El viaje a Boston fue algo bastante tortuoso, para Maddie. Si bien había viajado a varios lugares, siempre lo había hecho junto a su familia. Por lo tanto, esto era totalmente desconocido para ella. Sentía que, por primera vez en su vida, tomaba una decisión de manera unilateral, sin pedirle permiso o esperar la aprobación de nadie y la estaba llevando a cabo sin dudar. Si bien no conocía muy bien a John y su familia, algo en ella la llevaba a confiar ciegamente en ellos. Por una cuestión de seguridad y hasta que el viaje durara, tanto Annie como sus otros dos hijos se quedarían bajo la protección de Roger, quien, sin pensarlo, consiguió un buen lugar donde alojarlos, ya que no tenía duda alguna que era una cuestión de días para que Blake ubicara el lugar en donde Maddie había estado. Mientras la joven iba perdida en sus pensamientos, la siempre optimista y alegre Grace, era quien la animaba y no paraba de hablarle. _ ¡Vamos Maddie, animate! _ sonrió, tomándole suavemente el bra
John White no siempre había tenido una vida intachable y ejemplar como la que ahora poseía, en su temprana juventud había formado parte de una pandilla que trabajaba para la mafia irlandesa, en Nueva York. Luego, cuando empezaron a tener problemas con los italianos y las autoridades, él con varios amigos se trasladaron a Boston. Una de las ciudades donde gran parte de la diáspora irlandesa se estableció, convirtiéndose en una comunidad más arraigada y poderosa que en otras partes del país. Cuando conoció a Annie, él decidió abandonar aquella vida delictiva, regresar a Nueva York y formar una familia, viviendo la vida sin sobresaltos como la que tenía antes. Quería que sus hijos, se criaran en otro ambiente alejados del peligro que significaba pertenecer al hampa. Aun así, él conservaba una importante amistad con alguien en la ciudad de Boston: su nombre era Paddy O´Connor y en la actualidad, comandaba una de las facciones más poderosas de la mafia irlandesa en la ciudad. Si había a
Habían pasado un par de días desde la desaparición de Maddie. A esas alturas, Blake estaba al borde de enloquecer, sin ella nada tenía sentido alguno para él. Tal y como lo había predicho Roger, los hombres del magnate no habían tardado mucho en dar con el último paradero de la joven, pero no pudieron averiguar mucho ya que ni los propios vecinos de los White podían decirle que era lo que había sucedido con ellos. Él no encontraba sosiego alguno en su hogar, por lo tanto, los últimos días se había refugiado en el club sin querer ver a nadie, solo Henry era quien lo contactaba por si había alguna novedad sobre su esposa, todo lo demás le había dejado de interesar en absoluto. Pero esa mañana, algo en la dinámica solitaria y oscura de Blake, cambió. Mientras él se encontraba tirado sobre el gran sofá de su oficina, la cual se encontraba en total penumbra, la puerta se abrió con tal fuerza que golpeó contra la pared, despertándolo de manera violenta. Abrió sus ojos de inmediato solo p
El barrio de North End, era conocido como "Little Italy" debido a la gran comunidad italiana que se había asentado allí, sobre todo por su proximidad al puerto y el centro de la ciudad. Era un barrio muy animado y vibrante, lleno de vida y cultura de ese país, que en su mayoría provenía del norte de este. Las calles estaban llenas de pequeños negocios, tiendas de comestibles, panaderías y restaurantes que ofrecían auténtica comida italiana.Mientras John avanzaba con cautela, tanto Maddie como Grace miraban aquel lugar con cierta fascinación, pues a simple vista no solo era un lugar vibrante y pintoresco, también irradiaba una cierta familiaridad inexplicable, como si, de alguna manera, lo hubieran visto antes en sus recuerdos más remotos. Quizás el bullicio de las calles y el aroma a pan recién horneado las hacía sentir como si estuvieran en otro lugar, un lugar lejano, pero cercano al mismo tiempo._ ¡Mira, mira Maddie! _ decía, Grace mientras señalaba un colorido edificio _ ¡Me en
