CAPÍTULO 04|

Heaven

Había llegado viernes y Paige no demoraba en venir a buscarme para ir a la estúpida cita doble de la que se había encargado en hacer. Mamá trató de convencerme que era maravilloso que empezara a salir, pero no había sido buena idea decir eso cuando estaba con un humor de m****a.

Como era de esperarse, terminamos discutiendo.

Suspiro resignada y me miro una vez más en el espejo. Llevaba puesto lo mismo de siempre. Unos jeans negros ajustados, un jersey del mismo color, zapatillas y un beanie negro sobre mi cabeza. Mi cabello castaño caía en ondas por mis hombros.

Esto era totalmente ridículo.

«Vamos a conocer a un chico muy lindo *aplaude emocionada*»

Mi celular vibra y sé que es mi amiga así que ni me molesto en responderle. Salgo de mi habitación y sin entender por qué, volteo mi cabeza hacia la habitación de al lado.

«Prohibida gente no intelectual» se logra ver en un cartel pegada en la puerta.

Trago saliva y mi pecho se contrae. Mi hermano Nate era de esas personas que se creían más inteligentes que los demás, pero su ego se balanceaba con su simpatía y carisma. No había persona en el mundo que no quisiera ser amigo de él, hasta que descubrimos su condición y no volvió a ser lo mismo.

Él era totalmente opuesto a mí. Yo y a las justas soportaba la presencia de Paige, bueno, y también la de André.

—Heaven...

Escucho mi nombre a mis espaldas, volteo y veo a mi padre subiendo las escaleras. Dirige su mirada a la puerta que veía antes y trata de darme una sonrisa de consuelo. 

Sus ojos bajan a mi vestuario y hace una mueca de desagrado que trata de disimular. No le gustaba verme con ropa negra, según él parecía que fuera a ir a un velorio.

Se murió mi inocencia, padre.

—¿Saldrás? —pregunta dejando de lado su disgusto.

—No, ¿por qué lo dices? —digo sarcástica— ¿Por el vestuario? ¿O porque Paige no deja de tocar la bocina?

Hasta acá arriba se podían escuchar los pitidos del auto constantemente. Esa mujer era muy poco paciente.

—Tu madre me dijo que saldrías con un chico.

—Sí —mi padre se tensa— No es con Ryder—aclaro y noto como su cuerpo se logra relajar— Paige consiguió una cita doble.

—Oh —se sorprende— Eso está bien, hija —da un intento de sonrisa pero más parecía una mueca incómoda.

Creo que esperaba a que respondiera algo más pero no digo nada. El silencio incómodo se instala entre los dos dónde sólo podemos mirarnos a la cara esperando que uno de nosotros creara un nuevo tema de conversación de él pero, sinceramente, no tenía ganas.

Muchas veces mi actitud cambiaba tan rápido con él, ayer hablábamos tan tranquilos y hoy sólo necesitaba tenerlo lejos. A veces solía ignorarlo por varios días sin pensarlo y no era porque estaba enojada, sino que para mí ya se había vuelto una costumbre.

En esta casa vivían tres personas pero se sentía que nadie la habitaba.

Me encojo de hombros y paso por su lado dispuesta a irme sin dar ninguna explicación pero siento su brazo atrapar mi muñeca y de un momento a otro me jala hacia su pecho dándome un abrazo. Él suspira y una de sus manos empieza a sobar mi cabeza.

—Espero ser un padre lo suficientemente bueno para tu vida, Heaven —habla mientras sigue con su caricia en el cabello. 

La confusión y la incomodidad incrementa en mi sistema pero me quedo callada y no respondo. 

Quedamos unos minutos en la misma posición. Mis brazos estaban estáticos a mis lados, no le había correspondido el abrazo y empezaba a inquietarme. Si bien amaba a mi padre y solíamos tener conversaciones como cualquier padre/hija, él sabía que odiaba los abrazos.

Carraspeo dándole a entender mi inquietud y me suelta.

—Lo siento... —Lo veo de reojo y se coloca una mano en sus ojos para quitar las pocas lágrimas que se habían acumulado en el lugar—Sé que no te gustan los-

—Está bien —lo corto— Vuelvo más tarde —mi padre asiente y me voy.

Escucho una puerta abrirse a mis espaldas, volteo y suspiro cuando me doy cuenta de lo que sucede. No otra vez.

