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CAPÍTULO 02| ¿SUGAR DADDY?

Heaven

Soy consciente de que estoy caminando sola, con mi moto a un lado de mi cuerpo, en las oscuras calles de un barrio, el cual no reconozco de ningún lugar. Las subidas en colina son las más difíciles y es que empujar una moto de más de ochenta kilos no era para nada una tarea fácil.

Creo que el haber peleado con Ryder sin tener en cuenta que tendría que viajar sola hasta casa en este estado no había sido muy inteligente de mi parte en ese momento. Pero era demasiado obvio que no iba a ceder ante su petición de tener sexo. 

¿Dónde carajos habrá estado esa polla en el tiempo que no tenías sexo? Ew.

*¿Y quién te asegura que no ha tenido sexo oral?*

Mi conciencia tenía razón. Pero estaba completamente segura que el único coño que había probado Ryder era el mismo. Al hombre no le gustaba dar sexo oral y tuve que estrenarlo para ello pues no solía venirme sin eso. Así que tuvo que aprender para poder complacerme.

*Domesticado y no pudiste pedirle que nos trajera*

Bufo de nuevo.

No pensaba subirme en mi motocicleta mientras estuviera así, aún tenía mi mente un poco clara para saber que eso sería una malísima idea. No quería morir aún. Tenía muchas cosas que experimentar, como por ejemplo, saber si aún existe una persona en este maldito planeta que pueda quitarme la culpa del pasado.

Miro todas las calles, casas y esquinas a mi alrededor, pero no logro reconocer nada de este lugar. Los edificios son un poco más desgastados que los de Newham, y la suciedad en esta calle era mucho más exagerada que la de mi barrio. ¿Por qué siempre tenía que viajar a lugares que más parecen cementerios? Es que realmente yo no entendía cómo mi consciencia podía dejarme hacer estas estupideces.

*Eh, eh, que yo no hice nada.*

Creo que debí irme para la izquierda.

*¿Tu crees? ¿No será porque estás toda drogada y pierdes el sentido de orientación?*

Ignoro la voz de mi consciencia y sigo mi camino. Cansada de tanto caminar, me detengo en una esquina donde el farol de la calle lograba iluminar. Reviso mi celular, 10:47 de la noche. 

M****a, ahora sí estaba castigada.

Entro a GoogleMaps y coloco mi dirección para poder guiarme. Antes de que pueda orientarme logro escuchar una pequeña maldición a mi derecha. Volteo rápido mi rostro y logro ver a un hombre siendo molestado por dos drogadictos más grandes y fuertes que él. Al parecer querían quitarle un poco de dinero. 

Silbo con pena al saber que no lo dejarán en paz hasta que consigan algo y el pobre hombre no parecía cooperar para nada. Sólo tenía que darles el dinero y ya. 

—¡Ya les dije que no tengo nada, joder! —vuelve a decir el hombre tratando de zafarse de los jalones de los dos tipos— ¡Todo lo dejé en mi casa!

—Oh vamos, hombre. Seguramente tienes algo —dice uno de ellos que al parecer ya estaba perdiendo la paciencia— No provoques que lleguemos a los golpes.

—Te invito a que te atrevas, maldito inútil —responde éste.

Ladeo un poco mi cabeza para tener más detalles de su apariencia.

Al parecer el hombre si tenía apariencia de tener dinero debido a su vestimenta que consistía en unos jeans ajustados, una playera y una casaca de cuero, además de que en su muñeca derecha estaba un reloj Rolex. Su cabello castaño, casi rubio perfectamente peinado le daba la apariencia de tener unos cuantos miles en su cuenta bancaria.

¿Qué carajos hace por uno de los barrios más peligrosos de Londres?

Mala suerte.

*¿No lo vas a ayudar?*

¿Por qué haría eso?

*A veces las personas suelen ayudar a las demás cuando están en problemas*

Ignoro la escena y vuelvo a mi celular pues sinceramente no era mi problema. Escucho más maldiciones por parte del hombre y me estaba empezando a irritar. Por mí no había problema que llegaran a los golpes siempre y cuando no estén dirigidos a mí.

¿Acaso no podía defenderse o qué?

