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Juan

Han pasado dos semanas desde que ella se fue.

No entiendo nada, el último domingo que estuvimos juntos fue tan increíble, después de desayunar me pidió que la llevara al cerro Santa Lucía, aunque ese día hacía mucho frío.

Después me pidió que la llevara al parque, ese que era su escondite. Caminamos entre los árboles, mientras veíamos a los niños correr y escuchábamos a las madres consolar o advertir el peligro.

Ahora estoy aquí. He venido cada día después de la oficina, con la esperanza de que aquí la encontraré. No quiero perderme los primeros movimientos de mis hijos, ya falta poco para eso. Extraño el hablarles cada mañana diciendo buenos días, o luego de cualquier comida, para que sepan que su padre siempre estuvo con ellos.

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