Papá había entrado por décima vez al cuarto de mi hermano, habitación que mi madre negaba profundamente a que quitaran sus cosas a pesar de todo y lo entendía, ellos aún no sabían nada. Suspiro y camino hacia la habitación.

Con la puerta entreabierta logro ver a mi padre con uno de los trofeos que había ganado mi hermano en las competencias de tiro al arco. Sollozos no se hacen esperar y a pesar de todo lo que había pasado, no soportaba ver a mis padres así. Entro a la habitación y nerviosa me siento en la cama un poco alejada de él.

No sé qué hacer en este momento.

«Pues consuélalo, maldita estúpida»

Estiro mi brazo, dudosa coloco mi mano sobre su hombro y doy unas palmaditas para lograr calmarlo. Mi padre trata de controlar su llanto y me mira.

—¿Cuándo dejará de doler? —susurra.

Me quedo callada unos segundos y suspiro.

—No se trata que deje de doler, porque nunca lo hará —aclaro— Si no de vivir con ese dolor sin permitir que te derrumbe —murmuro tales palabras y sobo su espalda en un intento de lograr calmarlo.

Él asiente y vuelve su vista al trofeo de mi hermano pasando su dedo sobre el nombre. Después de seis años, a mis padres aún les dolía la muerte de mi hermano como si hubiese sido ayer el accidente. 

El dolor fue mucho más intenso para mi madre porque ella y mi herman fueron más cercanos. Yo lo era con mi padre siempre y cuando nuestra relación pudiera ser definida como algo estrecho entre padre e hija. Mamá nunca entraba a la habitación de mi hermano, solía mirar desde lejos la puerta y se daba vuelta para evitar llorar.

Vuelvo a recorrer la habitación de mi hermano y recuerdo todas las veces en la que me quedaba viendo películas de terror con él. Un poster de "Eminem" encima de su cama me llama la atención.

Siempre fue su cantante favorito.

Mis ojos llegan a los discos de vinilo que se encontraban en una esquina de su habitación. Me acerco a ellos y empiezo a revisarlos. A lo largo de los años siguen intactos y bien cuidados. Mi hermano era fan de estos discos.

—¿Puedo llevarme esto? —hablo sin mirar a mi padre.

—Supongo que sí. Tu hermano y tú siempre tuvieron ese gusto en común.

Tenía razón. A pesar de que éramos gemelos, nuestros gustos y personalidades eran muy diferentes hasta que empezamos con el gusto de los vinilos. 

Asiento y empiezo a colocar todo en una caja que había al lado, vuelvo hacia su cama y quito el poster para también llevarlo a mi habitación. Estoy a punto de irme cuando mi padre habla.

—Nada de esa noche fue tu culpa, Heaven.

Mi pecho se contrae con lo que dice y un nudo en la garganta me prohibe respirar bien. Salgo de la habitación lo más rápido posible y me apoyo en la pared con la caja en mis manos, mi vista se nubla por las lágrimas. Estos seis años mis padres trataron de convencerme que no fue mi culpa la muerte de mi hermano.

¿Pero cómo puedo creerles cuando estaba consciente de lo que había hecho?

«Todo estará bien pequeña, Heaven»

Llego al auto de Paige tras dejar las cosas de mi hermano en mi habitación y me subo. Ella nunca bajaba de su auto pues temía a que se lo robaran. Newham no era el mejor barrio donde podías dejar tus cosas al interperie. Podrías tenerlo un momento y a los minutos ya se lo habrán robado.

—¿Lista para conocer a tu nuevo novio? —dice mi amiga al lado colocándose un poco de labial con ayuda del espejo en su mano.

Ella era una rubia despampanante, curvas bien proporcionadas en los lugares correctos, ventajas de que su madre era colombiana. Paige es una niña rica, por lo menos lo es ahora. Vivió en este mismo barrio, al frente de mi casa pero su padre logró ganar dinero suficiente con su negocio de libros hasta volverlo una de las mejores editoriales de Londres.

A pesar de que ahora vivía en uno de esos barrios ricos, nuestra amistad seguía siendo fuerte. Mi amiga no sabe nada sobre el dinero que tenía mi familia pues mis padres me lo prohibieron cuando les dije que había conseguido una amiga. 

Para Paige, solo éramos una familia alemana de recursos bajos buscando nuevas oportunidades en Inglaterra.

—¿Me puedes decir una vez más por qué estoy haciendo esto? —pregunto con fastidio.

