Capítulo dieciséis.

El zarpazo que Cedric le dio a mi cuerpo bastó para lanzarme al otro lado de la habitación, lejos de su pequeña y mis colmillos.

Golpeé la pared con fuerza, rompiéndola en miles de pedazos y golpeando otra pared, perteneciente al pasillo. Siseé hacia Cedric y le enseñé los colmillos de forma amenazadora antes de ver por el rabillo del ojo a una pareja de adultos, los cuales me miraron curiosos.

— ¿Quiénes son ustedes?—Gruñí, Colm corrió hacia mí y me tomó en brazos, mis colmillos se replegaron al instante y el hambre atroz desapareció por completo. — ¿Qué estás haciendo?—Lo miré con incredulidad, sintiendo un extraño hormigueo en el vientre y, extrañamente, en la marca casi inexistente de Abraham.

—Yo... —Me soltó y se alejó, mirando rápidamente a Luther.

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