*Lo vamos a ayudar ¿cierto? *aplaude emocionada**

Cansada de la situación, suspiro y se que me arrepentiré de esto. 

Llevo mi dedo pulgar y mi dedo corazón a mi boca y silbo logrando llamar la atención de los tres individuos. A dos de ellos los reconozco fácilmente. ¿Qué hacían estos imbéciles por acá? Este no era su zona, ni Newham, hace tiempo había pactado un trato con ellos.

—Mike, Luke, ¿Qué les dije de andar asustando a los transeúntes? —pregunto demostrando notable confusión.

Me cruzo de brazos y alzo una ceja en su dirección, logrando que los enormes mellizos se pongan nerviosos ante mi seriedad. A pesar de tener cierta apariencia de hombres que podrían aplastar tu cabeza con sus manos, estos dos idiotas sabían bien que estaban en mi territorio lo que significada problemas en contra de ellos.

—Heaven... —Mike traga saliva al pronunciar mi nombre logrando que el hombre a su lado lo mire con tal confusión.

—No pasa nada, Heaven, es solo nuestro amigo —dice Luke, nervioso.

Uno de los mellizos pasa su brazo por el hombro del hombre rico. Éste, obviamente, se indigna con lo que dice e intenta alejarse pero el agarre de Luke se endurece más evitando que se mueva.

—Deja de moverte —sisea entre dientes.

—No somos amigos —aclara el castaño con dureza.

—Claro que sí —dice esta vez Mike— Solo nos estamos divirtiendo un rato —musita sonriendo en un gesto tranquilizador muy fingido.

El desconocido dirige su mirada hacia donde estoy y era obvio que quería que lo ayudara pero la pereza de hacerlo me sobrepasaba. Batallo internamente para decidir si debo meterme o no, y esta vez, el lado bueno que no sabía que tenía, gana. 

Ruedo los ojos con fastidio. Saco dos sobres de mi chaqueta que le robe a Ryder y los alzo para que los mellizos vean el contenido. Sus ojos se iluminan al ver lo que tengo en manos. 

—¿No quieren esto? —agito los sobres frente a ellos.

Los mellizos asienten rápidamente. Es notable la necesidad en sus miradas y en la forma en cómo mueven su cuerpo en un estado de ansiedad demasiado grave. Luke y Mike no se hacen ni de rogar cuando caminan hacia mí, un poco desesperados.

Si, la adicción te causa esto.

*Y así estarás tú si sigues de idiota.*

Yo sé controlarlo.

*Ajá.*

Cuando los mellizos llegan a mi lado, cada uno agarra un sobre sonriendo, se chocan los puños como si estuviesen a punto de celebrar algo y miran al desconocido.

—Luego nos vemos, sugar daddy —dice Mike y se van.

—¿Sugar que-

Los veo irse por una zona oscura que al parecer llevaba a algún callejón, frunzo el ceño al seguir confundida por no saber que hacen aquí pero lo dejo pasar. 

"Sugar daddy" sigue con la mirada en ellos hasta que los perdemos de vista, gira nuevamente su rostro y me ve con un gesto agradecido.

—Supongo que te debo una —lo escucho alzar un poco la voz, aún estando lejos de mí.

Me alzo de hombros mostrando indiferencia. No me sentía orgullosa por lo que acababa de hacer y vuelvo la vista a mi celular. Coloco la dirección en la aplicación y bufo. Mi casa no estaba tan lejos, al parecer había estado dando vueltas debido a lo idiota que estaba.

—Muy bien, si giro por aquí, podría-

—Soy Nicola —dicen a mi lado, sobresaltándome. 

Sin darme cuenta, el hombre se había aproximado a donde estaba. Al parecer era más alto que yo, pues con el rabillo del ojo solo lograba ver la altura de su pecho.

*Que buenos pectorales *señala sus pechos y se muerde el labio**

Conciencia, pervertida.

—¿Y eso debe importarme? —mi voz sale cortante en dirección a él pero sin alzar la mirada, aún concentrada en lo que hay en la pantalla de mi celular.

—No, pero quería que la persona que me salvó supiera mi nombre —aclara.

—¿Te has perdido?

—Un poco. Venía de la casa de mi novia pero no sé para donde estoy yendo.