—Para que comiences a tener habilidades sociales, Heaven —suspira, cansada, de repetir nuevamente tal discurso— La universidad Durham es muy grande y una de las más caras de Londres. Tu antigua universidad no se compara en nada con ella. Nuestras carreras son muy diferentes y sólo nos veremos los días donde no haya clases o en las horas de almuerzo.

Tenía razón.

Mi antigua universidad, si es que se podía decirle así, no iba a ser nada a comparación de Durham. Mi traslado había sido un poco caótica pues no me querían permitir el acceso a una de las mejores universidades de Londres debido de donde provenía.

Estereotipos de sociedad.

Por suerte mis notas hablaron por sí solas así que al tener uno de los mejores promedios que podría existir, la universidad Durham no tuvo más remedio que aceptar mi traslado. Aunque de igual manera me dieron unas cuantas advertencias.

Sus "consejos" me los pasaba por el culo. No era necesario para mí. Yo sólo quería concentrarme en terminar mi carrera y vivir lejos de este maldito barrio que sólo me traía malos recuerdos. A pesar de tener a mi mejor amiga cerca, Paige estudiaría Ingeniería Industrial, así que soy consciente de que muy pocas veces nos veríamos.

—No me interesa no tener amigos si no te has dado cuenta. Por eso eres mi única amiga.

Paige rueda los ojos, guarda su labial y arranca el auto.

—Eso debe cambiar mujer. Debes tener más amigos. No es tan malo contar con una vida social mucho más grande.

—Haces que mi ansiedad aumente cada vez más —digo colocándome unos lentes negros.

Luego de diez minutos, Paige se estaciona al frente de una cafetería que se encontraba en uno de los barrios ricos. Juntarme con puro chico fresa no era de mi agrado, lo único de lo que hablaban era sobre cuanto dinero tenía su familia o sobre el último modelo de auto que querían comprarse.

Estresante.

—Vamos, tonta.

Veo que Paige ya ha bajado del auto y ahora se encontraba al lado de mi ventana. Me había distraído con mis pensamientos. Bajo del auto y entramos a la cafetería.

—Asientos caros, barras elegantes, chicos ricos. Que sorpresa —el sarcasmo es evidente en mi voz y Paige me dirige una mala mirada.

—Compórtate —dice mi amiga al lado y saca su celular para ver si tenía algún mensaje del chico ese.

Ruedo los ojos y saco mi cajetilla de mi chaqueta. Al momento de prender mi cigarrillo, muchos ojos voltean a verme.

¿Nunca han visto una chica fumar o qué?

«Tal vez, pero como tu tienes complejo de chimenea. *rueda los ojos*»

—Heaven, apaga eso —Paige dice entre dientes.

Frunzo mi ceño y vuelvo a dar una calada lenta para molestarla.

—Señorita debe apagar eso si no quiere irse del local. —habla a mi lado una de las meseras.

Era una chiquilla que no tenía ni 17 años. El humo que había retenido en mi boca lo suelto en su cara consiguiendo que tosiera. Río a medias.

—No haga eso...—vuelve a toser.

La ignoro y pasamos de ella.

—Ahí está —dice Paige señalando a uno de los muchachos que había volteado a verme también hace un rato.

«¿Será este mi ser amado? *lleva sus manos al pecho*»

El hombre era de tez trigueña, pelinegro con ojos marrones los cuales marcaban sutilmente más su mirada volviéndolo más amigable. Vestía un pantalón negro, una camisa por dentro y unos zapatos. No podía faltar su reloj caro en su muñeca derecha. 

Genial, otro sugar daddy.

Nos dirigimos a la mesa que estaba pegada a la ventana, cojo la silla que está junto a esta y me siento con fuerza para demostrar mi poca importancia en esta cita.

—Hola —habla Paige emocionada y el tal Kai le sonríe un poco incómodo.

Se supone que yo soy su cita y ni siquiera lo había saludado. Mi amiga se sienta a mi lado y me codea. Yo seguía en el cigarrillo y no me tomé el tiempo de observarlo.

—Soy Heaven.

Doy una última calada a mi cigarro y lo boto por la ventana. Acto que Kai no pasó por desapercibido.

—Lo sé, hablamos por la aplicación. En tu perfil no decía que fumaras —río y mi amiga vuelve a codearme para que trate de disimular.

—No es que te deba interesar tampoco —recalco.

—¿Siempre eres así de cortante? —pregunta Kai, un poco sorprendido— Cuando hablábamos por la aplicación eras más...—alzo las cejas en su dirección—...amigable —termina diciendo y ruedo los ojos.

