Clases de sex...
Antonella

Después de una caminata por la montaña, hemos llegado a casa muy cansados. Yo estoy casi arrastrándome. Damiana es todo lo contrario. Ella está como si no hubiese caminado, y su hijo igual. ¿Esta familia de que está hecha?

Me tiro en el suelo bocarriba, con los brazos bien extendidos. Ya no puedo más, mis piernas duelen demasiado. Me encanta caminar, pero jamás había caminado tanto.

—¿Estás bien? —Damián se agacha y me sonríe.

¡¿Cómo puede agacharse?!

—Estoy muerta —contesto.

Se burla.

—Vamos, levántate, cielo. Te subiré hasta la habitación. —Me pongo de pie con rapidez—. Habilidosa, todo fue actuado para que yo te cargara.

Me encojo de hombros, permitiendo que me cargue.

—Solo actué para que me subieras a la habitación.

Se detiene.

—¡Interesada mujer! Ya lo sabía.

Le doy un beso antes de que me baje.

—¿Contento?

Asiente.

—Un poco.

Estoy guindada de su cuello y con mi cabeza apoyada en su pecho.

«Una foto así, por favor».

—Luces tan tierna de esa forma —sus
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