*Duren. *se va molesta**

Esta vez alzo mi mirada y sus ojos azules se llevan toda mi atención. Su tez era blanca, casi pálida como si nunca hubiese estado expuesto mucho tiempo al sol. Su cuerpo era atlético, fácilmente podría ser modelo. Sus piernas se marcaban muy bien en esos jeans.

**ya no esta molesta* Como no se voltea para verle el culo.*

¡Conciencia!

*Necesito ver el material, mujer.*

Río internamente ante mis pensamientos y sigo examinando al hombre a mi lado. 

De cuerpo se veía muy bien. Tal y como me gustan. Llego hasta su rostro, como dije sus ojos azules claro son cautivadores, su nariz recta y labios gruesos. Tenía la mandíbula muy marcada y su mirada era muy dulce pero a la vez demasiado cautivadora. Tenía unas cuantas pecas en las mejillas y la nariz.

No me cansaría de observar a este chico.

*Me declaro fácil pero de buen gusto.*

Frunzo un poco mi ceño al notar que su rostro se me hacía conocido pero no sabía de dónde.

—¿Dónde vives? —pregunto.

—Hampstead.

Silbo por la sorpresa.

—Sí que estás lejos, eh. No deberías estar rondando por estas zonas. ¿No te dijo tu mami que es muy peligroso andar por la calle a estas horas? —me burlo.

—¿Y no te dijo tu mami que es mala educación hablarle así a las personas? —dice repitiendo el tono de voz.

—Sí, pero ¿quien dice que tengo buena educación? —Alzo una ceja— Mi mala educación por lo menos no hace que casi me den una paliza —lo miro desafiante.

Touché.

Luego de eso, ninguno de los dos dice algo más así que lo veo como mi oportunidad para irme.

—Bueno... adiós.

Me subo esta vez a mi motocicleta pues ya se me había pasado la subida de la cocaína. Prendo la moto y estaba a punto de arrancar cuando mi brazo es cogido por el desconocido.

—Suéltame si no quieres que te arrastre con la moto —siseo entre dientes, sin voltear a mirarlo.

Siento su agarre tenso y sé que ahora se encuentra asustado por el tono de voz que usé, carraspeo esperando a que quite su mano de encima y me suelta al instante. Giro a verlo y éste carraspea un poco nervioso antes de hablar.

—Yo... mmm... quería saber-

—Habla ya, no tengo todo el día.

—Quería saber si me podrías llevar a mi casa —dice rápido logrando que casi no le entendiera.

—¿Y por qué haría yo eso?

Me cruzo de brazos.

—¿Por buena gente? —dice sorprendido por mi respuesta.

Alzo las cejas.

—¿Tengo cara de ser buena gente? —señalo mi rostro—¿Por lo menos tengo cara de que me guste estar rodeada de gente?

—Te puedo pagar —su voz luce casi desesperada.

Eso si me interesaba.

—¿Cuánto? —entrecierro los ojos.

—No sé. ¿100 libras?

—500 —digo firme.

—Pero-

—500 o me voy. Decide.

Suspira rindiéndose.

—Bien, bien. 500.

Le hago una seña para que se siente atrás mío. Él, un poco incómodo, logra hacerlo y estando a punto de arrancar hace un ademán de querer sujetarme por la cintura.

—Tócame y te boto.

—Lo siento. —es lo único que dice y arranco.

Cuarenta minutos después, me estaciono al frente de una casa/mansión blanca con muchas ventanas grandes y la puerta principal de madera con dos muros al frente.

Apariencia de sugar daddy, obviamente casa de ricos.

Nicola baja de la motocicleta y me queda viendo fijo sin decir nada.

—Ya vuelvo con tu pago.

No le respondo y lo veo caminar hacia la puerta de su casa. Saco mi cajetilla de cigarros que siempre me acompaña y saco uno para colocarlo entre mis labios, lo enciendo y vuelvo a sentir el poder de la nicotina recorriendo mi cuerpo para calmarme. Le doy otra calada a mi cigarro y me pierdo en mis pensamientos.

En dos semanas volvería a la universidad y me sentía un poco ansiosa por ello. Por fin estaría lejos de mis padres que no han sido nada más que presión durante este año sabático luego de mi rehabilitación. 

