Cristina también se saltó su ventana y le indicó un lugar que será muy difícil para que alguien los vea a esta hora, es un pequeño muelle que han construido los habitantes, en el cual hay varias galeras elaboradas a base de manaca, allí van las parejas en el día para tomarse la fotografía del recuerdo, ya que es un lugar muy romántico por las distintas especies de aves y peces que se pueden apreciar y las flores naturales que desprenden un aroma increíblemente adictivo.

— ¿Qué te parece el lugar? —Preguntó, temerosa, de que él diga que no está como ella se lo describió.

— Me encanta.

— Te dije que era muy bonito, aquí es…

— No, preciosa. Quizá no sea bonito el lugar por sí solo, eres tú la que lo hace verse hermoso y tentador al pecado.

— ¿A qué te refieres?

— A esto…

Kervin atrapó el rostro de la chica entre sus manos y besó sus labios, los saborea con vehemencia como si haya estado sediento de ellos. Y sí, eso lo ha querido hacer desde esta tarde que llegó al pueblo.

— ¡Qué hace, ab