Capítulo treinta y siete. La última noche en París

Emma no dejó de pensar en la posibilidad que existía de comprobar la culpabilidad de Clarise Armchair en el robo. La sensación casi la abrumó y no le permitió disfrutar de la cena de esa noche con su tío Gerald.

—Estás tensa, ¿qué sucede? —preguntó Gerald aprovechando el momento. Ryan se había disculpado para ir a los servicios.

—No es nada tío, estoy pensando en todo lo que dejé en Nueva York, el caso de la joyería. En fin, creo que no he sido una buena compañía hoy para ustedes —se disculpó Emma.

—Deja de lado todo lo que no te hará bien, cariño, disfruta del momento y cierra tus pensamientos a todo lo que no te trae felicidad, mi cielo —le recomendó el pintor—. Cuando vuelvas a Nueva York entonces piensa en las cosas que debes resolver, pero esta noche disfruta todo lo que puedas, uno nunca sabe cuándo puede ser la última vez.

Emma asintió. Su tío tenía razón, no podía permitir que las acciones de terceros le robaran la paz y mucho menos la felicidad que tenía al lado de Ryan. Una
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