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Cuando terminamos con mi madre, nos despedimos y vamos a casa. Mi madre me pidió que evitara esfuerzos, malos ratos y manejar. Juan me miro y sonrío, le prometió que se aseguraría de que me cuidaría.

Estoy tan cansada, no sé por qué me siento así, el día no estuvo tan ajetreado como otras veces y aun así estoy más agotada que esos días. No me doy cuenta cuando me duermo en el auto.

De pronto, me despierto cuando Juan me está tomando en sus brazos para sacarme del auto. Me cubrió con su chaqueta, porque la noche está helando. Yo apoyo mi cabeza en su pecho y me hago una bola en sus brazos, porque siento frío y su cuerpo me da calor.

Al llegar a la puerta, me doy cuenta de que ya la tenía abierta, así que me lleva directo a la cama.

-Aunque parezca extraño, esta noche sólo nos dormiremos… - agrega rápidamente al ver mi cara de decepción -. Sé que es difícil, pero si es necesario, me voy a dormir a la habitación de invitados. Debes descansar, futura mami.

-No, puedo pasar de esta noche. Pero te quiero aquí, te extrañé estas dos noches. Y tengo frío.

-Está bien. ¿Quieres algo?

-Un vaso de leche tibia, por favor… si le pones chocolate sería mejor – sonrío como una niña pidiendo un capricho. Me besa la frente, me sonríe y me da un beso rápido, pero yo lo atrapo antes que se aparte -.

-No lo hagas, porque los dos sabemos cómo terminará y tú necesitas descansar – me besa la frente otra vez y se va a la cocina -.

Vuelve con una taza que huele maravilloso, me la da, le doy un sorbo y con gusto compruebo que es todo lo que esperaba que fuera. Juan se queda parado, mirando cómo me bebo la leche y sonríe. Al terminar, toma la taza y se la lleva.

Yo busco mi pijama, Juan toma el suyo y se va al baño. Me cambio, mientras siento un sueño terrible. Cuando al fin termino, espero que Juan salga del baño para lavarme los dientes. Al fin sale con el pijama ya puesto, esta vez está usando la camiseta, algo que no suele hacer.

-Mientras menos piel roce contigo, más fácil será para mí controlarme – me dice, respondiendo a mis pensamientos -.

Se mete a la cama, cuando yo lo hago me acaricia la mejilla y me besa. Yo lo abrazo y nos acomodamos para dormir.

- ¿No apagarás la luz?

-Quiero verte dormir, estoy seguro de que debes verte preciosa durmiendo y embarazada.

-Me veré igual que siempre – me besa la frente y me acurruco en su pecho. Sus latidos me tranquilizan y comienzo a caer, aun con la luz encendida -.

-Por supuesto que no – me susurra bajito, al notar que mi respiración se ralentiza -. Ahora serás más hermosa que nunca.

Y me duermo, oyendo sus latidos, oliendo su aroma especial, ese que se me ha hecho familiar desde hace mucho tiempo. Y sueño… sueño cosas hermosas, con felicidad y caminatas por la playa.

Por la mañana, me despierta el aroma de tostadas y huevo. Por una muy extraña razón el olor me obliga a correr al baño para vomitar. Juan me sigue, mientras expulso nada, trato de sacarlo del baño. Pero él sólo me toma el pelo y acaricia mi espalda, para aliviar mis espasmos.

-Tendremos que cambiar el desayuno - me dice cuando termino -. Vamos, dime qué quieres y te lo preparo.

-Leche, sólo leche tibia. De comer, nada aún. Después de una ducha, tal vez coma fruta.

- ¿Necesitas ayuda?

-No, ya estoy mejor. Gracias, amor – me paro en la punta de los pies y le beso la mejilla -. Ahora, déjame sola, necesito mi privacidad de vuelta.

Levanta las manos y sale del baño. Me doy una ducha exquisita, que me ayuda a despertar y a alejar los malestares. Espero no sentirme así todos los días, o esto será muy largo. La verdad, siento miedo que Juan se moleste por esto o que deje de tocarme. Probablemente ya no soy atractiva para él, debo estar cambiando y verme horrible.

Mientras me seco el cabello, él llega y me abraza por la espalda. Bajo el secador y me besa el cuello. No aguanto más, me giro y le digo mis miedos.

- ¿Has perdido el deseo por mí? Porque desde que sabes que estoy embarazada, no quieres tocarme.