No es que no quiera a mis padres, solamente ya no me siento cómoda a su alrededor y más cuando el secreto de lo que pasó me causaba remordimiento. Además, extrañaba mucho mi carrera. Piscología me interesó desde la primera vez que supe que mi comportamiento no era tan común como el resto de la gente y quise entender el por qué.

Quería entenderme.

Apoyada en los mangos de la moto siento mi celular vibrar dentro de mi chaqueta sacándome de mis delirios. Lo saco y es una llamada de mi madre.

*M****a *se esconde en una caja**

Descuelgo y llevo el celular a mi oreja, acto que arrepiento cuando mi madre empieza con sus gritos.

¡Heaven Margaret Davis!, ¡¿Acaso sabes la hora que es señorita?! —alejo un poco el celular de mi oído para no quedar sorda— ¡¿Dónde estas?!

—Te dije que no me esperaras. No es mi problema que te preocupes para luego echarme la culpa.

Ruedo los ojos feliz de que no me pueda ver.

¡Ven para la casa ya mismo! —vuelve a gritar.

—Eso estaba haciendo pero tuve que detenerme porque me llamaste —cuelgo sin esperar respuesta.

Si, sinceramente necesito irme ya a la universidad.

En ese momento veo al sugar daddy salir de su casa con unos billetes en la mano. Se acerca a mi, me estira las 500 libras y sonriendo las recibo.

—Genial, fue un gusto haber sido tu transporte. Ya no salgas de tu casa que te puedes perder de nuevo.

—Estaba en casa de mi novia y-

Muevo mi mano quitándole importancia a lo que fuera a decir.

—Si, si, no te pedí explicaciones —lo miro y alza una ceja— Adiós, sugar daddy.

Vuelvo a encender la motocicleta y sin interesarme su respuesta, arranco. Llego a mi casa después de treinta minutos y sigilosamente entro con mis botas en las manos. 

Solo esperaba que mis padres estuviesen dormidos. Veo una luz prenderse en la cocina y maldigo en mi interior, escucho la voz de mi padre y me escondo para que no me vea.

Ich kann es dir noch nicht sagen, Adler —«No puedo decirle aún, Adler» susurra mi padre en alemán.

Se me hace un poco raro escucharlo hablar en nuestro idioma natal, mayormente en casa hablábamos inglés pues mis padres querían que fuese más fácil de aprender el idioma, pero era extraño escuchar a mi padre decir eso.

¿Quien era Adler?

*¿Y si tu padre es gay?*

Imposible, él amaba mucho a mamá.

Gib mir mehr zeit. Noch nicht fertig. Sie kennen die gefahr —«Dame más tiempo. Aún no está preparada. Tú sabes el peligro que corre»

Un poco confundida con lo que dice, no quise escuchar más y con cuidado me voy a mi habitación. Con la pijama puesta, agarro mi cuaderno de dibujos, mis crayolas y me siento en mi cama con mi espalda apoyada en la cabecera. 

Empiezo a trazar líneas sin darme cuenta y termino dibujando unos ojos celestes. Me quedo sorprendida con el resultado pero hago que me dé igual. Dejo mi libreta en mi mesa de noche y me recuesto en mi cama dispuesta a dormir. 

Por una extraña razón sueño con un sexy hombre de ojos azules.

[***]

¿Entonces si te pondrás un vestido? —dice mi amiga a través del teléfono y bufo.

—No me pondré ningún vestido Paige, los odio.

Pero te he comprado muy bonitos vestidos. El del año pasado es hermoso y siempre te rehúsas a usarlo —reclama.

—Pues no deberías comprármelos sabiendo que nunca los voy a usar.

¿Entonces que te pondrás para la cita?

—Lo de siempre.

¡¿Tú quieres ahuyentar al pobre chico o qué?! —grita mi amiga.

—No me interesaría mucho si lo hiciera.

Escucho un gruñido de Paige y luego el pitido de la línea. Veo la pantalla de mi celular y abro la boca indignada. La muy desgraciada me había colgado. Ruedo los ojos y tiro el teléfono en mi cama. A veces mi amiga podría ser un poco exagerada con el tema de los hombres.

