Capítulo: El Sueño de AmaraAmara se encontraba en la cocina de su futuro restaurante, observando con orgullo cada detalle. Era pequeño, íntimo, pero cargado de autenticidad. Había invertido todo su corazón, su tiempo y sus ahorros en este proyecto. Desde la decoración hasta los ingredientes, todo tenía un toque dominicano. Lia estaba con ella, colocando algunos adornos coloridos en las mesas.—Esto va a ser un éxito, Amara. La gente no sabe lo que se está perdiendo con la comida dominicana —dijo Lia con una sonrisa, admirando el resultado del esfuerzo de ambas.Amara suspiró con emoción, pero también con un poco de nervios.—Espero que sí, Lia. Pero lo que me preocupa es cómo Dimitrios lo tomará. No quería ocultárselo, pero... quería demostrarme a mí misma que podía hacerlo sola.—Entenderá, Amara. Él te ama. Además, esto no es sobre alejarte de él, es sobre cumplir un sueño tuyo —respondió Lia con convicción.Amara sonrió agradecida, pero sabía que tendría que enfrentar la situación
Capítulo: La Gran InauguraciónEl restaurante estaba impecable. Cada detalle hablaba de la esencia dominicana que Amara tanto amaba: los colores vibrantes, la música suave de fondo que mezclaba merengue y bachata, y el aroma de platos tradicionales que llenaban el aire. Era el resultado de meses de esfuerzo y dedicación, y esa noche todo finalmente cobraría vida.Amara bajó las escaleras de su apartamento, luciendo un vestido de seda rojo que acariciaba cada curva de su cuerpo. Los tacones plateados resaltaban su elegancia, y su cabello alisado caía liso y brillante sobre sus hombros, dándole un aire sofisticado. Cuando Dimitrios la vio, sus ojos azules se fijaron en ella con una intensidad que la hizo sonrojar.—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, Amara —dijo Dimitrios con voz ronca, acercándose para tomar su mano y besarla suavemente.—Gracias, mi amor. Tú tampoco luces nada mal —respondió Amara con una sonrisa traviesa mientras recorría con la mirada el traje perfect
La cafetería de enfrente a la empresa solía ser un refugio tranquilo para Amara. Ese día, había decidido tomarse un respiro después de una intensa mañana de trabajo. El aroma a café recién hecho llenaba el aire mientras esperaba en la barra su pedido. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando una figura familiar apareció en la entrada.Leonidas, con su habitual sonrisa arrogante, caminó hacia ella como si fuera el dueño del lugar. Amara lo notó inmediatamente, su cuerpo tensándose al instante. Aunque no había tenido contacto con él desde su último intento de acercarse a ella, había aprendido a mantenerse firme en su presencia.—Amara, qué coincidencia encontrarte aquí —dijo Leonidas, colocándose demasiado cerca de ella para su gusto.—No es coincidencia, Leonidas. Esta cafetería está frente a la empresa, no es difícil imaginar que me encontrarías aquí —respondió Amara con frialdad, retrocediendo un paso.Él soltó una risa seca, ignorando por completo su actitud defensiva
La tarde había caído en Atenas, y la oficina de Dimitrios estaba impregnada de una tensión palpable cuando Leonidas irrumpió sin previo aviso. Dimitrios, quien estaba revisando unos informes junto a su equipo, alzó la mirada con calma, pero sus ojos azules fulminaron al intruso como cuchillos afilados.—¿Qué haces aquí, Leonidas? —preguntó Dimitrios con una voz baja pero cargada de autoridad.Leonidas cerró la puerta tras de sí y se acercó con una actitud relajada, aunque sus palabras mostraban el veneno que traía consigo.—Necesitamos hablar, Dimitrios. Hombre a hombre.—¿Hablar? No creo que tengamos nada que discutir. —Dimitrios dejó los documentos a un lado, entrelazó los dedos sobre el escritorio y lo miró fijamente.Leonidas sonrió con burla, se acomodó en una de las sillas frente al escritorio y cruzó las piernas.—Oh, creo que sí. Sobre Amara.El simple hecho de escuchar su nombre de los labios de Leonidas hizo que la mandíbula de Dimitrios se tensara, pero su postura seguía tr