- ¿Cómo puedes pensar eso? Me muero de ganas por hacerte el amor en este momento, pero tenemos una cita con el doctor a las 11 de la mañana. No sería conveniente – vuelve a besarme en el cuello y se mueve algo en mi interior -. Apresúrate, tienes que comer algo y tenemos que ir por esa reunión.

-Tienes razón, olvidé la reunión – tiro el secador a la cama -. Ya estoy lista, vámonos. Me comeré la fruta en el camino.

Se ha esmerado en preparar una ensalada de frutas, que está deliciosa. Me tenía preparado un pequeño pocillo para postres, pero yo saqué el bol grande en donde lo hizo. Cuando llegamos a la oficina ya me lo he acabado.

-Creo que es hora de que los chicos en la oficina sepan que estamos juntos y que yo estoy embarazada – le digo en el ascensor -.

-Danna, ellos ya saben de nosotros. Es obvio, llegamos juntos, nos tomamos de la mano en las reuniones de equipo y luego nos vamos juntos.

-Bueno, pero lo del embarazo se los diré, porque después se va a notar.

-Cuando tú quieras. Allí estaré, mi vida.

-Me encanta que me digas así – las puertas se abren y lo beso. Como hemos llegado un poco tarde, dos de los muchachos están en el pasillo y nos ven -.

-Es que eso eres. Mi vida entera – al quedarnos solos, me toca el vientre -. Este bebé también lo será.

Lo miro, me acaricia el rostro y me abraza. Caminamos de la mano y entramos así a la oficina. Por lo visto, esos ojos ya hablaron lo que vieron. Murmuran, con sonrisas cómplices algunos y con sorpresa otros. Ya me fastidio y les grito a todos.

- ¡Me estoy divorciando, desde hace más de un mes! – todos bajan la vista y comienzan su trabajo -.

Juan me mira divertido y me besa. Él se va a su oficina y yo a la mía. Siento que me saqué un peso de encima. Luego, tenemos nuestra reunión, que es muy breve porque es sólo de detalles. Nuestros clientes se van y nosotros nos preparamos para salir. Miranda se acerca y me abraza.

-Que lindo verlos juntos. Me alegro por ti cariño – me dice mirándome con emoción y una enorme sonrisa -.

-Gracias, pero ahora vamos con prisa. Tengo cita con el doctor.

- ¿Sigues enferma?

-No exactamente… - le tomo la mano a Juan -. Vamos a ser padres.

-Ay, cariño. Mejor vete, porque quizás con qué me sales ahora.

Le sonrío y nos vamos. Al menos a esta hora no hay tanto tráfico, así que llegamos a la clínica sin problemas. Decidí atenderme con un doctor diferente al anterior, pero en la misma clínica. Cuando llegamos, me hacen pasar sola para que me ponga una bata y espere al doctor. Una vez lista, hacen pasar a Juan.

Me toma la mano y nos reímos de que es esté en una camilla. Entra el doctor, nos saluda y me pregunta el motivo de la consulta. Le dice más a Juan que a mí, que debe revisar mi útero. Se pone un guante e inicia la revisión. Juan me mira sólo a mí, porque es obvio que se siente incómodo.

-Bueno, Danna. Efectivamente, estás embarazada – me dice mientras se quita el guante -. Lo primero, tomarás vitaminas y ácido fólico, todos los días. Debes sacar una cita con la nutricionista y una cita para la primera ecografía, esa para dentro de tres semanas más. Puedes pasar con mi secretaria y retirar los documentos.

-Gracias doctor.

-Felicitaciones al padre, no es común ver a las mujeres acompañadas en estos asuntos.

-Es mi hijo también, quiero saber que están bien ambos – le dice con mucho orgullo. Está fascinado con todo esto -.

-Pues, eres uno entre millones, probablemente. Suerte a los dos – nos da la mano a cada uno -.

Se va y yo comienzo a cambiarme de ropa. Salimos de la sala y me voy a la recepción, donde su secretaria está junto a otras dos, quienes trabajan para los otros doctores. De pronto, a mi lado veo a alguien familiar, pero no le presto atención. La secretaria me está explicando cómo tomar las vitaminas y el ácido fólico, además de otras recomendaciones.

Juan está a mi lado muy atento a las indicaciones, de pronto una voz familiar nos habla.

- ¿Estás embarazada?