Debe tener en cuenta que, lo que estoy haciendo para ir a esa bendita cita, es solo por ella. Solo usaría mis jeans rasgados, un jersey y mis botas. Tal vez me maquille un poco pero nada más. No me interesaba el impresionar al tipo ese. Nunca he tenido la necesidad de que otras personas me den cumplidos. 

Yo sola podía hacerlo, gracias.

Me tiro sobre mi espalda en mi cama y veo las nubes pintadas en el techo de mi habitación. Recuerdo que le había dicho a papá que las pintara cuando tenía 15 y recién habíamos llegado de Alemania.

Anda papi, es para sentirme más cerca a casa digo mientras jalo a mi padre que tenía las cubetas de pintura en la mano.

Bien, mi pequeña Himmel, todo por hacer feliz a mi niña sonrío.

¿Y a mi cuarto que le harás papá?

Giro hacia la puerta de mi habitación y veo a mi hermano en el umbral apoyado en él.

Él te puede pintar lo que quieras, Nate digo risueña hacia mi hermano gemelo quien ya había entrado a la habitación empezando a arreglar todo y ordenando lo que no estuviese en su sitio.

Veo a mi padre mirar serio a mi hermano y no entendía el por qué, hasta que su mirada chocó con la mía y volvió a sonreír.

Vamos a pintar esas nubes, Himmel dice papá y grito de la emoción Nate, luego iré a tu habitación, hijo. Recuerden que mañana empezarán unas clases para aprender el idioma de aquí ¿de acuerdo? mi hermano y yo asentimos.

El recuerdo llega a mi mente y siento una lágrima caer por mi mejilla pero la limpio rápido para no empezar a caer en ese hoyo negro de siempre. Habíamos llegado de Alemania por obligación. Papá nunca nos contó el por qué de esa decisión pero siempre había intuido que fue por un asunto demasiado grave.

En Alemania éramos de las familias más adineradas y poderosas, pero cuando llegamos a Inglaterra tuvimos que mantener los perfiles bajos, mudándonos a uno de los barrios más pobres de acá, pero solo fue de apariencias para afuera. En secreto manteníamos todo nuestro dinero por alguna emergencia, situación que a mi hermano gemelo nunca le gustó pues estaba acostumbrado a los lujos.

En cambio a mí me dio igual, nunca me metí tanto en el tema aunque a veces veía a mis padres y hermano discutir cuando cumplimos los 16 años. Por esa razón creo que ya no soportaba juntarme con puro hombre adinerado. Me recordaba a la vida que tuve en Alemania y a pesar de todo los lujos, siempre sentía que me faltaba algo.

Toques en la puerta llaman mi atención y veo a papá asomarse por ella con una sonrisa.

—Hola, papá —saludo, un poco cortante—¿que haces aquí?

—Solo quería pasar tiempo con mi pequeña Himmel —dice echándose igual que yo en mi cama dejando su vista en el techo y sonríe—¿Soy un gran pintor, cierto?—pregunta gracioso y sonrío.

Solo con él podía sacar sonrisas sinceras aunque la mayoría de veces lo trataba un poco mal.

—Yo las hubiese hecho mejor —lo reto pero se ríe.

—El alumno siempre supera al maestro —responde simple—¿Ya terminaste tu libreta de dibujos? —niego—¿Me quieres enseñar?

Un poco dudosa agarro la libreta de mi mesa de noche y se la paso. Mi padre empieza a ver hoja por hoja mis dibujos y sonríe, halaga los retratos que hago de desconocidos, siempre dándome cualquier otro tip de alguna técnica que me ayudará a perfeccionar, hasta que llega a mi último dibujo y se sorprende. 

Voltea la libreta y me pongo nerviosa.

—¿De quién son esos ojos? —pregunta sorprendido.

—De un tipo que conocí antes de ayer. Me gustaron sus ojos y los dibujé —hice lo posible para sonar segura y al parecer me había salido porque mi padre asiente.

—Tus dibujos son muy buenos, hija. Aún no entiendo por qué quieres estudiar Psicología y no esto.