—Ella es así cuando recién conoce a las personas —Paige trata de explicar.

—¿Eso es lo mejor que se te pudo ocurrir? —bromeo.

—No es como si no fuera cierto.

«Tiene un punto»

—Creo que no estoy entendiendo esto.

Kai habla entre divertido y confundido.

«¡Por favor Virgen de las solteronas, trágame!»

Volteo a ver a Paige que me dedica una mirada de advertencia y sonrío de manera maliciosa logrando que la rubia cierre los ojos, avergonzada.

—No te atrevas... —murmura.

—Yo no era —confieso rápidamente— Mi querida amiga creó un perfil falso de mí porque había terminado una relación —abrazo a Paige y mi mejor amiga no sabe donde meter la cabeza para ocultarse.

Kai alza las cejas sorprendido y vuelve su mirada hacia ella. Paige ríe un poco nerviosa colocándose un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Oh, entonces tú serías mi cita —dice Kai más sonriente.

—Yo... no... —empieza a decir la nerviosa.

—Sí —digo rápido.

Paige me observa queriendo matarme. Su novio no iba a enterarse, sólo era una tonta cita. Incluso, probablemente, nunca más volveríamos a ver al tal Kai. 

—¿Y tu amigo? —pregunta Paige tratando de cambiar de tema.

No había negado nada.

«¿Y ahora donde estaba su "novio"?»

Me preguntaba lo mismo, querida conciencia.

—Se ha ido al baño —explica— No tarda en venir —señala el pasillo.

Paige y Kai empiezan a platicar dejándome de lado—Bueno, no es que me interesara tanto aportar algo de todas maneras—Paige ya había empezado a ser más coqueta con él, cosa que Kai estaba tomando a favor. 

Vuelvo a sacar otro cigarro.

—No creas que te daré más dinero. Esta vez traje auto —Escucho la voz de alguien en mi dirección y de mi mirada que estaba en la ventana paso al hombre que está parado. Justo en frente de mí. Con sus dos manos en la silla— Interesante volver a verte, bonita.

M****a.

«¡Sugar daddy!»

El chico que había salvado la otra noche estaba frente mío con una sonrisa muy grande. Nicola estaba frente mío.

«¿Se te mojaron las bragas?»

Doble m****a.

—Sugar daddy —es lo primero que digo cuando lo veo tomar asiento frente al mío.

—Al parecer sigues con eso —señala mi cajetilla, ignorando el apodo— ¿Eres fumadora compulsiva? —pregunta muy directo.

—No me moriré aún —digo lo mismo que le digo a mi madre.

—No nos presentamos muy formal la otra noche —estira su mano a mi dirección— Soy Nicola Moore. 28 años. Vivo en Hampstead y estudio Filología —termina sonriendo.

Alzo una ceja mirando su mano estirada.

—¿No quieres añadir también tu tipo de sangre? —ironizo.

—A negativo —dice sin borrar su sonrisa de la cara.

Me estaba estresando esa sonrisa estúpida.

«Pero era una sonrisa muy linda.»

¿De que lado estás tú?

«Obviamente del sugar daddy, duh.»

—Es mala educación no darle la mano a una persona que la tiene estirada desde hace dos minutos, ¿sabes?

—Creí haberte dejado en claro la otra noche que no tenía intención de ser educada contigo —ladeo mi boca en una sonrisa coqueta demostrando el doble sentido pero Nicola frunce el ceño, sin entender lo que acabo de decir y ruedo los ojos.

Un carraspeo suena a mi lado y veo a Paige y a Kai un poco sorprendidos por la pequeña charla. Paige señala con su cabeza al chico que estaba frente mío y bufo. Estiro mi mano agarrando la de este.

—Heaven Davis, 25 años.

Nunca decía mi primer apellido pues eso también lo tenía prohibido por parte de mis padres.

—¿Y...?

—Es lo único que te debe interesar saber de mí.

Vuelve a alzar sus cejas esperando a que hable y hago lo mismo que él

—AB negativo.

—No sabía que tenía una persona poco común a mi lado —sonríe.

«Puedo ser todo lo poco común que quieras guapo, rawr»

Paige da una palmada asustándome un poco y zafo mi mano llevándola a mi cajetilla nuevamente.

—Heaven, no me dijiste que habías hecho un nuevo amigo —sisea entre dientes, con una sonrisa demasiado forzada en su rostro.

