LXIII
—No es tan cálido como lo era mi chaqueta —murmuró tras un rato, finalmente con la voz más tranquila, Sophie veía el abrigo de cazador color negro que tenía encima—, pero de momento te tendrás que conformar con ese —habló con indiferencia distante.

Su disgusto mermaba, pero no desaparecía y parecía estar frunciendo el entrecejo por reflejo.

«Dos semanas fuera...» pensó con algo de preocupación. Ese pensamiento tenía altibajos y desencadenaba que su enojo subiera y bajara con ellos.

—¿Estás enojado? —inquirió sacándolo de sus pensamientos, haciendo que voltee a verla desconcertado—, tu cara me lo dice. —Él hizo una mueca de intriga en silencio—. No me mires así, sabes que es cierto; te conozco muy bien para conocer cuándo estás enfadado por algo.

—No estoy enfadado —respondió antes de ver a la chimenea de nuevo, manteniendo una fría actitud.

—Estás enojado —afirmó de nuevo.

—No lo estoy.

—Lucyan te conozco, sé que hay algo que te enoja, así que dime ¿qué está pasando que te hace
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