—No veo el dibujo como una carrera papá, es mi momento de calma. Y quiero que siga siendo así. —respondo como siempre lo hago cada vez que vuelve a sacar ese tema.

—¿Como vas con tu ansiedad?

—Mejor —miento— Ya casi no necesito ni acercarme a los cigarrillos —sonríe pero sé que no me cree.

Se llegó a enterar que en ocasiones solía consumir con Ryder o por lo menos lo hacía. Ahora que lo recuerdo, el rubio idiota no se había atrevido a comunicarse conmigo por ningún medio y por alguna razón, me sentía aliviada de que sea así.

—Cualquier cosa que necesites, me lo puedes decir ¿esta bien? —asiento.

Mi padre era psíquiatra y casi siempre sabía como controlar mi ansiedad y mis otros problemas. Tenía toda una carpeta sobre mí en su oficina y rara vez solía acercarme a ella pues no me interesaba mucho el hecho de saber lo que sufren emocionalmente otras personas. 

Suficiente tenía conmigo misma.

—Bueno, ya debo irme a la clínica —dice papá luego de unos minutos— Nos vemos en la noche.

Me da un beso en la frente y se va. 

Por suerte pudo ejercer su carrera de Alemania, aunque esa clínica era muy rara pues a veces lo veía escabullirse por las noches para salir. Cada vez que lo veía irse, decía que era por una emergencia. Se me hacía raro el hecho de que sus pacientes lo necesitaran a altas horas de la madrugada pero ¿quién era yo para cuestionarlos?

Siento mis hombros un poco tensos y giro mi cuello para tratar de quitar un poco de dolor de la zona. Me quito mi ropa para colocarme un conjunto deportivo y voy hacia la cochera de mi casa donde tenía un pequeño espacio tipo gimnasio para mí. 

Lo usaba cada vez que necesitaba quitar mi frustración por los recuerdos de mi hermano y en estos momentos lo necesitaba demasiado. Aunque fácilmente podía usar los cigarros en estas situaciones, también usaba un poco el boxeo para mantenerme en forma aparte que ayudaba a desquitarme.

Había veces que golpeaba con tanta fuerza que me dislocaba la muñeca, y aún así no paraba hasta botar lágrimas de dolor. Se sentía como si fuese un castigo que yo sola me disponía a autodictarme. 

Me coloco en posición y empiezo a golpear con fuerza el saco que estaba colgado. Uno, dos, tres, cuatro, no sé cuantas veces golpeo pero ya empezaba a sentir un ardor en mis nudillos. Desde pequeños nos enseñaron defensa personal y artes marciales mixtas, nunca supe por qué, ya que en ningún momento tuvimos que hacer uso de nuestras habilidades, solo en aquella ocasión cuando tuve que hacerlo contra él.

Aparte de los dibujos, los cigarros y las drogas, cantar también me liberaba, era algo que había aprendido cuando era pequeña en Alemania. Como hijos de una familia poderosa siempre nos dictaban todo tipo de clases, yo me inclinaba por dibujo, canto y baile, mientras que mi hermano era excelente tocando instrumentos y tiro al arco, aunque muchas veces me solía colar a sus clases. Solo que en lugar de flechas, yo usaba cuchillos.

Nadie de mi familia sabía que solía cantar o bailar, siempre fueron mi más grande secreto, solo el dibujo lo hacía público para mis padres y Paige, pero el canto, el baile era algo demasiado personal para mí. Cada vez que me dictaban las clases de baile, eran en privado, sólo la profesora y yo, me perfeccioné en bachata, ese baile dominicano era demasiado sensual y erótico para mí.

"Sober" de Demi Lovato se escuchaba en el fondo y me identificaba tanto con esa canción que empecé a golpear más fuerte el saco sintiendo como el sentimiento de culpa comenzaba a ahogarme.

I got no excuses, for all of these goodbyes —digo jadeando con la canción mientras sigo golpeando— Call me when it's over... cuz I'm dying inside —dejo de golpear y abrazo el saco con lágrimas en los ojos mientras sigo cantando— I don't know. I don't know. I don't know. I don't know why. I do it every, every, every, every time. It's only... when I'm lonely.

Dejo la canción correr mientras empezaba a llorar en el suelo abrazando mis rodillas como niña pequeña.