—No es mi amigo —aclaro

—Lo soy —hablamos los dos a la vez.

—Bueno, decídanse —esta vez habla Kai riendo un poco, burlándose de la situación— ¿Son o no amigos?

—Sí.

—No. —volvemos a hablar al mismo tiempo.

Me estaba cabreando.

—No es mi amigo —vuelvo a decir— Solo lo salvé hace unas noches de unos drogadictos.

—Y me cobró 500 libras —se indigna.

—Te cobré el viaje a tu casa, no el que te haya salvado —vuelvo a aclarar— Hecho que me acabas de recordar. Son otros 500 por haberte salvado.

Ahora soy yo la que estira la mano.

—¿Estás de coña, cierto?

—¿Tengo cara de estar bromeando? —digo aún con la mano estirada.

Nicola ríe y saca su billetera del pantalón, agarra unos billetes y me los da. Sonrío por primera vez en todo el rato que llevo acá.

—Tienes muy bonita sonrisa.

No le respondo pues me sentí un poco nerviosa. Era la primera vez que un chico me decía eso.

«Error, es la primera vez que te sientes nerviosa cuando te dicen eso.»

Sigues estando de su lado, ¿cierto?

«Absolutamente. *alza sus manos rendida*»

—¿Heaven? ¿sonriendo? —dice Paige a mi lado— Tómale una foto mejor. No volverás a ver esa sonrisa en mucho tiempo. Él único que puede sacarle sonrisas es su padre y raras veces incluso. —se burla.

—Idiota —la insulto.

—No creo que vayas a llegar muy lejos con ella—sigue Page, ignorándome—, es solo una advertencia.

—Tengo hambre —gruño cruzándome de brazos.

—Claro.

Kai llama a la mesera que momentos antes había molestado con mi cigarrillo. Esta llega a la mesa y me da una mirada molesta.

—¿Quieres una disculpa acaso? —la enfrento.

—Es lo mínimo que podría hacer. Es de mala educación haber hecho eso, se comportó como alguien sin educación.

—A ella no le interesa ser educada con desconocidos —habla Nicola, sorprendiéndome— Es un consejo. Ya lo sé muy bien —sonríe.

Entrecierro los ojos hacia él y frunzo el ceño cuando el maldito se digna a guiñarme un ojo para luego estar más concentrado en ordenar lo que comerá. Siento aun la mirada de la muchacha sobre mí y ruedo los ojos.

—¿Ahora qué?

—¿En serio no se disculpará? Está siendo muy maleducada.

—Suerte que no vivo de la m****a que opine la gente —esta vez ignoro la mirada de todos.

—Joder —Nicola ríe—, pero que boquita eh —exclama.

—Y no sabes todo lo que puedo hacer con ella —le guiño un ojo.

—Kai... creo que me enamoré.

Cada uno pide lo que quiere. Yo pagaría mi comida porque dudo que quiera deberle a uno de estos ricachones. Ya tenía 500 libras en el bolsillo, hora de aprovecharlos. 

Debido a que no podía fumar para calmar mi ansiedad, movía mi pierna a cada rato. Nicola me observaba todo el tiempo, no me gustaba que me miraran y este chico lo hacía todo el maldito tiempo.

¿No podía mirarse las bolas o qué?

—¿Se te perdió algo en mi rostro? —espeto irritada.

—No, solo me gusta ver a las personas bonitas.

«Dos puntos para el sugar daddy»

Aprieto mi mandíbula sin saber que responder. No era muy buena recibiendo cumplidos. Kai y Paige seguían sumidos en su conversación y no habían escuchado lo que el hombre frente a mí había dicho.

—¿No dices nada? 

—No sé que decir la verdad.

—Bueno, las personas comunes suelen decir gracias cuando reciben un cumplido. Pero por lo visto tú no eres una persona común.

No sabía si sentirme halagada u ofendida con lo que dijo. Iba a decir algo más cuando su celular empieza a sonar. Saca su teléfono, ve la pantalla y su expresión cambia drásticamente hasta formar una línea con sus labios.

—¿Es Natalie? —dice Kai a su lado, quien se había percatado del cambio de humor de su amigo.

Nicola asiente y se pone de pie para salir fuera del restaurante a responder a la tal Natalie. No parecía tener una conversación muy agradable, pues veía su mandíbula apretada y hablaba a gritos, viéndolo desde aquí.

—Natalie es su ex novia —aclara Kai al ver mi rostro confundido.

