El suave sonido de "Bachata Rosa" de Juan Luis Guerra llenaba el aire mientras Amara se movía con gracia por la cocina. Su cabello rizado estaba recogido en un moño alto, pero algunos mechones rebeldes caían alrededor de su rostro, dándole un aire relajado y seductor. Vestía un sencillo vestido de tirantes que dejaba al descubierto su espalda y parte de sus piernas, haciéndola ver natural y absolutamente irresistible.Dimitrios había llegado sin anunciarse, dejando sus cosas en la entrada y siguiendo el rastro del delicioso aroma que invadía la casa. Cuando llegó a la cocina, se detuvo en seco al verla bailar, balanceándose al compás de la música mientras probaba un poco de salsa con una cuchara.Amara movía las caderas suavemente, tarareando la canción mientras organizaba los platos sobre la encimera. Parecía tan absorta en su mundo que no lo notó de inmediato. Dimitrios apoyó el hombro contra el marco de la puerta, cruzando los brazos mientras la observaba en silencio, disfrutando d
La cena había sido perfecta. Amara recogía los platos mientras Dimitrios se apoyaba en el marco de la puerta de la cocina, observándola con esa mirada intensa que parecía desnudarla sin necesidad de tocarla. Su corazón latía con fuerza, y aunque intentaba mantenerse concentrada en su tarea, no podía ignorar la tensión palpable que llenaba el ambiente.—¿Sabes? —dijo Dimitrios en un tono bajo y seductor, acercándose lentamente— No puedo decidir qué disfruté más: si la comida o verte moviéndote al ritmo de la música mientras cocinabas.Amara dejó el plato que tenía en la mano y lo miró, con un rubor suave en sus mejillas.—La comida era para disfrutarse —respondió con una sonrisa nerviosa, intentando disimular el efecto que él tenía sobre ella.Dimitrios no dijo nada más. Cerró la distancia entre ellos y, sin previo aviso, la giró suavemente hacia él, haciendo que su espalda quedara contra la encimera. Su mirada bajó hacia sus labios, y Amara sintió que su respiración se aceleraba.—Per
Amara se encontraba en el balcón del apartamento de Dimitrios, disfrutando del aire fresco mientras sostenía su teléfono móvil. Llamar a su mejor amiga, Lía, desde República Dominicana siempre era una buena idea cuando necesitaba despejar su mente y compartir los momentos más importantes de su vida.—¿Cómo así que estás viviendo con tu griego millonario? —preguntó Lía, con un tono que era mezcla de sorpresa y diversión.Amara sonrió, mordiendo ligeramente su labio inferior mientras miraba al horizonte.—No es "mi griego millonario", Lía. Es Dimitrios, y bueno... sí, estamos viviendo juntos —respondió, tratando de sonar casual.—¡Ay, por favor, no te hagas la humilde conmigo! —exclamó Lía, riendo al otro lado del teléfono. —Ese hombre es un sueño hecho realidad. ¿Y cómo es vivir allá en Grecia? ¿Te trata bien? ¿Es tan perfecto como parece?Amara suspiró, recargándose en la barandilla.—Es maravilloso. Dimitrios es... no sé cómo explicarlo. Es atento, cariñoso, y aunque a veces puede se
La recepción de la ceremonia se llevaba a cabo en un jardín lleno de luces colgantes, música suave de bachata de fondo, y un aire festivo que contagiaba a todos los presentes. Andrea se encontraba junto a Dimitrios y Amara, observando el lugar con curiosidad.—Esto es espectacular, Amara —dijo Andrea, girándose hacia ella—. Tu país realmente sabe cómo celebrar.Amara sonrió orgullosa, pero antes de que pudiera responder, una voz conocida la llamó desde el otro lado del jardín.—¡Amara!Era Lía, radiante en un vestido rojo que resaltaba su figura y su tono de piel. Su cabello estaba recogido en un moño elegante, dejando al descubierto su largo cuello y unos pendientes dorados que brillaban con la luz de las velas. Caminaba hacia ellos con una sonrisa deslumbrante, que se amplió aún más al ver a su amiga.—¡Lía! —exclamó Amara, corriendo a abrazarla.Andrea, que había estado distraído observando el lugar, giró la cabeza al escuchar la voz de Lía. En el momento en que sus ojos se posaron