Todo dolía, mis manos, mi cuerpo, mi alma dolía.

No soportaba más tener que seguir ocultando este secreto que cada vez me torturaba más y más. No quería decepcionar a mis padres, no podría soportar más el rechazo. 

Me ahogaba, sentía que me ahogaba cada vez que intentaba hablar, pero ya me había resignado a no decir nada pues me había autoconvencido de no hacerlo aunque la culpa me mataba.

«Todo estará bien pequeña, Heaven»

Estaba apoyada en la puerta de la cochera con mis brazos envolviendo mis piernas y mi cabeza encima de estos pero ya no lloraba. Solo estaba pensando y recordando todo lo que he tenido que vivir desde ese momento. 

La música ya no sonaba. Solo estaba yo respirando para tranquilizar todos los demonios que llevaba dentro y que muchas veces me alcanzaban.

Me paro y vuelvo a mi habitación para ducharme y tratar de dormir un poco. Cada vez que estas crisis llegaban, me dolía demasiado la cabeza y dormir evitaba que volviera a pensar en ello. 

Papá trabajaba y mamá estaba en la lavandería, ella siempre deseaba que hablara con ella sobre lo que pasó, pero ¿cómo lo hacía sin que al final no me viera con odio?

Paige era la única que sabía sobre esto porque fue la primera persona que llamaron cuando estuve en el hospital pues no tenía los números de mi padre, solo me los sabía de memoria y no necesitaba apuntarlos. Cuando mi mejor amiga llegó al hospital, lloré con ella mientras me abrazaba y le conté todo, absolutamente todo y le hice jurar que nunca diría nada, mucho menos a mis padres.

Yo vería la forma de contarles lo que había pasado, obviamente omitiendo algunas partes y así fue como llegamos hasta acá, con mil y un problemas en mí.

Salgo de la ducha, vuelvo a colocarme mi ropa de hace un rato con unas medias encima y me echo en mi cama esperando la hora de almuerzo. Minutos después una notificación llega a mi celular, lo reviso y sonrío. Me coloco mis botas para encontrarme con André, un amigo de hace un buen tiempo. 

Además de Paige, creo que era el único hombre que toleraba y no me había follado.

Termino de vestirme, agarro mi teléfono, mis cigarros y salgo de mi habitación apurada pero choco con mi madre.

—Heaven, ¿saldrás? —pregunta mi madre con un tacho de ropa.

—Sí, saldré con André —respondo simple apoyada en la puerta de mi habitación.

—Ya casi está el almuerzo.

—No tardaré.

—Deberías traerlo algún día. —espeta sonriendo— Hablas cosas buenas de él y me gustaría conocerlo. Siempre hablas mal de la gente.

—No hablo mal de la gente —me defiendo—, solo expreso mis sentimientos negativos hacia ciertas personas.

*Eso es hablar mal de la gente, genio*

—Bueno, ya tengo que irme. Luego hablamos —vuelvo a decir y paso por su costado.

A mis espaldas la escucho decir mi nombre y volteo.

—Yo... —empieza a decir.

Alzo mis cejas para que siga hablando y noto en sus ojos un poco de desesperación por hablar pero no dice nada y suspira.

—...nada. Ve con tu amigo, no llegues tarde.

Asiento y bajo las escaleras. Salgo de mi casa y me subo a mi moto para ir al parque que estaba a unas cuadras de mi casa, ahí me esperaba André. Llego minutos después y veo a mi amigo apoyado en su motocicleta con una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra con un cigarrillo. Los dos teníamos esa pequeña adicción al cigarro.

Mi querido amigo era un moreno demasiado guapo para mis ojos. Tenía muchos rulos en su cabeza que solía jalar con fuerza. Sus labios eran los que mas tentaban a las mujeres. Si bien en algún momento llegué a tener atracción hacia él, lo borré de inmediato. Era tan buen amigo que no podía imaginar cogérmelo y luego dejarlo tirado. No era de apegos emocionales.

Hubiese sido tan raro.

Mala suerte la mía, que el único chico que no quiero follarme, sí me vea con algo más que una amistad. Sus intenciones eran muy claras para mi gusto. Hace tiempo le había dejado en claro que solo tendríamos una amistad, y aunque aceptó, sus coqueteos aún estaban presentes. 