—Cuando lo conocí tenía novia y fue hace dos noches.

—Es que en ese momento era su novia hasta ayer —comienza a explicar— La encontró teniendo sexo con uno de nuestros amigos.

«Es nuestra oportunidad»

—Llevaban dos meses de relación así que la pena no le duró mucho. Ya tienes vía libre —dice Kai subiendo y bajando sus cejas.

—¿Y por qué a mi me interesaría tener vía libre con él?

—Heaven no es muy sociable —habla Paige—No creo que le interese tu amigo.

—Pues Nicola si parece estar interesado en ti. Normalmente cuando termina con una novia, no suele dar ciertos cumplidos en tan poco tiempo y a ti ya te ha hecho dos —sonríe.

Solo estaba siendo amable.

«Amable mis calzones»

Ruedo los ojos y vuelvo mi mirada a las afueras del restaurante justo en el momento en que veo a Nicola entrar por la puerta un poco molesto. Alza la vista, choca con mis ojos y su semblante cambia a una sonrisa que me ha estado estresando todo el rato. Vuelve a nuestra mesa y se sienta.

—Lamento la interrupción. ¿De qué hablaban? —apoya sus brazos en la mesa.

—Nada interesante —dice Kai riendo.

Idiota

«Nuestro aliado»

La mesera llega con nuestros pedidos y empezamos a comer. Yo pedí una hamburguesa con papas y una cerveza. Como amaba la comida grasienta.

—¿Como es que puedes meter todo eso a tu cuerpo? —dice Nicola señalando mi comida.

Lo veo y alzo mis hombros. Cuando comía, odiaba que me hablaran.

«La comida es sagrada»

—Por lo menos todo eso va a los lugares adecuados de tu cuerpo —vuelve a hablar.

Y por tercera vez este chico me ponía nerviosa. Por suerte sabía controlar mis nervios y no darlos a notar porque si no, sería la vergüenza de este lugar.

—No sabía que andaba bien preguntona —ironizo.

Seguimos comiendo hasta que todos terminan de devorar sus pedidos. Kai y Paige se levantan y los veo confundida.

—Llevaré a Kai a casa. Tú puedes irte con Nicola. —dice mi amiga y mis instintos asesinos querían salir de mi cuerpo.

La miro demasiado seria pero me ignora y dirige su mirada a Nicola.

—La llevas a casa, por favor —dice y el nombrado asiente.

—¿Y quién ha dicho que quiero irme con él? —refuto— Puede ser un maldito psicópata y tú ya me estás lanzando a mi propio asesino.

—Heaven...

—Es que debes ser un poco consciente del hecho que recíen los conocemos, Paige —intento defenderme.

—Heaven... —empieza a perder la paciencia.

—¿No te has puesto a pensar en todos los casos de asesinos luego de una cita doble?

—¡Heaven!

—¡Bien! —alzo las manos, rindiéndome.

Mis argumentos no funcionaron.

—Gracias... —suspira.

—Con una condición —remarco.

—Ya decía yo que habías aceptado demasiado rápido.

—Pasarás por mí para ir a la universidad. Mañana.

—¿Eso es todo?

Asiento.

—Bien.

—Bien.

—Me alegra haberte conocido Heaven aunque todo haya sido una confusión —habla Kai y le doy un asentimiento con la cabeza.

—¿De qué confusión hablan? —Nicola se encontraba un poco confundido.

—¿Chismoso o qué?

—Heaven... —Paige vuelve a reñirme.

—Pues que Heaven era mi cita, en realidad —habla Kai.

Nicola gira su rostro hacia mí con la boca abierta.

—¿Qué? —pregunto.

—No te puedes meter con el mejor amigo, Heaven.

—¿Y por qué me lo dices? —me indigno.

—Haces doler mi corazón.

¿Y este que se fumó?

«¿No es hermoso? *suspira*»

—Nos vemos luego, hermano.

Kai estira un puño y su amigo hace lo mismo. Los dos se van y me quedo a solas con Nicola. Volteo a verlo y juro que esa sonrisa estúpida está por volverme loca.

—¿Nunca dejas de estar feliz?

—¿Y quién dice que estoy feliz?

—Nunca dejas de sonreír.

—Una sonrisa no significa que esté feliz. Muchas veces las personas sonríen para no dar a notar todo lo que internamente sufren.

—Las personas deberían demostrar sus sentimientos tal y como son, no ocultarlos detrás de una máscara emocional.