Cuando miro, reconozco a Carlota, que tiene los ojos muy abiertos. Está totalmente cambiada. Ha subido bastante de peso, su vientre denota un embarazo avanzado y se ve más vieja que yo. Esa Carlota sexy, hermosa y joven ha desaparecido por completo.

-A ti no te importa – le digo, mientras Juan se despide de la secretaria y guarda los papeles -. Por cierto, te ha sentado muy bien el embarazo, hermanita. Es el castigo perfecto para alguien como tú.

- ¿No se supone que no podías tener hijos?

-Vamos, mi amor – Juan me abraza y caminamos al ascensor -.

-No puede ser… - dice con una risa que más burla que alegría - al fin se te hizo con mi hermana. Quién sabe desde cuándo estabas engañando a Rodrigo con este.

-Este – responde Juan, antes que yo -. Ha sido un hombre respetuoso del matrimonio de tu hermana, a pesar de estar profundamente enamorado de ella desde hace años, antes que conociera a ese idiota.

-Carlota – le digo. Tengo que desahogarme -. Sé que no entiendes lo que Juan te está diciendo, porque tú nunca has sentido algo así. Déjame en paz y trata de ser feliz, sin tener que mortificar al resto con tu basura. Adiós y ojalá que recuperes tu cuerpo ardiente, para ver si atrapas a otro idiota después de este.

La dejamos parada ahí, ni siquiera sé qué cara puso, porque no nos tomamos la molestia de mirar atrás. Bajamos por el ascensor, fijo la mirada en el piso porque algo me perturba, pienso en cómo se veía Carlota y me da miedo llegar a verme igual.

-No lo hagas – me dice Juan -.

- ¿Qué cosa? – le miro de inmediato, no sé a qué se refiere -.

-Tú eres hermosa. Sé que te preocupa tú apariencia ahora y que yo pueda dejar de interesarme en ti. Pero no hay nada más bello que una mujer esperando un bebé.

-Pero se veía tan demacrada, me costó reconocerla.

-Pequeña – me toma la mano y bajamos del ascensor -. Porque ha sido una mala persona y probablemente no lo está pasando bien en su vida – nos paramos y me levanta la barbilla -. Además, yo me encargaré de alimentarte. No dejaré que eso te pase, si eso te preocupa.

Nos besamos, todas mis preocupaciones desaparecen como si ese beso succionara todo lo malo de mí. Tenerlo a mi lado es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, él es lo mejor de mi vida.

Vamos a comer, antes de volver a la oficina. Pido una ensalada de pollo y pasta, me devoro mi plato, porque sentía mucha hambre. Juan me mira y sonríe, él aún no ha terminado con su plato.

-Parece que alguien tenía hambre.

-Como no puedes imaginarte – apoyo la espalda en la silla y cierro los ojos un momento -.

Lo espero a que termine, paga la cuenta y tomamos el rumbo a la oficina nuevamente. Al llegar los chicos están saliendo a comer. Nos despedimos de ellos, yo me voy directo a la oficina, para ver si hay algo nuevo en el correo, pero no hay nada nuevo. Por primera vez en mucho tiempo, no tengo nada que hacer.

Juan toca la puerta, le sonrío y entra para ver cómo estoy. Se sienta en la silla frente a mi escritorio, yo me pongo de pie y me siento en sus piernas. Lo beso intensamente, haciendo que esa parte en lo más profundo de mi cuerpo se despierte, él sube su mano por mi muslo y luego por mi espalda bajo la blusa. Sentir ese contacto me hace deseosa, pero si hay algo que no haría es tener sexo en la oficina.

Me separo de él para verle la cara, tiene los ojos cerrados, inspira hondo y apoya su cabeza en mi pecho.

-Te amo tanto.

-Yo creo que deberías enviarles un mensaje a los chicos y darles la tarde. Porque van bien con sus trabajos y yo no tengo nada que hacer.

-Me parece una buena idea.

-Además, tengo frío y sueño. Quiero irme a casa.

-Pues, lo haremos. Estamos cumpliendo los plazos y los chicos están haciendo un buen trabajo.

Lo beso y me pongo de pie, para que pueda hacerlo sin problema. Arreglo mis cosas, para que podamos irnos en cuanto los chicos puedan recoger las suyas. De pronto suena mi teléfono, pero no reconozco el número. Contesto sin pensarlo mucho, a veces son nuevos clientes.

-Así que la señora está embarazada de su amante.

Y pongo cara de agria, porque es Rodrigo, otra vez.

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