Nueva York, 15 de agosto de 1929 Blake Townsend y su amigo Patrick Stanton habían sido invitados a una de las tantas fiestas en donde la elite millonaria de la ciudad se reunía, esta vez el anfitrión era Richard Parker, un magnate naviero. Y aunque Townsend no era un hombre muy apreciado en la alta sociedad neoyorquina, por ser hijo ilegítimo y por haber acrecentado su fortuna de manera dudosa, era menester para cualquier empresario invitarlo, ya que siempre era bueno tener el apoyo financiero de un hombre como él. El lujoso salón de la mansión de los Parker brillaba con candelabros de cristal y paredes decoradas con obras de arte. Una orquesta tocaba suavemente en una esquina, añadiendo un toque de elegancia a la velada. Del otro lado del salón, una hermosa joven de dieciocho años se movía como pez en el agua dentro de ese ámbito, sonriendo y coqueteando con cuanto joven se le acercaba, despertando los celos y la envidia de las miradas femeninas. Portadora de una belleza sin
Blake estuvo el resto de la velada de malhumor viendo como Maddie, el objeto de su deseo permanecía allí con esa actitud de diva encantadora, bailando y coqueteando con cada hombre que se cruzaba en su camino. Su frustración creció cuando vio la gran sonrisa que ella lanzaba con la llegada de David Hamilton, el heredero perfecto y pulcro, cuyo linaje y reputación contrastaban de manera chocante con su propia esencia rebelde y despreciada por la alta sociedad.Apenas avanzó por el salón, Maddie no se preocupó por disimular su interés en él. _ ¡David! _ le dijo sonriéndole con su mirada centelleante _ creí que ya no vendrías, he estado reservando todos mis bailes para ti. Desde su rincón, Blake apretó los dientes. Cada palabra de Maddie, cada sonrisa dedicada a ese idiota, lo enojaba más.El guapo joven sonrió meneando la cabeza._ Maddie, te dije que vendría ... ¿Cómo podría perderme la oportunidad de bailar con la chica más hermosa de la ciudad? _ le dijo mirándola a los ojos _ te l
Nueva York, 20 de octubre de 1929 Blake estaba en la oficina del club clandestino que poseía, lugar en donde hombres de dudosa reputación y otros de doble moral asistían para saciar cualquier deseo que tuvieran ya fuera beber alcohol (que por esos años era ilegal), estar con mujeres dispuestas a cumplirles cualquier fantasía o jugar cualquier juego de azar. Él tenía el suficiente poder y dinero como para mantener su famoso antro muy bien protegido, la policía como las autoridades pertinentes estaban muy bien pagas como para mirar para otro lado. _ ¿Qué pasa Henry? _ le preguntó a su secretario que venía con cara de frustración _ ¿Alguien murió? El hombre se acercó y le dio una pequeña y fina caja rectangular de terciopelo rojo. _ La señorita Aston ha devuelto este regalo también señor _ dijo con temor el hombre _ le dijo al mensajero que, si sigue molestándola, llamará a la policía. Blake se llenó de furia tomando la caja y tirándola con fuerza contra la pared, golpeó un
Nueva York, 15 de diciembre de 1929 Madelaine Aston estaba devastada. Miró a su inflexible madre, la gran Edith Green de Aston, quien parecía no atender los reclamos desesperados de su hija. Su deber como madre y por ahora jefa de la familia, era defender a como diera lugar, la posición y buen nombre de esta, eso incluía no caer en la ruina total. Su semblante adusto e inflexible lo decía todo; esta vez no le iba a permitir a su hija salirse con la suya. _ ¡No voy a casarme con ese hombre! _ gritó la joven mientras lloraba a mares _ ¡es un ser repugnante me da asco, lo odio! _ No estoy aquí para preguntarte Maddie, solo vine a avisarte para que estes lista _ le dijo la mujer buscando varios vestidos de finísima seda para que su hija se probara _sabes tan bien como yo, que es la única manera de salvar a nuestra familia, ¿Quieres que tu padre termine como todos los demás? ¿Desearías leer en los diarios que se voló los sesos o se tiró de un edificio por no poder soportar la ruina