Muchas veces, cuando salíamos, lo pillaba mirarme más de lo normal. Sus ojos siempre se encontraban en mis labios cada vez que hablaba. Aunque me gustaba tentarlo, seguía manteniendo mi actitud fría y cortante con él. 

Lo último que necesito ahora es que se aleje por no poder controlar sus sentimientos hacia mí.

Odiaba los dramas.

Paige y él, en cambio, si llegaron a salir un par de veces. Pero no funcionó. ¿Por qué? No tengo la menor idea. Lo único que me dijo Paige fue que André no podía dejar de mencionar cualquier cosa que yo hacía.

Hombres, ¿Quién los entiende?

Bajo de mi moto y camino hacia él. André logra visualizarme, bota su cigarro y lo pisa con su zapatilla. Corre hacia mi para abrazarme y alzarme dando vueltas, empiezo a gritar que me baje porque odio que haga eso.

—¡Ya, idiota! ¡Bájame! —grito volviéndolo a golpear.

El imbécil me baja y estoy un poco mareada.

—¡Odio que hagas eso! —maldigo y mi amigo se ríe.

—¿A que me has extrañado?

—No puedo extrañar a alguien que ni siquiera me importa.

Pone una cara de indignado llevándose una mano al pecho.

—Me siento sinceramente ofendido.

—Que suerte que me me importe una m****a.

Saco mi cajetilla, agarro un cigarro y lo prendo. Succiono un poco y lo agarro con mi mano para soltar el humo por mi nariz.

—¿Por qué me llamaste? —pregunto.

—¿Acaso una persona no puede llamar a su amiga porque la extraña y pide verse? —frunzo mi ceño —Bien, tal vez quería comunicarte algunas noticias.

—Habla.

—Vania se ha vuelto loca —confiesa con desesperación— Está mandando a varios de los nuestros en una lucha que no tiene fin y todo por un capricho —sus ojos demuestran el miedo— Tú nos enseñaste que en las peleas uno debe pelear con honor y por eso nunca usábamos armas, pero ella no lo entiende.

—André, sabes que yo ya no soy-

—Lo sé, pero te necesitamos. Heaven, tú eres la que mejor nos ayudaba —dice con un tono triste en su voz— Sé que si hablas con los chicos, entenderán. Ellos aún esperan que regreses.

—No lo haré, André —digo mirando a otro lado para que no vea mi rostro— No regresaré, no puedo regresar. Después de todo lo que paso, aún se lo debo a Vania.

¿Estás hablando en serio, Heaven? dice Vania tras recibir la noticia.

Muy en serio hablo seria— Necesito salirme de este mundo y te lo debo después de todo lo que había pasado. Lo que por mi culpa pasaste se me entrecorta la voz.

Ya no te preocupes por eso. Esto lo compensa. Gracias, Heaven asiento.

Adiós, Vania fue lo último que dije a esa chica para nunca más volver a ese lugar.

Suspiro al recordar lo último que le dije a Vania hace cinco años para irme de esa etapa de mi vida de la que estaba dispuesta a no volver más.

Odiaba que la chica no haya cumplido la promesa de dejarme en paz. Desde esa tarde, usó el poder que tenía para hacerme la vida imposible. Al parecer su rencor hacia mí es más grande que todo el puto universo.

—No fue tu culpa lo de esa noche, Heaven —agarra mi mano y me tenso— No mereces martirizarte de esa forma —se empieza a acercar a mí pero me alejo y él lo nota.

—No me martirizo de algo que sé que es mi culpa. Lo siento André pero ahora Vania está ahí por mí y deben respetar eso.

Zafo mi mano de un movimiento y le doy la espalda.

—Es lo mejor —digo y me alejo subiéndome nuevamente en mi motocicleta.

Ya había hecho mi vida de nuevo, lejos de todo el peligro que me rodeaba. No podría regresar nuevamente. Necesitaba seguir con mi plan de tener una vida tranquila, lejos de todo drama que no me ayudaría a irme de este lugar. 

No podía volver a esa m****a.

No ahora que intentaba hacer un futuro lejos de aquí.

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