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¿Por qué he llegado tan lejos?

Luana Davis

(Semanas anteriores)

¡Acabo de licenciarme y he conseguido un trabajo en una oficina de una empresa subcontratada del ayuntamiento, y mi puesto es bastante fácil, solo tengo que centrarme y hacerlo todo correctamente para que a final de mes todo salga bien!

Hoy he llegado al trabajo, y ya puedo ver desde lejos, cuando he cruzado el pasillo el tamaño de la pila de documentos para evaluar que tengo que analizar y hacer un gravamen sobre ellos, y ya sé que hoy apenas podré ver desde ese escritorio, ¡necesito acelerar, si no mañana esto aumentará mucho!

- ¡Luana, llegas tarde! ¡La próxima vez te lo descontaré del sueldo! - dijo mi jefe, cuando pasó a mi lado, y yo respiré hondo, siempre me quedo después de hora...

- ¡Pero si sólo fueron cinco minutos! - me quejé.

- Cinco minutos al día, si los cuentas...

A veces hago como que no escucho estas molestias, porque necesito mantener mi trabajo, tengo varias cuentas que pagar, porque mi novio Helio, es un huracán para acabar con los límites de mis tarjetas todo por las benditas millas de las que tanto habla....

Aparte de mi jefe que es un pesado, parece que nadie me ve por aquí, deben estar muy ocupados, solo puede ser, porque solo escucho órdenes de todos, y me paso todo el día resolviendo mi trabajo y los problemas de los demás, pero ya me acostumbré.

- Luana, no han llegado los materiales para el aumento de la oficina, ¡llama allí a ver qué ha pasado! - dijo Emma, que trabaja a unas mesas de distancia de la mía.

- ¿Pero no se suponía que tenías que ver esto? - pregunté yo.

- Ahora necesito que lo arregles, ¡no puedo dejar de trabajar por eso! - contestó Emma, y decidí ayudar.

Arreglé mis gafas que se estaban ensanchando y volví al trabajo, hasta que sonó mi teléfono fijo.

Llama...

- Oficina dos, Luana, ¿con quién hablo? - Contesto yo.

- Luana, te paso la extensión de la recepción, que tengo que ir al baño, ¡y tardo un poco! - Dice la recepcionista, y yo no podía hacer nada.

- ¡VALE! Adelante...

- ¡Estupendo! - respondió ella.

Llame...

Apenas tocó el teléfono, empezó a sonar...

- Oficina Lins, recepción, ¡buenos días! - contesté.

- Me gustaría hablar con alguien del departamento administrativo, ¿puede pasarme? - preguntó una mujer.

- Un momento, le paso.

Y así pasó más de una hora, y apenas podía trabajar, y ese teléfono no paraba, y las cosas aquí siempre son así, y muchas veces trabajo hasta más tarde.

Otro día como siempre, y todos aquí decidieron querer que les traiga café, y que haga la impresión de archivos. Sería mucho más fácil si cada uno fuera a ese mostrador e imprimiera los suyos, pero desgraciadamente es una de las primeras tareas que siempre me toca a mí.

Así que en cuanto llegó la recepcionista, se me amontonaron varias peticiones, y salí como loca imprimiendo todo lo que me pedían que estaba anotado en mi agenda, y ya estaba sudando cuando corrí a la cafetería a por algunos de los que también me habían pedido.

Allí me topé con un compañero, que estaba más abatido que yo.... "¿cómo es posible?" pensé.

- ¿Qué pasa, Sergio? ¿Por qué está tan mal? - pregunté, mientras cogía cuatro de los cafés que me habían pedido.

- Mi madre está muy mal, no come bien, y ha empezado a toser sangre, y nadie sabe decir qué le pasa, siempre estoy gastando más, y no se averigua nada, ¡ya no sé qué hacer, Luana! - dijo, abatido y yo me puse muy triste por él, parece que quiere mucho a su madre...

- ¿Y bien? ¿hay algo que podamos hacer? - le pregunté...

- Necesito dinero para los exámenes de mañana y no tengo. ¿Por casualidad tendrías algo para prestarme? Aún me quedan doscientos dólares? - preguntó con cara de pena, ¡y yo nunca se lo negaría!

- ¡Por supuesto, Sergio! ¡La salud es lo primero! Voy a buscar mi cartera, y tú cuida de tu madre, ¡quiero que se recupere pronto! - Dije, y cogí los cafés, y él me siguió, luego cogí el dinero del bolso y se lo di.

- ¡Gracias, Luana! - dijo, y se fue.

Esta era otra factura que debería haber pagado, ¡pero me las arreglaré! Lo importante es que ayude a su madre.

