.Esmeralda, con la vista nublada po
Ángelo estaba fuera de su órbita. Tan mal que su única ayuda era el alcohol. Permaneció en el dormitorio, sin salir, mientras las pesadillas de la chica muriendo invadían cada rincón de su memoria, como un virus interno. Su mente borrosa solo podía pensar en una persona: la semejanza a Nadin Stomcling, la mujer de su ahora socio conocido. La imagen de esa mujer lo estaba volviendo loco. Se parecía mucho a Nadin, pero lo lamentaba aún más. Esta mujer estaba ahora con otro hombre.La furia lo consumía. Derramó la botella de vino sobre la mesa, y el vaso estalló en mil pedazos contra la pared. Entró al baño con toda su ropa y se sentó en la bañera, dejando que el agua cayera sobre él, intentando calmarse, pero parecía que solo estaba viviendo lo peor del momento. El agua corría como un chorro en su cara, deslizándose por su cuerpo musculoso, empapando su ropa de última moda, mientras su mente se sumía en el caos.Cerró los ojos para liberarse de la agonía y el sufrimiento. En su mente, la