Amara estaba en la cocina de la casa de Dimitrios, rodeada por el aroma a hierbas frescas, aceite de oliva y especias que la transportaban directamente a Grecia. Era un día tranquilo, y Dimitrios había propuesto que pasara la tarde aprendiendo a cocinar con su madre. La idea le parecía interesante, sobre todo porque quería conocer más sobre la cultura griega, y nada mejor que hacerlo a través de la comida, algo tan fundamental en cualquier familia.La madre de Dimitrios, Elena, era una mujer cálida y acogedora, y desde el momento en que Amara había llegado a Grecia, la había recibido con los brazos abiertos. Era una mujer de espíritu fuerte, pero con una dulzura que la hacía sentir como en casa. Amara sentía que esa tarde sería una buena oportunidad para acercarse a ella y aprender más sobre sus costumbres.—Vamos a preparar moussaka hoy —dijo Elena con una sonrisa mientras colocaba los ingredientes sobre la mesa. —Es uno de los platos más tradicionales de Grecia.Amara asintió, entus
Amara estaba en el balcón del apartamento de Dimitrios, disfrutando de una taza de café mientras observaba la vista al mar Egeo. La tranquilidad del momento la reconfortaba después de los incómodos encuentros con Leonidas. Dimitrios salió de la habitación, vestido con un impecable traje azul oscuro, pero su expresión estaba cargada de seriedad.Se acercó a ella, apoyando una mano en la baranda mientras la observaba con detenimiento.—Amara —comenzó, con ese tono grave que usaba cuando algo le preocupaba—. Tenemos que hablar.Ella dejó la taza sobre una mesita y se giró hacia él, notando de inmediato la tensión en su mandíbula y la forma en que sus ojos parecían buscar algo en los suyos.—¿Qué pasa, Dimitrios? —preguntó, sintiendo un nudo formarse en su estómago.Él hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.—Es sobre Leonidas —dijo finalmente, su voz más baja, casi un susurro.Amara sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Solo escuchar su nombre era s
Amara había planeado un día tranquilo con Mave. La pequeña insistió en visitar el centro comercial para comprar un regalo para su madre, y Amara no pudo resistirse. Con su energía contagiosa y su risa constante, Mave llenaba de luz cada momento que pasaban juntas.Ambas caminaron por los pasillos del lujoso centro comercial, donde las tiendas de marcas reconocidas exhibían sus vitrinas con decoraciones elegantes. Amara llevaba un vestido blanco sencillo, pero su figura y porte la hacían destacar entre la multitud. Mave, por otro lado, no dejaba de hablar mientras sostenía su helado en una mano y señalaba cada cosa que le llamaba la atención con la otra.—¡Mira, Amara! Esa muñeca es igualita a mí —dijo Mave con emoción, señalando una muñeca en una vitrina.Amara se inclinó para mirarla mejor y sonrió.—Es cierto. Tiene tus rizos y esa sonrisa traviesa. ¿Quieres que la compremos?Mave asintió rápidamente, y ambas entraron a la tienda. Mientras Amara pagaba en la caja, sintió una mirada
El suave sonido de "Bachata Rosa" de Juan Luis Guerra llenaba el aire mientras Amara se movía con gracia por la cocina. Su cabello rizado estaba recogido en un moño alto, pero algunos mechones rebeldes caían alrededor de su rostro, dándole un aire relajado y seductor. Vestía un sencillo vestido de tirantes que dejaba al descubierto su espalda y parte de sus piernas, haciéndola ver natural y absolutamente irresistible.Dimitrios había llegado sin anunciarse, dejando sus cosas en la entrada y siguiendo el rastro del delicioso aroma que invadía la casa. Cuando llegó a la cocina, se detuvo en seco al verla bailar, balanceándose al compás de la música mientras probaba un poco de salsa con una cuchara.Amara movía las caderas suavemente, tarareando la canción mientras organizaba los platos sobre la encimera. Parecía tan absorta en su mundo que no lo notó de inmediato. Dimitrios apoyó el hombro contra el marco de la puerta, cruzando los brazos mientras la observaba en silencio, disfrutando d