—Puede que si, pero no somos nadie para tratar de mostrar esa realidad —alza los hombros sin dar importancia— ¿Quieres que te lleve a casa?

—Tienes qué, ¿me cobrarás?

—No soy ese tipo de personas.

—Pues que estúpido. Yo lo haría.

—Lo has hecho.

—Exacto.

Me paro y dejo el pago de lo que comí sobre la mesa sin darle tiempo a Nicola que dijera algo. Agarro mi cajetilla y salimos del restaurante.

—¿Cuál es tu auto?

—El de allá —dice señalando un Mercedes SLR McLaren color plomo.

—Ya decía yo —murmuro

Me abre la puerta de copiloto y me cruzo de brazos.

—Si sabes que no soy inválida, ¿cierto?

—¡Dios, mujer, deja que sea un poco caballeroso! ¡Me hieres la maldita autoestima! —pierde un poco la paciencia.

—¿28 años y sin autoestima? —pregunto, burlándome.

—¿Puedes solo subir al auto, por favor?

—No necesito que sean caballerosos.

—No, pero yo quiero serlo contigo —sonríe nuevamente.

Resignada entro y cierra la puerta, rodea el auto para subir de piloto y arranca. Llevamos unos minutos en la carretera pero ninguno habla.

—¿No eres de hablar mucho, no?

—¿Tú crees? —digo sarcástica.

—Oh y sarcástica también, que sorpresa —logra que saque una sonrisa pero la borro al instante—Vaya vaya, ¿acaso logré sacar una sonrisa a la señorita Davis? —ríe.

—Idiota.

—¿Ya empezamos con el bullying? Esta amistad está avanzando a pasos de jirafa.

—No recuerdo que te haya preguntado si querías ser mi amigo.

Lo miro con los ojos entrecerrados y en mi mente viene mi hermano Nate. Él solía ser así, no dejaba a las personas pensar en si ser su amigo o no. Para Nate, todos eran sus amigos.

—¿Te sientes mal?

—¿Qué? —me pongo nerviosa.

—Tu mirada cambió. ¿Estás bien? —frunce el ceño.

—Sí —digo al instante.

Nicola hace una mueca con su boca no tan convencido de mi respuesta, pero por suerte, lo deja pasar.

Si hubiese seguido con el tema, probablemente, hubiésemos terminado gritándonos. Bueno, yo hubiese terminado gritándole e insultándolo de todas las maneras posibles.

—¿Quieres escuchar música? —pregunta, encendiendo la radio.

—¿Qué canciones tienes?

—No lo sé, busca la que quieras.

Paso y paso de canciones sin encontrar alguna que me guste. No sé cuantas voy hasta que escucho la melodía de una de mis canciones favoritas.

When you were here before. Couldn't look you in the eye. —empiezo a murmurar.

—¿Cómo se llama esa canción?

—¿No la conoces?

—Si la conociera, no te preguntaría Heaven.

—Se llama "Creep", de Radiohead.

—Nunca he escuchado a esa banda.

—¡¿Estás demente?!

En lugar de ofenderse, Nicola ríe.

—No es mi culpa no conocer todas las bandas, mujer.

—Ya, pero es sacrilegio no conocer esta. En unos meses vendrán acá de gira. Hubiese querido ir pero las entradas se agotaron.

—¿Es tu banda favorita?

—Una de tantas.

—¿Así que no conseguiste entradas dices? —pregunta un poco queriendo saber más.

Le explico que por desgracia, las entradas se acabaron a los minutos de ponerlas en venta. Me acuerdo haber estado pegada a mi laptop actualizando todo el tiempo la pestaña, para poder comprarlas pero no resultó.

—Que mal.

—Demasiado triste.

Iba a decir algo más cuando lo haga callar pues empezaba mi parte favorita de la canción.

But I'm a creep. I'm a weirdo. What the hell am I doin' here? I don't belong here. —Se escucha por la radio y cierro mis ojos concentrándome en la letra.

—La letra es un poco triste. —Nicola habla y me encojo de hombros.

Apoyo mi cabeza en la ventana y ninguno de lo dos vuelve a abrir la boca durante el viaje. Treinta minutos después entramos a la calle donde se encuentra mi casa. Nicola estaciona al frente.

—Gracias.

No le doy tiempo de responder cuando salgo del auto y camino hacia la entrada de mi casa. Escucho la puerta del auto abrirse y unos pasos corriendo detrás mío. Una mano se cierne en mi brazo y volteo.