Sonó mi celular, y sonreí un poco de mi día, al ver la foto de mi querido Helio llamándome, no puedo creer que haya aceptado seguir saliendo, pero tuve que prometerle algunas cosas para no estropear aún más nuestra relación.

Llama...

- ¡Hola preciosa! ¡Encantada de hablar contigo! - dije al contestar.

- ¡Hola Luana! ¿A qué hora te vas hoy? - me preguntó.

- Llegaré un poco tarde, ¡pero no demasiado! ¡No demasiado! ¿Me esperas en casa? - le pregunté, emocionada- ¡Lo echo de menos!

- Tengo que ir a casa de mi hermano a arreglar unos asuntos de dinero, ¡entonces lo dejo para mañana! - dijo preocupándome.

- Ahhh! ¿Estás seguro? ¡Podríamos ver una película en casa! - comenté.

- ¡Ah, no! Iremos otro día, conseguiré algo de dinero, ¡y luego iremos! - dijo.

- ¡Pues vale! Pronto podré comprar los billetes para el crucero que prometí, ¡y entonces sí que será guay! - dije, emocionada.

- Lo sé... ¡Ahora cuelgo! Hasta luego.

- ¡Adiós! Besos...

Cuelgo...

A veces me preocupa mucho perder a Helio, necesito encontrar la manera de conseguir ese dinero... Siento que él es lo único que tengo para mí, ya que mi madre nunca quiso que yo naciera. Intentó por todos los medios abortar para matarme, ya tenía dos hijas y bajo ningún concepto quería tener otro bebé.

Por suerte para ella, no consiguió abortar, hasta hoy no sabemos si fue un error médico o pasó algo, o incluso si fue mi padre quien lo pidió, ya que él sí se preocupaba mucho por mí, pero el procedimiento salió mal y yo nací.

Por lo visto tenía que nacer... no todo lo que la gente planea ocurre realmente, y aunque mi madre no me quería, hoy estoy aquí, no puedo decir que mi infancia fuera del todo mala, porque mi padre siempre me apoyó y evitó muchas veces que mi madre o mis hermanas me maltrataran.

¡Era claro como solo se preocupaba por las otras dos y me dejaba de lado! Yo siempre suplicaba un poco de atención como haría cualquier otro niño, y mi padre siempre me animaba diciéndome que era una princesa, y siempre me comparaba con Cenicienta, diciendo que creía que algún día conocería a mi príncipe azul y que sería muy feliz en mi castillo. Eran sus palabras las que me daban vida, y las que me hacían querer sobrevivir cada día, y también me hacían crecer más fuerte y aprender mucho de la vida.

El problema es que en mi vida las cosas nunca suceden como deberían, creo que la suerte aún no ha llamado a mi puerta, y perdí a mi padre muy joven, cuando yo sólo tenía trece años él tuvo una enfermedad repentina y falleció sin explicaciones, sin que yo entendiera nada de lo que había pasado, y tuve que entender que a partir de entonces estaría sola, y tendría que luchar por todas mis cosas y por mi vida, resolver mis problemas y mi frustración, y ser lo suficientemente fuerte para protegerme íntimamente de las heridas que la gente intentaba causarme...

Después de su muerte, las cosas empeoraron y mis hermanas empezaron a aprovecharse de mí, incluso porque sabían que mi madre siempre las apoyaría, y yo siempre fui el patito feo de la familia, con mis gafas de montura negra y cristales oscuros, me consideraban la ciega de la familia, la torpe, delgada, bajita, con el pelo siempre en la cara y haciendo toda la limpieza de la casa, día tras día... Nunca entendí eso...

Así que cuando se trata de Helio, me aterroriza la idea de mi vida sin él. Espero de verdad que podamos superarnos y que todo vaya bien como al principio. Sé que le gusto y que me quiere, por eso trabajo tanto para tener una buena vida con él, y hoy voy a por ese usurero para conseguir el dinero que necesito para ese crucero.

Como Helio no quiso venir hoy a mi casa, salí de la oficina y fui directamente al usurero que me dijo que me prestaría el dinero.

El lugar era muy extraño y había allí unos hombres con muy mala cara, pero me dijeron que me prestarían el dinero, y para mí ya era estupendo.

Así que en cuanto conseguí el dinero, salí y me fui directa a arreglar los preparativos del viaje, un viaje que me costó muchos meses de trabajo, y que aún tenía que pagar, pero eso ya lo vería más adelante, ahora lo único que me importa es nuestro reencuentro en este crucero, y por fin le daré lo que siempre me pidió... ¡mi virginidad!

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