La cena había sido perfecta. Amara recogía los platos mientras Dimitrios se apoyaba en el marco de la puerta de la cocina, observándola con esa mirada intensa que parecía desnudarla sin necesidad de tocarla. Su corazón latía con fuerza, y aunque intentaba mantenerse concentrada en su tarea, no podía ignorar la tensión palpable que llenaba el ambiente.—¿Sabes? —dijo Dimitrios en un tono bajo y seductor, acercándose lentamente— No puedo decidir qué disfruté más: si la comida o verte moviéndote al ritmo de la música mientras cocinabas.Amara dejó el plato que tenía en la mano y lo miró, con un rubor suave en sus mejillas.—La comida era para disfrutarse —respondió con una sonrisa nerviosa, intentando disimular el efecto que él tenía sobre ella.Dimitrios no dijo nada más. Cerró la distancia entre ellos y, sin previo aviso, la giró suavemente hacia él, haciendo que su espalda quedara contra la encimera. Su mirada bajó hacia sus labios, y Amara sintió que su respiración se aceleraba.—Per
Amara se encontraba en el balcón del apartamento de Dimitrios, disfrutando del aire fresco mientras sostenía su teléfono móvil. Llamar a su mejor amiga, Lía, desde República Dominicana siempre era una buena idea cuando necesitaba despejar su mente y compartir los momentos más importantes de su vida.—¿Cómo así que estás viviendo con tu griego millonario? —preguntó Lía, con un tono que era mezcla de sorpresa y diversión.Amara sonrió, mordiendo ligeramente su labio inferior mientras miraba al horizonte.—No es "mi griego millonario", Lía. Es Dimitrios, y bueno... sí, estamos viviendo juntos —respondió, tratando de sonar casual.—¡Ay, por favor, no te hagas la humilde conmigo! —exclamó Lía, riendo al otro lado del teléfono. —Ese hombre es un sueño hecho realidad. ¿Y cómo es vivir allá en Grecia? ¿Te trata bien? ¿Es tan perfecto como parece?Amara suspiró, recargándose en la barandilla.—Es maravilloso. Dimitrios es... no sé cómo explicarlo. Es atento, cariñoso, y aunque a veces puede se
La recepción de la ceremonia se llevaba a cabo en un jardín lleno de luces colgantes, música suave de bachata de fondo, y un aire festivo que contagiaba a todos los presentes. Andrea se encontraba junto a Dimitrios y Amara, observando el lugar con curiosidad.—Esto es espectacular, Amara —dijo Andrea, girándose hacia ella—. Tu país realmente sabe cómo celebrar.Amara sonrió orgullosa, pero antes de que pudiera responder, una voz conocida la llamó desde el otro lado del jardín.—¡Amara!Era Lía, radiante en un vestido rojo que resaltaba su figura y su tono de piel. Su cabello estaba recogido en un moño elegante, dejando al descubierto su largo cuello y unos pendientes dorados que brillaban con la luz de las velas. Caminaba hacia ellos con una sonrisa deslumbrante, que se amplió aún más al ver a su amiga.—¡Lía! —exclamó Amara, corriendo a abrazarla.Andrea, que había estado distraído observando el lugar, giró la cabeza al escuchar la voz de Lía. En el momento en que sus ojos se posaron
La brisa cálida de la tarde dominicana acariciaba el cabello rizado de Lía mientras ella y Amara se sentaban en la terraza de la casa de los padres de Amara. Unas copas de vino descansaban sobre la mesa frente a ellas, y el ambiente estaba lleno de risas relajadas, interrumpidas solo por el suave murmullo de la música que venía del interior.—Bueno, amiga —dijo Amara con una sonrisa traviesa mientras giraba su copa entre los dedos—, ¿qué te pareció Andrea?Lía, que estaba mirando el horizonte con una expresión pensativa, suspiró y giró la cabeza hacia su amiga.—Es atractivo, no lo voy a negar. Pero, Amara, ¿qué me estás intentando hacer? Ese hombre parece demasiado... ¿cómo decirlo? Perfecto para mi gusto.Amara soltó una carcajada y negó con la cabeza.—¡Perfecto! ¿Andrea? Creo que no lo conoces lo suficiente todavía. Es encantador, sí, pero no es perfecto. Tiene su lado complicado, como todos.Lía arqueó una ceja, claramente interesada.—¿Complicado cómo?Amara tomó un sorbo de su