—¿Quieres salir mañana? —pregunta de la nada y me suelta.

Este chico si era muy directo.

«A mi me encanta»

—Aún sigo teniendo la idea de que eres un maldito psicópata —bromeo— Lo siento, no tengo tiempo —respondo y logro ver su mirada de desilusión en el rostro pero rápido se recompone.

—Bien, entonces cuando tengas tiempo, avísame.

Con toda la confianza saca mi celular de la chaqueta. Este chico si que era un total descarado, ya ni respeto tenía para los objetos personales.

—¿Que estás-

Alza su dedo haciendo que me callara. Algo hace con mi celular que le lleva unos minutos. Termina de usarlo y vuelve a colocarlo dentro de mi chaqueta.

—Ya tienes mi número, ahora no tienes excusa para llamarme. —sonrío involuntariamente— Oh wow, tres veces una misma tarde. Me estoy esmerando mucho.

—Eres idiota.

—Y tu hermosa. —se empieza a acercar con pasos lentos.

—Estúpido.

—Linda.

—Inútil.

—Preciosa.

Está tan cerca que soy capaz de sentir su respiración en mi rostro. No entiendo como es que lo he dejado acercarse tanto, yo no soy así, lo hubiese golpeado o empujado. Mi mente pensaba de esa manera pero al parecer mi cuerpo no quería acatar tales órdenes. 

Su nariz roza la mía y el tacto es tan suave que cierro los ojos, pues el simple contacto había hecho que me relajara un poco. Iba a volver a insultarlo cuando escucho la puerta de mi casa ser abierta, lo que provoca que lo empuje. Volteo y veo a mi madre asomando su cabeza.

—Oh cariño, no sabía que eras tú.

—Hola —digo incómoda por el chico que está a mi lado.

Nunca había traído a otra persona que no sea Paige a casa. Ni siquiera a Josh. Noto una mirada tensa en mi madre al ver a mi acompañante sin lograr entender el por qué, aunque lo intentaba disimular. Me acerco a ella y Nicola me sigue.

¿Es que no se tiene que ir?

«Por mí que se quede para siempre»

Mi madre nota que no tengo ninguna intención de presentarlo, así que ella lo hace.

—Hola, soy Elizabeth Davis. La madre de Heaven —estira su mano.

—Un gusto, señora Davis. Soy Nicola Moore, amigo de su hija. —acepta la mano de mi madre.

—Nunca dije si a tu invitación de ser amigos.

—Y yo nunca te lo pregunté —vuelve a decir. Ruedo los ojos, sonriendo— Me siento todo un ganador haciéndote sonreír tantas veces en una sola tarde sabiendo que no sueles hacerlo. 

Lo empujo molesta pero él solo ríe.

—Ya vete, maldito sugar daddy —vuelvo a joderlo con el apodo— No vaya ser que te vuelvas a perder y no estaré para tu rescate.

—Un placer conocerla, señora Davis —dice a mi madre sorprendida debido a la presencia del pelinegro— Espero volver a verla pronto —me mira de reojo y voltea a verme— Adiós, bonita.

Y se va. ¿Ese apodo de bonita, qué? Sigo sin entender qué hace este chico para mantenerme tan nerviosa. O será que estoy ovulando.

Sí, debe ser eso.

«No, no lo es.»

—Interesante chico —dice mamá y entramos a casa.

Voy a la cocina para prepararme un sandwich. La verdad tenía demasiado hambre, la hamburguesa del restaurante fue muy pequeña. Mi madre entra a la cocina y se apoya en la barra.

—¿Es tu novio?

—¿Qué?

—¿Que si es tu novio? —vuelve a preguntar.

—Claro que no mamá. Lo he visto solo dos veces y las dos veces han sido una coincidencia solamente.

—Ya sabes lo que dicen. Las coincidencias no existen, solo es el destino haciendo su trabajo.

Niego con la cabeza y termino de preparar lo que comeré en mi habitación.

—Ya en dos semanas te irás —dice mi madre.

Noto un tono triste en sus palabras. A mi también me tenía un poco triste dejar mi casa, nunca había salido de acá.

—Vendré en navidad, mamá.

—Lo sé, solo que te extrañaré.

No sé que responder así que sólo atino a subir a mi habitación. Inspecciono mi habitación y noto que toda la ropa está hecha una m****a y decido sacar mis maletas para empezar a empacar.

Un nuevo año empieza y no pienso volver a arruinarlo.

O que me lo arruinen.

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