Mary. 13.

Si pudieramos conocer el resultado de nuestras acciones antes de realizarlas, no existiría el arrepentimiento.

No puedo ni debo culpar a nadie, yo soy dueña de mis acciones y ahora tengo que pagar el precio de mis errores.

No hubo reclamo, golpes o tan si quiera gritos. Solo encontré indiferencia en sus ojos y dolor.

Ya hace un mes de aquella noche y se podría decir que soy prisionera pero en una carcel de oro. Con unos guardias que me cuidan y me tratan con amor.

Hace un mes que estoy de vuelta en casa de mis suegros, Pierre me mandó allí y dio instrucciones claras de que no podría salir sin la compañía de mi suegra o mi suegro.

Bajo ningún concepto podría volver a usar ropa de caballero, tampoco tenía permitido frecuentar a nadie. Si que podía recibir visitas pero siempre bajo supervisión.

Así que ahora soy como un pajarito al que han cortado sus alas.

Aún así no me arrepiento de mis actos, todo lo que hice lo hice por amor y el lo sabe. El problema radica en que no debería haber
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