El sol se dentraba a raudales por las ventanas del apartamento de Amara y Dimitrios, llenando la estancia con una luz cálida que hacía brillar cada rincón. Amara estaba en la cocina, moviéndose con soltura mientras terminaba de preparar el almuerzo. Llevaba unos jeans ajustados que resaltaban sus curvas y una blusa de cuello alto negra, sencilla pero elegante. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, dejando al descubierto su rostro radiante y natural.En la sala, Dimitrios charlaba con su hermana menor, Helena, una joven de piel blanca lechosa y ojos azul profundo, al igual que su hermano mayor. Helena había llegado temprano y, al entrar, no pudo evitar notar a Amara, quien estaba terminando de sazonar un plato.—Es hermosísima, Dimitrios —murmuró Helena mientras lo abrazaba en un saludo.—Lo sé —respondió Dimitrios con una sonrisa orgullosa, sin apartar la vista de su prometida mientras ella trabajaba en la cocina.Cuando el almuerzo estuvo listo, todos se reunieron alrededor
Capítulo 66: Últimos Preparativos y Pasión en la OficinaEl último día en la oficina antes de las tan esperadas vacaciones transcurría con una mezcla de emoción y estrés. Amara revisaba cuidadosamente los detalles del itinerario para el viaje a República Dominicana. Quería que la familia de Dimitrios tuviera una experiencia inolvidable, así que había planificado cada momento con precisión.En su escritorio, con un cuaderno lleno de anotaciones, Amara marcaba los lugares que visitarían: playas paradisíacas, restaurantes con gastronomía auténtica, y visitas a pueblos llenos de historia y cultura. Sabía que era su oportunidad para mostrarles la riqueza de su país y todo lo que lo hacía especial.Marcó el último punto en su lista y tomó el teléfono para llamar a su hermano, Luis.—Luis, ¿pudiste comprar el vehículo grande? —preguntó, con su tono siempre firme pero cariñoso.—Claro que sí, hermanita. Todo está listo para cuando lleguen. Aquí los esperamos con los brazos abiertos —respondió
El ambiente en el aeropuerto de Punta Cana era vibrante, lleno de risas, música y el murmullo de turistas emocionados. La familia de Dimitrios caminaba por el pasillo de llegadas, empujando un carrito cargado de maletas mientras sus ojos exploraban cada rincón con fascinación. El sol dominicano, aún dentro del edificio, parecía acariciarles la piel con su calidez.En el exterior, Jairo esperaba con impaciencia, apoyado contra su viejo Toyota Corolla. Vestía con jeans desgastados y una camisa blanca, su sonrisa amplia y contagiosa. Cuando vio a Dimitrios y su familia cruzar las puertas automáticas, levantó la mano para llamar su atención.—¡Aquí, aquí! —gritó con energía.Dimitrios lo reconoció al instante y se acercó, estrechándole la mano con firmeza y luego abrazándolo, algo que ya había aprendido de la cultura latina. Tras él, su hermana, Katerina, observaba con curiosidad. Tenía el cabello rubio recogido en una coleta alta y vestía cómodamente para el vuelo, pero su elegancia natur
La noche en Punta Cana era vibrante, iluminada por luces neón y acompañada por los ritmos pegajosos de la música que salía de las discotecas más populares. Amara, Dimitrios, Jairo y Katerina llegaron a una de las discotecas más exclusivas de la zona. El lugar era conocido no solo por su ambiente electrizante, sino también por ser un punto de encuentro para turistas y personas de renombre que venían a cerrar negocios entre bailes y tragos.Amara caminaba con seguridad, envuelta en una falda corta de cuero que resaltaba sus curvas, acompañada por una blusa de tirantes que dejaba sus hombros al descubierto. Su cabello rizado caía libre, rebelde y en perfecta armonía con su actitud deslumbrante. Era imposible no notar cómo las miradas se dirigían hacia ella mientras avanzaba junto a los demás. Dimitrios, por su parte, no podía apartar los ojos de ella, aunque intentaba disimularlo. Jairo y Katerina, con su creciente conexión, caminaban más atrás, compartiendo sonrisas cómplices.Desde el