La brisa cálida de la tarde dominicana acariciaba el cabello rizado de Lía mientras ella y Amara se sentaban en la terraza de la casa de los padres de Amara. Unas copas de vino descansaban sobre la mesa frente a ellas, y el ambiente estaba lleno de risas relajadas, interrumpidas solo por el suave murmullo de la música que venía del interior.—Bueno, amiga —dijo Amara con una sonrisa traviesa mientras giraba su copa entre los dedos—, ¿qué te pareció Andrea?Lía, que estaba mirando el horizonte con una expresión pensativa, suspiró y giró la cabeza hacia su amiga.—Es atractivo, no lo voy a negar. Pero, Amara, ¿qué me estás intentando hacer? Ese hombre parece demasiado... ¿cómo decirlo? Perfecto para mi gusto.Amara soltó una carcajada y negó con la cabeza.—¡Perfecto! ¿Andrea? Creo que no lo conoces lo suficiente todavía. Es encantador, sí, pero no es perfecto. Tiene su lado complicado, como todos.Lía arqueó una ceja, claramente interesada.—¿Complicado cómo?Amara tomó un sorbo de su
Andrea estaba sentado en una de las sillas del hotel Hilton, con su copa de ron en la mano mientras observaba la vista desde la terraza. La luz de las velas titilaba suavemente a su alrededor, pero su mente no estaba en el ambiente relajado que le ofrecía el hotel. Sus pensamientos giraban en torno a Lía, y más específicamente, a la conversación que había tenido con ella un par de horas antes.Había sido un comentario inocente, o al menos eso pensaba Andrea. Mientras charlaban en la fiesta, Lía había lanzado una broma sobre ir a Grecia con él. Ella lo había dicho con una sonrisa, pero algo en su tono había hecho que Andrea se sintiera algo incómodo.“Llévame a Grecia, Andrea, me encantaría ver tu mundo”, había dicho ella en tono juguetón, mientras sus ojos brillaban con diversión.Andrea, intentando aligerar la conversación, había soltado una risa nerviosa.—¡Jajaja! Claro, ¿por qué no? Tal vez algún día.Pero no era un “tal vez algún día” lo que había resonado en su mente. Había algo
La música vibraba en el aire del bar, mezclada con las risas y las conversaciones animadas de la multitud. El ambiente estaba lleno de energía, luces brillantes y el sonido de copas brindando, creando una atmósfera electrizante. Andrea, Dimitrios, Lía y Amara se encontraban sentados en una mesa cercana al escenario donde una banda local tocaba jazz en vivo. Todos parecían disfrutar del momento, pero Andrea no podía apartar la mirada de Lía.Ella estaba sentada de manera relajada, disfrutando de una bebida en sus manos, pero Andrea no podía dejar de notar la forma en que se movía con la música. Cada gesto, cada risa, todo en ella parecía hipnotizarlo. Había algo en la manera en que Lía se expresaba que lo desarmaba, algo que lo hacía querer acercarse más, conocer más sobre ella. Y por un instante, se olvidó de todo lo que había planeado decirle.Lía, en cambio, parecía estar disfrutando de la compañía de todos, pero no pasaba desapercibido cómo sus ojos se encontraban con los de Andrea
El vuelo de regreso a Grecia fue largo, pero para Andrea, los momentos que pasó junto a Lía fueron inolvidables. La conexión entre ambos había crecido con cada día que pasaba en República Dominicana, y la decisión de Lía de unirse a él en su viaje a Grecia no hizo más que intensificar lo que ya sentía por ella. No era solo una aventura, no era solo una atracción momentánea. Había algo más profundo en ese lazo, algo que no podían ignorar, pero aún no sabían qué tan lejos los llevaría.Al mismo tiempo, Amara había decidido dar un paso importante en su vida. Después de su breve visita a Grecia y las experiencias que había compartido con Dimitrios y su familia, había llegado a la conclusión de que no podía seguir en la comodidad de su vida anterior. Había algo en la empresa de Dimitrios, algo en ese ambiente, que la llamaba a seguir sus sueños y alcanzar nuevas metas. Y con el apoyo de Dimitrios, estaba lista para comenzar a trabajar allí de forma definitiva.La llegada a Grecia no solo m